[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Female" buttontext="Escucha la nota"] María Teresa González Muzzio, directora de la Escuela de Pedagogía en Educación Parvularia sede Curicó de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica del Maule. Hablar del día de libro y la lectura para la mayoría de las personas implica pensar en niños y niñas que ya se pueden considerar “lectores” o que se inician en este proceso de modo formal, generalmente desde primer año básico. Sin embargo, para un educador de párvulos, hablar de libros y lecturas, nos lleva necesariamente a destacar su valor en la experiencia de toda persona, desde sus primeros meses de vida, mucho antes de este aprendizaje formal. Algunos podrán preguntarse ¿para qué brindar libros a bebés si no saben leer?, o ¿qué tipos de libros o lecturas podrían ser pertinentes para ellos? Respecto de para qué ofrecer libros a los bebés, hay que considerar que el libro podrá ser para ellos un objeto de juego con el que podrá interactuar, descubrirá en él formas, colores y signos. Será un objeto en torno al que vivirá importantes experiencias, en las que es muy importante la persona que le acompaña en ellas. Por ejemplo, un adulto estará junto a él, le conversará sobre el libro, se sorprenderán juntos al voltear una página, señalará y nombrará cada imagen, e irán armando un relato según sea su interés. Los primeros libros serán tesoros de juego, deberán ser resistentes, en formatos de fácil manipulación para los bebés lectores. Ellos se iniciarán en la lectura como una actividad placentera que comparten con adultos significativos. Si el adulto les lee en voz alta, irán aprendiendo sobre historias, significados, entonaciones, gestos y expresiones faciales que enriquecen cada palabra. Poco a poco avanzarán hasta que empiezan a desarrollar la función simbólica y con ello a imaginar en sus mentes las historias, e incluso llegará el momento en que ellos, a sus cortos 2, 3 o 4 años, tomen un libro y nos “lean” una historia mezclando lo que ven en éste con su imaginación. Elegir un libro para los bebés debe llevarnos a observar sus intereses. Dado que en los primeros años de vida el aprendizaje se inicia en la experiencia sensorial y la exploración, la mayoría querrá manipularlos, apretarlos, sacudirlos, dejarlos caer, por tanto, podemos elegir libros de género, lavables, que tengan texturas o partes que puedan producir algún efecto, sea sonoro, de movimiento, en su forma, o de otro tipo. Aquellos que tienen imágenes que se pueden nombrar son ideales para apoyar en la adquisición de vocabulario y conocimiento del mundo, asimismo, otros que tengan secuencias de acciones o breves historias que puedan relacionar con su vida cotidiana. Cuando no podemos adquirir un libro, se abre una oportunidad, creando con ellos alguno, por ejemplo, compilando algunas fotos familiares en un álbum y escribiendo junto a ellas un breve texto que nombre, describa o cuente la historia de esa escena. O bien, recogiendo objetos y haciendo pequeños libros temáticos, de lo que se encuentra en el jardín (pequeñas hojas, piedras, semillas, ramas, flores secas), o de nuestras huellas de pies, manos, de sus zapatos, estampadas con colores, o bien de los recortes que nos gusten de algunas revistas antiguas. Podremos también escribir las canciones que cantamos, las rimas o juegos de palabras y acompañar con alguna imagen, objeto o con los garabateos de ellos mismos. Sólo hay que procurar usar algún papel resistente, funda plástica, género, u otro formato, para asegurar su mayor duración. Otra alternativa, cuando no hay libros en el hogar, es ir con los bebés a una biblioteca. Cada vez más hay bibliotecas con espacios especiales para niños y niñas, con material pensado en ellos. No es necesario estar una o dos horas. Podrá ser un tiempo breve, pero con ello se irá familiarizando con estos espacios. Verá a los adultos seguir ciertas rutinas, pedir prestado un libro, buscar alguno en la estantería, sentarse en un lugar y voltear una a una las páginas de un libro en silencio, y probablemente quiera imitarlos. La biblioteca será un lugar para explorar, descubrir y cada vez, tal vez, llevar un libro nuevo a casa o ver uno distinto ahí. Esta experiencia determinará una mirada muy diferente a la que tienen varias personas sobre estos espacios. La experiencia en torno a los libros debe ser positiva, en un entorno emocional que le dé seguridad, en el que se sienta cómodo y respetado. La lectura, para los bebés, será parte del juego, y con ello, será fuente de aprendizaje. Ya podrá, más adelante, hacer los vínculos entre las palabras habladas y la escritura, entre cada signo que observa y su significado, pero para llegar a ello, requiere de instancias, desde los primeros meses, que le permitan gozar con la diversidad de textos y libros. “Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.