Opinión: “¿Por qué necesitamos escuelas más verdes?”
Cristian Aguilar Correa, académico del Departamento de Formación Inicial Escolar Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Católica del Maule.
Publicado originalmente en El Mostrador
Uno de los grandes desafíos en la actualidad es la búsqueda de nuevos paradigmas socioeducativos; arquetipos capaces de favorecer una participación conjunta que permita que todas las personas podamos contribuir en una mejor calidad de vida para todos y todas. En efecto, la ecologización de la escuela debiera ser, hoy por hoy, un punto troncal hacia donde dirigir el rumbo.
En las últimas décadas, fundamentalmente experiencias desarrolladas en países anglosajones y centroeuropeos, documentan los beneficios que suponen para la infancia los espacios escolares ecológicamente diversos, sobre todo, aquellos territorios educativos que incluyen zonas de juegos espontáneos, hábitats para la vida silvestre, rutas de senderismos, de interpretación ambiental, pero, también, centros educativos que han transformado sus entornos, levantado jardines de diversa naturaleza, huertos, pequeños bosques, entre otras acciones.
Niños y niñas que tienen la oportunidad de desarrollarse en áreas escolares con escenarios como los descritos, son más activos físicamente, más conscientes de quiénes son, de sus procesos alimenticios, más respetuosos y empáticos unos con otros y más creativos. De igual forma, la ecologización de los territorios escolares resulta en una mayor implicación de los adultos y otros miembros de la comunidad educativa, generando espacios de aprendizaje en los que la circulación de saberes tiene una perspectiva transversal y democrática.
Lo que estas experiencias, por lo tanto, nos revelan, es que una escuela más verde ofrece un mayor abanico de posibilidades de aprendizaje, promoviendo, al mismo tiempo, la inclusión, el desarrollo global de nuestras capacidades, como así también el impulso de las habilidades sociales que tan abatidas están por este tiempo.
Otro de los impactos positivos de los terrenos escolares verdes es en sus maestros y maestras. La investigación demuestra que los docentes expresan un entusiasmo renovado por la docencia, se despiertan en ellos y ellas mayores emociones placenteras y se acentúa la pasión por enseñar. En una época de creciente agotamiento entre el profesorado, no se debería subestimar el impacto de las escuelas verdes y de la educación al aire libre sobre los(as) maestros(as). Ellos y ellas también se merecen las bondades reconstituyentes de una ecoescuela.
Este nuevo paradigma exige un ejercicio socioeducativo de responsabilidades colectivas y en este acto se ha de reivindicar los derechos de una ciudadanía que se incorpore activamente en el proceso de toma de decisiones que permita abrir nuevos espacios en que los protagonistas sean el cambio y la trasformación de las personas desde un plano ético y ambiental.
Finalmente, abogar por una formación crítica del pensamiento que permita acercarnos a la realidad con un cuestionamiento de los valores imperantes, a objeto de buscar respuestas creativas y posibles a una nueva realidad educativa a la ya existente, debe ser un imperativo al que no podemos ni debemos renunciar. Nuestra propia supervivencia así lo reclama.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.