[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Female" buttontext="Escucha la nota"] Dr. Diego Durán Jara, rector de la Universidad Católica del Maule. Lo que vimos el viernes, la gran cantidad de personas que se han reunido en torno a una serie de demandas, ha sido extraordinario. Una ciudadanía que logró organizarse para dar cuenta de un descontento mayoritario, de manera pacífica pero no pasiva. En esto hay un símbolo muy importante que es necesario observar. Estamos viviendo tiempos que, sin duda, nos invitan a una transformación en la manera de entendernos y de reconocernos. Es unánime el destacar este hecho como histórico en Chile y, por tanto, la emoción de ver esta gran manifestación de necesidad de cambio, nos interpela a buscar esos caminos de transformación. La invitación que nos hace la ciudadanía es a buscar y hacer ese camino, pero para ello, debemos dar señales claras de entendimiento y, uno de esos pasos, pasa por la humildad, ésta que reconoce que ninguno puede arrogarse el hecho de haber sido o de ser intérprete de esta multitud pluralista. Eso quiere decir, especialmente, que los partidos políticos deben responder más hacia los votantes que hacia los dictámenes de sus propios partidos, que el valor de la persona es superior a cualquier ideología o doctrina que si nos equivocamos debemos reconocer el error y modificar conductas, pero también equipos, cuando estos cambios sean señal de comprensión, principalmente, cuando las equivocaciones atentan contra la dignidad y el valor de las personas. Tenemos que caminar hacia un futuro y, esto, debemos hacerlo como país, con una sensibilidad particular hacia la comunidad, tarea que es de los gobernantes, pero también de los partidos políticos. Debemos ser creativos en la manera de recoger las opiniones, anhelos y experiencias de los territorios y las comunidades en ellos. Nosotros, como universidad, debemos ser capaces de valorar siempre el saber que se encuentra en el otro, cualquiera sea ese otro. No podemos hacer reflexión crítica sin el vínculo estrecho con los territorios y con su gente, incluso una investigación desarraigada nos lleva a un individualismo, a un ostracismo que solo nos aleja y nos separa de la vida misma. No existe un solo camino, ni una sola forma de organizar y recoger todas estas experiencias, pero cualquiera sea este, sino considera a la persona en su totalidad, será siempre un camino errado para la construcción de ese futuro. Del mismo modo, cualquier decisión que por muy popular que sea hoy, si no considera o no contiene lo suficiente para sostenerla en el tiempo, será también una falta de respeto al movimiento actual, pues se transformará en una futura decepción. Mucha experiencia hay sobre esto, leyes que se pensaron para hacer el bien, como la gratuidad o la ley de educación superior, en su ejecución, dieron cuenta de injusticias y problemas graves que terminan afectando, incluso, a los que se quisieron favorecer. Esto no nos puede volver a suceder y eso pasará solo si dejamos de lado la soberbia o el egocentrismo y comenzamos a construir un país que dialoga con fines de acuerdo, pensando en el bienestar del país para los próximos 50 años y no para la próxima elección que busca perpetuar el poder. Hoy, hemos experimentado un gran llamado a cambiar el tono de nuestras discusiones, a respetarnos mutuamente, a dejar de lado las descalificaciones y a valorar la verdad que nos presenta cada uno. Hoy ha llegado el tiempo de construir un Chile más humano, justo, solidario, responsable y respetuoso, un Chile comprometido consigo mismo y con el mundo, uno donde sus ciudadanos se escuchen y sean capaces de proponer nuevos modelos de relaciones políticas, de relaciones económicas, de vida en comunidad. Todos somos responsables de ese futuro, también cada uno de los que dieron cuenta de este hecho histórico. No demoremos más el camino, Chile nos espera.