[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Female" buttontext="Escucha la nota"]Por Katerin Gutiérrez Ávila, encargada pedagógica Programa Apoyos y Recursos para la Inclusión (PARI) de la Universidad Católica del Maule.
Esta vez no tendré miedo al romanticismo, porque tengo la convicción que cuando hay amor se desea lo mejor para el otro.
El despertar de nuestro país tiene mucho de eso, un movimiento realmente empático. Millones de chilenos marchando por causas que le afectan directamente y por las que les afectan a otros. Hemos dejado de mirarnos el ombligo y salido de nuestra zona de confort, hemos caminado kilómetros que no teníamos contemplados, con el objetivo de que nos oigan, hemos sido capaces de gritar que no estamos bien después de años de habernos tragado todo lo que nos hace mal.
Si esa no es una muestra de amor ¿entonces qué? Se ha observado el amor propio, cuando cada uno reconoce ser una persona con derechos, reclama para ya no ser pisoteada y se mueve a diario por ser “libre”, cuando se grita desde la guata “basta de abusos”, y cada vez que tiran una lacrimógena y prefieres alejarte cuidando tu integridad, también cuando te das cuenta que hay situaciones que te hacen mal y prefieres no exponerte porque te quieres y no pretendes torturarte con todo esto.
Hay otros amores, claro que sí. Cuando te preocupas por el otro, por tu familia, amigos, vecinos e incluso por el que no conocías, pero marcharon juntos y en cuanto ves la llegada de los uniformados pasas el dato para que estén atentos, cuando tus afiches tienen causas que no te afectan solo a ti, cuando tienes una consciencia social de todo lo que pasa y no solo en tus narices.
Porque si no has estado en la sala de espera de un hospital en Chile por horas viendo cómo se muere gente en una silla nada cómoda; si no pasaste por una escuela pública donde no había un patio con pasto, donde había ventanas quebradas por donde entraba colado el viento y la lluvia en invierno; si tuviste la bendición de crecer en una familia que te contuvo y no tuviste que estar en un hogar del SENAME; si viviste en un barrio tranquilo y no tuviste que pasar a diario por la esquina en donde los “cabros” se estaban volando y se ponían medios “choros”; si por las noches solo escuchabas el silencio en vez de balas y gritos; si aún no te has jubilado con este sistema de AFP; si no has tenido una enfermedad por la que necesites hacer bingo para poder cubrir los gastos y ver como se te va lo poco que queda de vida en eso; si no tienes discapacidad o un familiar en esta condición (no solo física, no solo visible); si no has vivido nada de eso, eres un afortunado, pero no puedes hacerte el desentendido de todo lo que está pasando, porque eso sí es falta de amor.
Por ti, por mí y por todos los que viven injusticias a diario, por aquellos que ya no están y por los que vienen, porque es válido y justo querer un lugar mejor.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.