¿Por qué el Sename no funciona? Experto advierte que, históricamente, no ha existido voluntad política
El psicoanalista Mariano Ruperthuz explicó que la relación entre el Estado con las familias vulnerables siempre ha sido muy vertical y que los niños y niñas, han sido vistos como “objetos de intervención y no como protagonistas de intervención”.
“Hogares para los niños desamparados. Ha llegado el momento de actuar enérgicamente”. Aunque lo parece, este no es un titular actual. Lo publicó el diario Las Últimas Noticias en octubre de 1951 y en él se recogen las declaraciones de Samuel Gajardo, primer juez especial de menores del país.
Desde entonces los derechos de la infancia han sido un tema pendiente. “Ya en los 50 existía la misma urgencia que existe hoy. El problema de los niños desamparados es que hay conocimiento de la situación, pero todavía no hay voluntad política para cambiarla”, explicó el psicoanalista Mariano Ruperthuz en el inicio de año académico del Magíster en Salud Mental Infanto Juvenil de la Universidad Católica del Maule (UCM).
El discurso se ha repetido hasta la actualidad. En 2020 para Radio U. Chile, la titular de la Defensoría de la Niñez, Patricia Muñoz, dijo: “no vemos ninguna medida que aborde transversalmente la situación de la niñez”.
“Cómo es posible que 70 años después, Patricia Muñoz y el juez Gajardo en los años cincuenta, hablen de la misma manera sin conocerse entre sí. Eso muestra que ha existido una manera de entender las relaciones del Estado con los niños y niñas, una estructura muy sólida de relación donde ellos son objetos de intervención y nunca protagonistas de intervención”, advirtió Mariano Ruperthuz quien también es académico de la Universidad Andrés Bello.
Sin embargo, la problemática no comenzó en esa época. Desde los años 30 cuando se creó el primer Juzgado Especial de Menores, la mendicidad, la desnutrición y la delincuencia infantil han sido tema de debate y así lo demostró el Ruperthuz y quien ha investigado al respecto desde una perspectiva histórica y psicológica.
De acuerdo con el experto, “mi hipótesis es que influye una lógica individualista psicopatológica donde nos queda la evidencia explícita de que no ha existido la voluntad para generar cambios profundos para que existan derechos garantizados y no, simplemente, se vaya a intervenir frente a la criminalización de los sectores más vulnerados”.
Por su parte, Gerardo Chandía, director del Magíster en Salud Mental Infanto Juvenil de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UCM expresó que “este es un tema sumamente relevante que se vincula con uno de los objetivos de nuestro programa y que involucra la reflexión en torno a las políticas públicas vinculadas a salud mental infanto juvenil y las brechas existentes para lograr la real protección de los derechos de la infancia”.
Chandía añadió que “lamentablemente tal como lo refleja lo planteado por el Dr. Ruperthuz, el panorama resulta desalentador, llevamos décadas intentado relevar la importancia de ver a la infancia como una etapa primordial para el desarrollo de un país, todo lo que se invierta ahí, que hoy puede verse muy costoso, es un gran ahorro para un Estado, hay países que ya han logrado verlo de esta manera e invierten gran parte de su prepuesto en el bienestar integral de niños y niñas, para allá debemos transitar”.
Lo estructural no ha cambiado
Aunque históricamente se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de los niños y niñas, pues, a finales del siglo XIX y principios del XX, trabajaban en las cristalerías y en las minas de carbón del país; para el experto no se han dado cambios estructurales que modifiquen la relación vertical entre el Estado y las familias.
“Las variables estructurales de Chile no han sido tocadas todavía, pese a que es uno de los países más desiguales del mundo, lo cual influye en el sufrimiento. Entonces el juez, el psicólogo, el trabajador social, el profesor y el Sename, parecen una red que genera, por un aparte, intervenciones con cierto alcance, pero también provocan cierta impotencia porque las familias no pueden luchar contra las grandes fuerzas estructurales que generan la desigualdad en la que viven”, advirtió el experto.
Para Ruperthuz es necesario modificar los discursos y los paradigmas y avanzar en otras visiones como, por ejemplo, “que los niños dejen de ser entendidos como carentes de familia y que una residencia pase a ser comprendida como una comunidad de niños, que ellos puedan relacionar entre sí, acordar entre ellos una forma de funcionamiento y poner el acento en lo comunitario”.
Según el psicoanalista, la concepción de que el individuo es producto de sus esfuerzos y sus fracasos, “hace muy cuesta arriba salir de la pobreza y esta produce malestar psicológico altamente complejo”. Añadió que “cuando hablo de que existe un factor transgeneracional en la vulneración de derechos, significa que los programas del Sename se quedan cortos. Los niños maltratados, sus padres como niños maltratados, los abuelos también, es tan difícil cambiarlo, pero se sigue hablando que ellos son los encargados de revertirlo, entonces, ¿los políticos están abiertos a comprender la alta complejidad del problema que tenemos entre manos?”, cuestionó el experto.