Sara Herrera Leyton: legado de humanización y liderazgo
-Luego de 25 años de trabajo institucional, la decana de la Facultad de Ciencias de la Salud finaliza su etapa laboral, durante la cual dejó una huella imborrable en la formación de profesionales y en la gestión administrativa.
A su oficina generalmente llega con un paso rápido que, más que apurado, parece entusiasta. Es que constantemente se le ve animada con una sonrisa que se profundiza pícaramente después de decir alguna broma. Allí, en ese espacio lleno de libros, documentos, regalos y recuerdos se toma una pausa para recapitular su trayectoria. Una pausa y un té como es costumbre cuando recibe a todo el que la necesite.
Sara Herrera Leyton ha recorrido un largo camino profesional y académico. “25 años en la Universidad y 18 en el servicio público”, dice mientras endulza la infusión. Por eso es que, en la historia de la Facultad de Ciencias de la Salud UCM, su nombre debe estar presente.
Así debe ser no solo por la cantidad de años que ha dedicado a la academia, sino porque bajo su liderazgo como decana se han creado cuatro carreras, cinco postgrados, dos centros de investigación y la construcción, a través de un proyecto Mecesup, del edificio que alberga las Escuela de Enfermería y Kinesiología y centros de simulación en el campus San Miguel.
Antes de ser decana aportó como docente a los cambios curriculares de la Escuela de Enfermería gracias a su experiencia en las Unidades de Cuidados Intensivos Pediátricas de Concepción, donde no solo gestionaba el cuidado de niñas con cáncer, sino que, además, organizaba para ellas noches de peinado y manicure, bailes dieciocheros o cualquier otro juego que las entretuviera y les sacara una sonrisa porque, como ella dice, “las personas son lo más importante”.
Con el apoyo de la UCM se convirtió en la primera enfermera con grado de magíster en esa área de la Región del Maule, uno que obtuvo siendo madre de tres hijos, docente y viajando a Concepción los lunes a primera hora y regresando los miércoles en la noche a cambiar pañales y a hacer tareas con Francisca, Ricardo y Valentina.
Mientras hacía su tesis, la sorprendió la abrupta muerte de la entonces directora de Escuela de Enfermería, la señora Ana Gajardo. Las autoridades consideraron que tenía las capacidades para asumir la dirección y con la espontaneidad de siempre, así recuerda su reacción a ese llamado: “¿Yo? Pero si tengo casi 20 años en la clínica, esto es otra cosa”. Pero decidió pronto: “como yo soy tan de desafíos, dije: ¡vamos!”.
Y de la dirección de Escuela pasó a la dirección del Departamento, luego a liderar el proyecto Mecesup con el cual se financió la construcción del edificio anexo a la Facultad y, finalmente, al decanato desde 2006 gracias al voto de sus colegas.
“Nunca he encontrado que por ser mujer se me haya dificultado las cosas. Considero que hombres y mujeres estamos en el mismo plano”. Y es que para Sara Herrera el trato igualitario es una premisa. “Nunca he puesto mi cargo por encima de otro ni los años de estudio por sobre nadie”. Eso lo saben quienes fueron testigos de las reuniones previas a la pandemia donde estafetas, profesionales, auxiliares, directores, asistentes y académicos, compartían un “tecito” con ella y alguna que otra preparación dulce con las que solía sorprender en los cumpleaños.
Sembrar para cosechar
¿Será esa su clave del éxito en su trayectoria?, le pregunto. “Yo creo que hay mucho de eso, el ser cercana a la gente es una de las cosas que ha facilitado mi gestión”, dice. Por eso quiere que la humanización se mantenga en la Universidad y que no se sacrifique con el crecimiento institucional.
Ese es el sello que ha dejado en todos los profesionales que ha formado, muchos de los cuales fueron sus colaboradores y quienes la consideran una “mentora”, una que conoce los nombres de todos y cada uno de los miembros de su Facultad, que también ha sido exigente, proactiva, ordenada y directa.
Su actuar recuerda la cita célebre de la educadora y religiosa dominica Gabriela de San Martín: “Suaves en el modo y firmes en el objeto”. Y aunque la aplica muy bien, Sara Herrera tiene su propia frase y la repite siempre a sus pupilos: “para cosechar hay que sembrar”.
Su equipo directivo la califica como alegre, auténtica y fuerte porque venció al cáncer con entereza y dando ejemplo de buen humor, resiliencia y profesionalismo. “Lo vi como una enfermedad crónica de la que tenía que salir adelante. Fue un llamado de atención a parar un poco y pude ver cosas que me enriquecieron”, asegura.
“Siempre he sido luchadora” recuerda. Una lucha que empezó desde el preescolar cuando defendía a su hermana mayor de niños insolentes, cuando tuvo que irse de casa muy niña a vivir con unos tíos en Santiago mientras su madre se recuperaba de una tuberculosis; cuando se encontró sola con tres hijos y decidió volver a su Talca natal a incorporarse al mundo académico; y cuando sorteó las dificultades a lo largo de su gestión, entre muchos otros episodios.
Hoy, ad portas de su jubilación y en la oficina donde guarda el Premio a la Mejor Enfermera, se le infla el pecho al decir que “soy una mujer muy satisfecha con mi vida. Tengo a mi madre con 93 años autovalente y lúcida, mis tres hijos felices, un compañero de vida que realmente es un compañero y me siento realizada totalmente a nivel profesional”.
“Le pido a Dios que me acompañe la salud porque quiero hacer muchas cosas, dedicarme a mis hijos y a mis nietos y a leer porque siempre tengo un libro que me está esperando”, añade. Aunque asegura que quiere bajar el ritmo y descansar, tiene tantas ideas y ganas de seguir aportando a la comunidad que seguramente comenzará a liderar algún proyecto donde dejará huella. Ella lo sabe y quienes la conocemos también.