Profesora y misionera en Cuba: Así es la vida de servicio y entrega de Sor Brohana, Alumni Destacada UCM - Universidad Católica del Maule
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Profesora y misionera en Cuba: Así es la vida de servicio y entrega de Sor Brohana, Alumni Destacada UCM

Profesora y misionera en Cuba: Así es la vida de servicio y entrega de Sor Brohana, Alumni Destacada UCM
2 May 2024

En un mundo cada vez más complejo y desafiante, las voces de aquellos que dedican sus vidas al servicio de los demás resuenan con una fuerza particular. Brohana Priscilla Angulo Saldivia (Sor Brohana), egresada de la Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule, es una de esas voces. A través de su labor como educadora y misionera en La Habana, Cuba, ha dejado una huella indeleble en las comunidades a las que ha servido.

Nacida en Punta Arenas, Chile, el 22 de febrero de 1982, Sor Brohana sintió el llamado a la vida consagrada desde muy temprana edad. Ingresó a la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora a los 18 años tras participar en un campamento vocacional que cambió el rumbo de su vida. Desde entonces, ha recorrido un camino lleno de desafíos y bendiciones, guiada por su fe inquebrantable y su profundo compromiso con la educación.

Sor Brohana, cuéntenos un poco sobre su vocación religiosa y cómo llegó a sentir el llamado a la vida consagrada.

La primera llamada que experimenté de Dios fue a pertenecer a la Iglesia católica, en una comunidad de base, en mi natal ciudad de Punta Arenas, en donde junto a mi familia pasamos a formar parte de esta comunidad y, por ende, a participar de cada experiencia que el Señor nos iba regalando, sobre todo en la vivencia de los sacramentos y en el trabajo apostólico con niños y adolescentes, tenía 9 años. Posteriormente, al ingresar en la etapa escolar de la enseñanza media a un colegio de la Hijas de María Auxiliadora, conocí a las hermanas de mi congregación, pero no tenía interés por formar parte de su familia religiosa, mis intereses iban por participar en las actividades de la pastoral y en la formación de líderes, llegando a ser presidenta del centro de alumnas. Es a través de las diversas experiencias vividas en estas áreas que, en el último mes de este ciclo de enseñanza media, me aventuré a participar de una experiencia llamada ‘campamento vocacional’, donde finalmente me hice la pregunta: ¿Yo podría ser religiosa? Tenía en mi corazón otros intereses de estudios superiores en pedagogía y de continuar en el área política, siendo líder joven en mi ciudad, pero Dios tocó más fuerte mi corazón e hice la opción, entre tanta oportunidad buena, de darle más espacio a Él y abrirme a escuchar qué quería Dios de mi vida. Tenía 18 años recién cumplidos cuando ingresé a la casa de formación ‘Aspirantado’, ubicada en Santiago.

Allí, junto a otras compañeras de formación, iniciamos este período de ‘orientación y discernimiento’. Al mismo tiempo iniciábamos los estudios en Pedagogía en Religión en el extinto Instituto Profesional Hogar Catequístico, lo que complementaba nuestra formación para luego desarrollar nuestra misión como profesoras en las obras que tiene la congregación en Chile. Esto fue durante el 2000 y 2001. Entre el 2002 y 2003 congelamos nuestros estudios para realizar la etapa del noviciado, y ya para el año 2004 recibimos los primeros votos religiosos: castidad, pobreza y obediencia. Es en este año que llego a formar parte de la comunidad religiosa del Colegio María Mazzarello de Talca. Por seis años viví en esta ciudad realizando la misión encomendada y, a su vez, estudiando Pedagogía en Religión y Filosofía en la Universidad Católica del Maule. Finalmente, en el 2010, fui trasladada a mi natal Punta Arenas, al colegio donde realicé mis estudios secundarios y allí realicé los votos perpetuos, como consagrada para siempre al Señor.

¿Qué la motivó a estudiar Pedagogía en Religión y Filosofía en la Universidad Católica del Maule?

La motivación para estudiar la carrera en un primer momento fue más desde lo externo que una opción personal. Como me encontraba viviendo mi primer año de religiosa en la ciudad de Talca, a nivel de congregación se me pidió ingresar a la UCM vía admisión especial durante el segundo semestre del 2004 para conocer algunos ramos de la carrera Pedagogía en Religión y Filosofía. Al año siguiente ingresé al primer año de manera formal y comencé a conocer y a encontrar cierta sintonía con la carrera a estudiar. En definitiva, fue la obediencia a la superiora de aquel tiempo lo que me llevó a ingresar a estudiar esta carrera. Con el pasar de los primeros meses fui descubriendo la importancia que tiene para la educación de los niños complementar estas dos áreas del saber y así formar personas más integras.

¿Cómo fue su experiencia como estudiante en nuestra Facultad? ¿Qué recuerdos o aprendizajes significativos atesora de esa etapa?

Mi experiencia en la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas como estudiante de Pedagogía en Religión y Filosofía fue muy enriquecedora. Tuve el privilegio de contar con un grupo grande de compañeros, lo que me permitió adentrarme aún más en la importancia que tiene esta opción de la pedagogía. A su vez, el tener algunas asignaturas con alumnos de niveles superiores me abrió aún más a la riqueza del aprendizaje por las distintas experiencias que cada nivel conlleva. También tuve la oportunidad de compartir con alumnos de otras carreras de la Universidad, al realizar una certificación como complemento de lo que estábamos estudiando y en esa formación también realizamos algunas acciones en terreno de carácter pedagógico.

Con relación a los docentes que guiaron mi formación, guardo gratitud por cada uno y recuerdo que varios de ellos eran emblemáticos en nuestra Universidad por su trayectoria como docentes universitarios. Recuerdo que fueron personas muy preparadas, que habían alcanzado los más altos grados académicos en su formación profesional, sin embargo, su vinculación con los alumnos era cercana e interesada por nuestra persona, preocupados de que alcanzáramos los estándares educativos que proponía la malla curricular y llanos al diálogo, a la confrontación y a la discusión de temáticas que eran relevantes en aquellos años como, por ejemplo, la integración de las nuevas tecnologías al plan curricular, el cambio del programa de religión a nivel nacional, una filosofía más aplicada a la realidad, la inserción de nuevas metodologías aplicadas en las clases y en la forma de hacer evaluaciones.

Era de gran importancia llevar a la práctica lo que estudiábamos, por ello las prácticas en los colegios se realizaban desde los primeros años de estudios. Sentía que había un énfasis fuerte por hacer en nuestras prácticas pedagógicas una integración con lo pastoral, fueron los años de la realización de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe o ‘Conferencia de Aparecida’ y la Facultad trató de llevar adelante el mensaje “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos tengan en Él vida”, propiciando esas instancias misioneras mediante las prácticas pedagógicas.

Después de egresar, ¿cómo fue su camino hacia la misión en Cuba?

Desde el 2010 presté mi servicio como profesora de religión y coordinadora de pastoral en diversas instituciones a lo largo de nuestro país. En algún colegio también desempeñé el rol de representante legal, así también pude realizar una experiencia pedagógica en un instituto profesional como profesora de ética profesional. Los últimos años, antes de partir de Chile, tuve la riqueza de formar parte de la Fundación Beata Laura Vicuña, perteneciente a nuestra congregación, la que atiende a niñas y niños vulnerados en sus derechos. Allí pude desempeñarme como directora ejecutiva, resaltando la labor social con especial atención a nuestro sello educativo pastoral en diálogo constante con la sociedad civil y con otras instancias que acompañan este tipo de obras. Por último, durante el año 2020, se me pidió realizar el servicio de directora pedagógica en una escuela vulnerable en el sur de Chile, el año del Covid. Fue una experiencia de innovación ante la realidad que estábamos viviendo. También fui profesora de religión con un grupo octavo básico.

En cada lugar, en el contacto con las personas, los niños y sus familias, he podido encontrar la presencia de Dios, en creyentes y no creyentes. Cada uno tiene en su corazón el deseo de lo trascendente, aunque no lo reconozca presente en su vida. Junto a la comunidad religiosa o educativa hemos podido transformar corazones y unir fuerzas para devolver la dignidad a quien la ha perdido. Sobre todo, en los centros educativos de formación profesional, con las y los niños vulnerados en sus derechos, con las familias que buscan contención y apoyo ante las dificultades que tienen, en la búsqueda de mejora continua para apoyar el aprendizaje de quienes tienen muchas capacidades, pero no cuentan con oportunidades. En esos espacios veo que he tenido muchos desafíos y a su vez bendiciones, al ver el crecimiento y desarrollo integral de la persona.

Como misionera Ad Gentes en La Habana, Cuba, descubro que mi ‘ser educadora’ se inserta en una realidad distinta, pero con un común denominador a otras realidades: los pequeños, los adolescentes, los jóvenes se abren a aprender cuando los educas con amor; testimoniando la coherencia, respeto, acogida y cuando les muestras que ellos, desde su particularidad, pueden dar mucho a la sociedad donde viven. En un contexto descristianizado, he encontrado gran apertura a Dios, sea por necesidad de esperanza en alguien o porque las personas lo buscan desde su interior. Con ellos he podido ir haciendo camino de acompañamiento, fortaleciendo incluso mis propias convicciones de vida y fe, integrándolas aún más y buscando juntos ser fieles al proyecto de Dios para con cada uno.

Como educadora y religiosa, ¿cuál cree que es el aporte más valioso que puede brindar a las comunidades donde sirve?

Con todos los alumnos me he esforzado en desarrollar siempre la conciencia crítica, el que trabajen la capacidad de diálogo, de encontrar puntos de acuerdo, aun en las diferencias. A través de la personalización, les he podido acompañar en su construcción como persona, para que sean personas rectas, que se valoran, que descubran sus principios, que entren en diálogo con lo distinto y se abran a la presencia de Dios en lo cotidiano.

Con los educadores he aprendido a trabajar en equipo y, por ende, a potenciar su liderazgo, teniendo como meta brindar una educación de calidad, incluso en contextos difíciles o muy vulnerables.

En las comunidades cristianas mi aporte más significativo ha sido el diálogo, el trabajar en equipo, encontrándonos con Dios en lo cotidiano. Trabajando en integrar a las personas que llegan en busca de algo distinto, en busca de algo que les dé esperanza ante las dificultades que encuentran. Siempre ‘educar con el corazón’, poniendo a disposición lo recibido y procurando ser un ente que aporta en la formación integral de las personas, buscando apoyo junto a otros organismos, con el compromiso de sostener la vida de quienes se nos confía.

¿De qué manera la formación recibida en la UCM le ha servido para su vida como religiosa consagrada y misionera?

La formación recibida me ha servido para poder ser un ‘puente’ o una mediación entre el mundo religioso y el laical o el no creyente. Con las distintas clases recibidas, experiencias formativas, actividades pastorales y el compartir el día a día en los pasillos de la Universidad, pude seguir potenciando en mí lo que Dios me pedía: ser una mediación entre los puntos opuestos, desconocidos y/o que están en conflictos por distintas razones. Esta formación potenció en mi esa capacidad de acompañar la vida de quien o quienes se me confían, con el respeto debido, con la creatividad que promueve el ser y el hacer, testimoniando que es posible vivir la comunión, en la diversidad, pero sobre todo porque vivimos el mandamiento del amor, que habita en cada persona.

Gracias a esta casa de estudios por toda la riqueza que entrega a sus estudiantes con el fin de aportar a la sociedad profesionales que amen su profesión y la desarrollen con calidad y pasión, como apóstoles del Reino.

¿Hay alguna anécdota o experiencia particular que quisiera compartir con nosotros, que ilustre el impacto de su labor?

Recuerdo cuando fui a realizar clases de ética profesional a un instituto de educación superior. Estaba jovencita, recién llegada a la ciudad, y no sabía que yo iba en reemplazo del tercer profesor desvinculado de ese curso de formación general. Cuando ingreso a la sala de clases, había alrededor de cuarenta alumnos de diferentes carreras, la impresión fue grande para ellos y para mí: para ellos porque llegaba una “monja”, para mí porque era la porción privilegiada de nuestro carisma, “jóvenes de 19 o 20 años”, muy desafiantes con su postura externa y luego con sus confrontaciones en el desarrollo de las clases. Al finalizar ese año de estudio logramos, que todos aprobaran, llegaron a comprender la filosofía, integrarla en su reflexión personal y comprendieron que la ética profesional de toda persona es la base para su desempeño y desarrollo de su éxito en la labor que realicen en su vida.

El 11 de octubre de 2019, ante la fuerza que cobró el canto “El baile de los que sobran” en el estallido social de nuestro país, recibí por parte de varias exalumnas mensajes en mis redes sociales, que decían algo así: “Usted, nos enseñó en sus clases de cultura religiosa a pensar, reflexionar y ser propositivas. Lo recuerdo por el análisis que hicimos una vez de la canción que hoy suena fuertemente”. Por lo general, utilizo en el contexto donde me encuentro algún medio audiovisual, que permita abrir el diálogo ante algún tema a profundizar. Me dio mucha alegría que después de algunos años, exalumnas me agradecieran por ayudarles a pensar en quiénes querían ser en su futuro y ayudarles posteriormente en su realización personal.

Así también podría contar varias experiencias de trabajo en equipo que nos permitieron reconocimientos a nivel de comunidad educativa por parte de empresas e instituciones estatales, pero por ahora mejor resalto esas dos pequeñas experiencias.

¿Qué consejos daría a los estudiantes de Pedagogía en Religión y Filosofía para que aprovechen al máximo su formación?

Los animaría a seguir estudiando con responsabilidad y pasión esta carrera, porque junto con aspirar obtener un grado académico y un título profesional, Pedagogía en Religión y Filosofía ayuda en muchos aspectos a conseguir el triunfo más grande a nivel personal: desarrollar el propio proyecto de vida.

Les aconsejaría a combinar los estudios con la experiencia laboral. A lo largo de los años que estudié, fui poniendo en práctica lo aprendido en cada uno de los ámbitos en que me desempeñé y eso fortaleció mi formación como persona y como profesional.

Les invitaría a vivir la universidad en comunidad. Es decir, a que compartan con sus compañeros de generación y de otras carreras, a que conozcan a sus profesores, a que vivan con alegría el encuentro en cada una de las actividades que se les invita a participar, como celebraciones litúrgicas, retiros, encuentros, formación de líderes, entre otros.

Les pediría también a que desde el inicio de la carrera se involucren en la realidad de nuestro país, conociendo la historia, la geografía, la cultura, los movimientos sociales, económicos, políticos y religiosos, para que sean capaces de analizarla críticamente y sean propositivos para buscar soluciones a las problemáticas que se presenten en el país y en el mundo.

Finalmente, les invitaría a dialogar con sus profesores, ser cercanos a ellos para poder aprender y aprovechar al máximo de su calidad profesional, sobre todo de su persona; y a ser educadores que se dejen guiar por el gran Maestro de la vida, Jesús, a través de la oración cotidiana y la vivencia de los sacramentos.

“Las opiniones vertidas en esta entrevista son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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