Potenciar los diferentes talentos en la sociedad y acercar a la familia a la escuela son claves para minimizar el abandono escolar
La Dra. Donatila Ferrada, directora del Centro de Investigación en Educación Para la Justicia Social (CIEJUS) de la Universidad Católica del Maule (UCM) abordó la importancia de la justicia social para la inclusión escolar.
Según cifras del Ministerio de Educación, en el año 2020 en Chile, la deserción escolar alcanzó su registro más alto en los últimos cinco años, llegando a un 1,6% del alumnado, equivalente a 47.686 estudiantes. Y, en este 2021, las cifras entregadas por el mismo organismo reflejan que otros 39.498 niños y niñas no se matricularon en ningún establecimiento educativo. En la Región del Maule, la deserción escolar ha alcanzado un 0.8 % de la matrícula, equivalente a 1.509 alumnos, de las cuales 913 son hombres y 596 son mujeres.
Para abordar el tema entrevistamos a la Dra. Donatila Ferrada, directora del Centro de Investigación en Educación para la Justicia Social (CIEJUS) de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica del Maule, quien prefiere referirse a exclusión escolar en lugar de deserción escolar, por tener una connotación negativa, que responsabiliza solo al estudiante de abandonar la escuela y de traicionar la institucionalidad. “Cuando hablamos de exclusión social, la percepción es distinta, se hace desde una mirada, de una comprensión sistémica mucho más amplia, es decir, no es solamente responsabilidad del alumno que abandona la escuela, sino también de un sistema que propicia que las personas vayan abandonando la escolaridad”, afirmó.
La investigadora refirió que, Chile es un país con baja tasa de abandono escolar comparado con otros, ya que tiene un 1,4 %, mientras que, a nivel internacional, la tasa de abandono promedio de la OCDE es de un 14%. Sin embargo, puntualizó que la exclusión escolar se ha visto acrecentada durante la crisis social y sanitaria, principalmente por la interrupción prolongada de las clases y el confinamiento, ya que se dificulta la mantención del vínculo del establecimiento con sus estudiantes.
“La conexión a internet en Chile es alta, sobre 90% de la población, pero la brecha surge, porque no es solo tener un aparato conectado a internet, sino que en una misma casa puede haber cinco personas que requieren estar conectadas, y según estudios, algunas familias no cuentan con las habilidades que se requieren para el manejo de las tecnologías, entonces no es suficiente la conexión, sino también se requieren las capacidades para hacer uso de las plataformas tecnológicas que se disponen para la actividad educativa, ello va sumando para favorecer el abandono escolar”, expuso.
La Dra. Ferrada explicó que la exclusión escolar es un fenómeno multicausal, que contempla factores individuales, de la institución escolar y contextuales. “La causa de la ´deserción´ escolar es multifactorial, entre ellos están, por ejemplo, a nivel individual, el propio desinterés del escolar, las habilidades cognitivas. A nivel de la escuela, puede ser que se produzcan pocas posibilidades de socialización en la escuela, situaciones de agresión como el estudiante que sufre bullying y son rechazados. Por otra parte, a nivel contextual, están, por ejemplo, están los efectos del deterioro económico que experimenta el país producto de la pandemia, lo cual puede precarizar la situación de las familias y surgir la necesidad de trabajar para cooperar con el ingreso familiar, especialmente en contextos de vulnerabilidad, también están los efectos y las condiciones en las cuales se vive el confinamiento que puede provocar estrés, angustia y depresión entre los y las estudiantes#, detalló.
La directora del CIEJUS de la UCM, también expresó que, en la región del Maule al 2021 hay dos comunas con alta exclusión social, Hualañé y Pelluhue, donde hay escuelas de alta vulnerabilidad socio económica; otro dato, es que estas comunas han tenido también un alto porcentaje de casos de Covid-19, lo que pone en evidencia la relación entre la pobreza y alta tasa de personas infectadas con la “deserción” escolar.
“Si hay más pobreza obviamente hay más dificultades para poder mantenerse asistiendo a una clase online en el tiempo. Por ello, el despliegue de las acciones a implementar, no solo deben considerar al estudiante y sus familias en sus contextos, sino que debe ser sistémico, es decir, a nivel de la institución escolar y en coordinación con todos los niveles de la administración educativa, y las otras instituciones dirigidas a abordar las problemáticas socioeconómicas”, sostuvo.
Amor y dialogo favorecen el aprendizaje
Además, la investigadora de la UCM destacó que el reconocimiento en la sociedad debe fundarse sobre la existencia de la pluralidad, lo cual implica diferentes racionalidades y distintas capacidades de los sujetos, por lo tanto, son impensables unos valores únicos y tradicionales que excluyen grupos humanos que luchan por ser reconocidos en una sociedad, por ello se debe poner el acento en los diferentes talentos que existe en la sociedad.
“A la escuela se le ha encomendado tres funciones: el desarrollo de la personalidad, la integración social y la transmisión de la cultura, pero el Estado neoliberal, se ha focalizado solo en esta última. Entonces, las prioridades, han estado en la transmisión de la cultura a través del currículum escolar, función relevante, por cierto, pero no suficiente. El desarrollo de la personalidad y la integración social, son aspecto prácticamente invisibilizados, no obstante, las problemáticas ligadas al desarrollo de la personalidad que manifiestan las y los escolares son cada vez más apremiantes, también lo son las fracturas sociales. De allí que los aprendizajes escolares deberían relevar de forma especial estos ámbitos, pues en la escuela se producen múltiples interacciones sociales que impactan a diario a estudiantes y docentes tanto en su identidad personal como en la colectiva”, argumentó la experta en ciencias de la Educación.
Para esto, para la doctora Ferrada es clave conocer qué tipo de convivencia tiene un determinado grupo o a una persona, qué aspectos lo están afectando negativa o positivamente, cómo se relacionan y distribuyen el poder las y los escolares, etc. “Deberían ser preocupaciones de toda escuela que busca las posibilidades de autorrealización de las personas y grupos, y de esta forma contribuir con la integración social. Para una educación con justicia social se requiere de escuelas que aborden estas tres funciones y que lo hagan desde espacios participativos, dialogantes con los docentes y sus estudiantes, pero también con la comunidad, por ejemplo, con personas que se consideran valiosas para una comunidad como portadoras de saberes y haceres”, afirmó.
Específicamente, desde la perspectiva de la justicia del reconocimiento recíproco, expuso la doctora Ferrada, “Esta educación debe basar sus interacciones sociales en relaciones afectivas recíprocas e igualitarias, que permitan generar y mantener ambientes amorosos, de acogida, cuidado y protección; en relaciones sociales que legitimen la igualdad de trato entre personas, colectivos, pueblos, entre otros; en relaciones sociales donde se validen todas las habilidades y talentos que portan las personas, con el objetivo que cada quien se auto comprenda como valioso y aportativo para su comunidad. En definitiva, cuando pensamos en una escuela con justicia social, imaginamos un espacio abierto a la comunidad y en dinamismo permanente con ella, plural, diverso, inclusivo, amoroso, democrático, seguro, paritario, recíproco, solidario”, cerró la investigadora.