Opinión:BREVES DE CIUDAD: GRANADAS
Francisco Letelier Troncoso, director de la Escuela de Sociología e investigador del Centro de Estudios Urbano Territoriales de la Universidad Católica del Maule.
(Publicada originalmente en Diario Talca)
Almuerzo familiar de domingo en casa de mis padres. Comenzaba a salir el sol. Una mujer y sus hijas pasan por la calle y se quedan mirando. Observan el granado, único sobreviviente del terremoto, porque la casa antigua fue demolida.
El granado siempre ha sido generoso con nosotros. Sus frutos enormes, rojos y jugosos embellecen el patio y en los tiempos de mi niñez generaba además un pequeño ingreso. Mi abuela ponía las granadas en una bandeja y las exhibía en la ventana que daba a la calle. Los estudiantes del colegio de la esquina pasaban a comprarlas diariamente.
La mujer que mira el granado es una de las niñas de la escuela. Mi padre se da cuenta y va a conversar con ellas. Las invita a pasar y hacemos una pausa en el almuerzo para recibirlas.
- “Cuando era niña y volvía del colegio le compraba granadas a su abuelita” – dice la mujer.
- ¿Y a sus hijas les gustan? – replica mi madre-
La mujer mira a sus niñas que asienten con una sonrisa. Mi madre va por unas granadas para dárselas. Todos nos emocionamos un poco. El almuerzo se ha convertido en un momento especial.
En mi opinión, experiencias como esta rompen la cotidianeidad. Nos abren a los otros y nos recuerdan que el sentido de la vida es el encuentro, la relación. Pero esto necesita que seamos permeables, como individuos, como familias y como comunidades. Yo tuve la suerte de crecer en una familia así, acogedora, abierta. Seguro que por eso terminé estudiando sociología.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.