Opinión: “Replanteando algunas perspectivas modernas”
Dr. Cristhian Almonacid Díaz, académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.
Esta reflexión que les comparto partió de una imagen que nos llegó a través de los medios de comunicación y las redes sociales. El vídeo era grabado desde un helicóptero que sobrevolaba la ciudad y mostraba la figura de un sacerdote con una imagen de la Virgen en la mano, bendiciendo desde al aire para encomendar, proteger y sanar a las personas en tiempos de pandemia. Sin ánimo de ofender la fe del pueblo ni a quienes este acto puede significar una legítima manifestación de fe que les reconforta, aquel acontecimiento me condujo a pensar en tiempos, que suponía, pretéritos. Conjeturo que, si en la Edad Media hubiese existido una capacidad de sobrevuelo sobre la población dentro de las murallas o más allá de ellas, la lucha contra las pandemias mediante el ritual del exorcismo hubiese fortalecido aún más el espíritu de las gentes en tiempos de calamidad.
Pero resulta que estamos en el siglo XXI y, bajo cierta perspectiva filosófica, podemos afirmar que la modernidad es un proyecto que está inacabado. En esta lógica y ante los actuales sucesos podríamos aprovechar de repensar algunas certezas que nos han pertrechado de la seguridad de mujeres y hombres modernos. O al menos así suponíamos que era, porque hasta ahora más bien habitamos un espacio de inestabilidad que pende de una modesta “esperanza” en que seremos capaces de encontrar la solución. Propongo, a modo de ejemplo, dos replanteamientos (como hay muchos otros) de las construcciones interpretativas en las que se sostiene nuestras ideas de modernidad y que resultan problematizadas desde la crisis pandémica de la que somos parte.
Uno de los rasgos del pensamiento moderno en efecto, es la independencia de la razón para fundar una autónoma conducción y dominio sobre el mundo. El sujeto moderno se ha comprendido a sí mismo como autosuficiente para enfrentar la realidad mediante la supuesta infalibilidad científica y la racionalidad técnica que le permite predecir y controlar el caos de las manifestaciones de la naturaleza. La actual pandemia parece derribar esa suficiencia, o al menos, parece fisurar el escudo protector que nos envolvía con la fuerza del todo lo podemos en la razón científica que nos guarda. Consignar nuestra indefensión en las actuales circunstancias es una oportunidad para fraguar una actitud más humilde y cuidadosa en relación con el medio natural del que dependemos.
Un segundo rasgo que ha marcado la modernidad es la superación de la absorción de las individualidades por parte de las rígidas estructuras sociales de la época medieval. La persona del medioevo se concentraba en la unidad de la organización que permitía la sobrevivencia colectiva por medio de la homogeneidad de las conductas de vida. La modernidad siempre se ha comprendido como el derribo de esa uniformidad para bregar por la libertad individual como unas de las más grandes faenas de esta época. Pero resulta que ahora esa individualidad exacerbada pone en riesgo las medidas de control sanitario gracias a aquellos que solo tienen en mente el propio interés sin importarles en lo más mínimo el bien común y sin ningún sentido de interdependencia con respecto al bienestar de los otros.
Nuestra vida en términos del aquí y ahora es una continuidad, posee avances y retrocesos. Difícilmente podemos establecer cortes en ese curso ininterrumpido. Bajo esta perspectiva, los actuales y complejos acontecimientos nos invitan a reconsiderar si es que existen límites rígidos para aquello que denominamos modernidad y si es que los conceptos que se han erigido como determinantes de lo que somos, son definitivos e inamovibles o si, por el contrario, pueden modificarse y templarse para mejor.
Sigue el podcast “Reflexiones Reflexiones éticas y bioéticas en tiempos de pandemia”:
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