Opinión: Piñera: entre el “No” ochentero y el “Apruebo” o el “Rechazo”. La encrucijada del especulador - Universidad Católica del Maule
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Opinión: Piñera: entre el “No” ochentero y el “Apruebo” o el “Rechazo”. La encrucijada del especulador

Opinión: Piñera: entre el “No” ochentero y el “Apruebo” o el “Rechazo”. La encrucijada del especulador
21 Ago 2020

Javier Agüero Águila, académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.

No es novedad para nadie el rendimiento estético-político-electoral que desde hace tres décadas Sebastián Piñera le ha estrujado a su voto por el “No” en el plebiscito de 1988 –qué decir de su biográfica y espuria simpatía con la Democracia Cristiana a la que siempre consideró retrógrada económicamente–. Plebiscito que, como sabemos, ganó el No y permitió despachar a Pinochet a un plano tan observante como peligroso, con el ojo de la serpiente muy activo, con movimientos de enlace y de todo tipo (“el león dormita, pero no duerme” señaló una vez). Es importante recordar que, posterior al triunfo del No, en las elecciones presidenciales del 89, Piñera fue el generalísimo, en un primer momento, de la campaña de Hernán Büchi, la que después pasó definitivamente a manos de Pablo Baraona, ex ministro de Pinochet y militante de Renovación Nacional, partido de souche (cepa) del actual Presidente de la República.

Aquí hay varios puntos que pueden plantearse. Primero lo conveniente que ha sido para Piñera, en cada una de sus candidaturas de todo tipo, aparecer como votante del No, lo que lo desplaza casi autómáticante a un centro ponderado, calibrado, que entiende perfectamente que el desarrollo del modelo neoliberal en su expresión más radicalizada debe tener, a la base, un gesto democrático superior, de altura, de estadista. Aparece, con Piñera, una sacralización del modelo en tanto se plasma en la ritualidad de un No fundacional, en una zona original que lo faculta y no lo capitula. Solo por decir No a Pinochet, su figura política reemplaza a las radicalidades, anula los añejos antagonismos y lo destapa como el paladín de un nuevo tiempo, de una derecha democrática, a la europea si se quiere y sin deudas con el pasado. Poco se habla de sus gambetas post-plebiscito del 88, cuando en primera instancia fue generalísimo de Büchi, como se dijo, y se codeó con la flora y nata del pinochetismo, apoyando a este candidato y salpicándose de todos los elogios posibles y potenciales a la “obra” del Gobierno Militar.

Pero el hombre sabe especular, tiene habilidad, la ha tenido al menos en el pasado para sacudirse sus reales convicciones y hacer jugar su bien afinado camaleonismo en favor de cálculos electorales que no podemos decir que le han traído malos dividendos: Senador, Presidente de Renovación Nacional y, en dos oportunidades, Presidente de la República. Para una parte importante de la derecha es su figura histórica y han visto en él la posibilidad de entrar en la política haciendo del modelo económico algo que su figura misma encarna, que está en su epidermis y que, por lo tanto, la ciudadanía no debe más que reproducir mientras lo admira y lo contempla. Él ha encarnado la figura del self made man, del “hazte tú mismo”, del “se tu propio mérito”, a fin de cuentas, la cristalización del neoliberalismo en un hombre que, hasta ahora, supo gestionar su performance y hacer creer a una buena parte de la población que, si se trabaja duro, con empeño y sin detenerse, todos podríamos ser ricos y exitosos, aunque Chile fuera la expresión rampante de una desigualdad tan estructural como insoportable, tan abusiva como cruel, a fin de cuentas, tan naturalizada como reificada.

Esto deja a nuestro especulador, al día de hoy, en la encrucijada.

Y la encrucijada tiene que ver con que el escenario del Apruebo o el Rechazo es completamente diferente a la del Sí o el No de los 80. Lo que está en juego al día de hoy no es la urgencia de sacar o no a un tirano, sino que más bien su obra, su legado y la forma en que durante décadas hemos sido gobernados por una Constitución ilegítima pero que, no obstante, ha definido no solo los lineamientos económicos y jurídicos de este país, sino que ha construido a un tipo de sujeto; la Constitución del 80 nos ha neoliberalizado desafiliándonos de la idea de lo “común”, de lo solidario y de lo colectivo. Algo que el mismo Piñera representa de manera precisa. Este es el real triunfo de este artefacto fáctico, hecho a la medida de quienes lo diseñaron y que desde el 18 de octubre pasado parece haber entrado en fase agónica.

Piñera, el ahora debilitado, el que parece no comprender nada, aunque insiste con su majadero híper-protagonismo robarse las opiniones y siempre querer dar su visión de lo que ocurre y lo que viene, está en esa fase de especulación. Por un lado, está tironeado por la derecha del Rechazo representado por un desbocado Allamand, por otro, por Desbordes, quien ha dejado en claro que llegó a la Moneda no para ser un chiche contemplativo, sino que, como siempre, con agenda propia y evidenciar su opción por el Apruebo.

¿Qué hará Piñera? Creo que se mueve entre dos posibilidades: el propio cálculo político y su ego.

Más allá de que deberá, si puede, controlar a sus huestes manejadas por dos fuerzas brutales como lo son Allamand y Desbordes, en su fuero de especulador brilla la esperanza y la ensoñación de que puede pasar a la historia como el presidente que cambió a Chile, que lo refundó y que bajo su mandato se abandonó, para que nunca vuelva, la sombre de Pinochet. Piñera desde siempre ha tenido intensión de ser estatua, monumento, de tener un lugar en la Plaza de la Constitución de cara a la Moneda junto a otros tantos presidentes metalizados.

Votará por el Apruebo, no porque sea la opción que más lo representa, sino porque su cálculo, al ser sometido a la historia grande, lo convence de que con este gesto puede entrar a la vitrina conspicua de los presidentes monumentalizados.

 

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

 

 

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