Opinión: “Pensamiento rememorante y el antídoto al negacionismo”
Dr. Cristhian Almonacid Díaz, director del Magíster en Ética y Formación Ciudadana de la Universidad Católica del Maule.
En democracia puedes construir y tener tu propia opinión. Una democracia sólida defenderá tu derecho a pensar en libertad y expresarte en consecuencia. Pero esa libertad en una democracia sana posee un límite: no puedes pretender construir tus propios hechos, alivianando o tergiversando para tus fines la historia patente. La dictadura militar en Chile persiguió políticamente, torturó, hizo desaparecer a personas, violó sistemáticamente los DDHH. Estos hechos han sido investigados, testimoniados, objetivados, judicializados y reconocidos internacionalmente. De manera que quien los niega, pretendiendo opinar democráticamente, al menos en Chile, comete un dolo moral fortísimo (recordemos que, en países efectivamente desarrollados, el negacionismo es un delito penado por ley).
Estas crecientes declaraciones en el espacio público nos obligan a reflexionar. Es un imperativo moral detenernos, para sopesar y calibrar la irrupción de una opción que juega al desbarajuste en el camino de aprendizaje (con avances y retrocesos) que hemos tenido en la defensa y respeto de los DDHH.
En una de mis últimas clases con las y los estudiantes del Magíster en Ética y Formación Ciudadana estuvimos hablando de la importancia que tiene el “pensamiento rememorante” para la transición perfectiva de los acontecimientos políticos concretos. Es decir, como la historia siempre enseña, ella se convierte en una coordenada fundamental para avanzar en el progreso político-moral de un país. El pensamiento rememorante es una condición existencial y más exigente que el ejercicio de un recuerdo. La idea proviene de la tradición filosófica hermenéutica y se traduce en la capacidad de un sujeto o comunidad para desplegar, a través de la narración de la memoria, la producción de nuevos y mejores escenarios. El pensamiento rememorante emerge de la memoria inscrita en el pasado y transita a un futuro reivindicador y comprometido con un proyecto social éticamente más óptimo.
Entonces, bajo la perspectiva de un pensamiento rememorante, el negacionismo es un punto de partida inviable para un proyecto político esperanzador. Con una conciencia histórica débil y una escasa autorreflexión memorística, emerge la duda que la historia de horror de violaciones a los DDHH no se vuelva a repetir. El aumento del discurso negacionista puede poner en riesgo las expectativas del futuro esplendor que buscamos. Por esta razón, necesitamos tomar conciencia del tipo de pensamiento que requerimos cultivar para fundar la estructura humanizadora desde la cual queremos construir el país que soñamos.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.