Opinión: "No acostumbrarse" - Universidad Católica del Maule
Trigger

Opinión: “No acostumbrarse”

Opinión: “No acostumbrarse”
21 Jul 2020

América Opazo, Doctora © en Estudios Americanos, directora Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica del Maule.

La frase distanciamiento social ha calado con fuerza en nuestro vocabulario cotidiano desde marzo de 2020 y con ello ha venido la transformación de muchas de nuestras actividades diarias. Ya no nos saludamos con besos en las mejillas o con apretones de manos, empezamos a mantener una distancia de al menos un metro entre personas e incluso, el uso de mascarillas se hace parte de nuestro atuendo, y sin ellas no podemos salir, tal como lo hacemos con nuestras carteras o mochilas.

Al detenerme en el uso de las mascarillas, más allá del tema sanitario y prevención de contagios de COVID19, éstos implementos, de distintos colores, tamaños y diseños, han inundado nuestros tránsitos como peatones, dejando al descubierto solo nuestros ojos que expresan parte de nuestro sentir en tiempos inciertos de pandemia. No olvidemos que nos conocemos a través de las miradas, nos saludamos desde la distancia y muchas veces pasamos desapercibidos.

Sabemos que estas medidas sanitarias de distanciamiento social y el uso de mascarillas nos han llevado a limitar acciones de libertad a los que estábamos acostumbrados, y que espontáneamente sentíamos tan natural el poder transitar por una plaza, o ir a la playa. Hoy no lo podemos hacer, sabemos que eso constituye un acto de consideración por nosotros mismos y por quienes nos rodean, configurándose como un gesto de cuidado y autocuidado.  Sabemos que las consecuencias más dolorosas que nos deja este virus, es la pérdida de un ser querido, un vecino, una vecina, un padre o una madre, un amigo o una amiga.

Cuando se vive en el campo, la literatura tradicional sobre ruralidad plantea que los lazos comunitarios son más estrechos. Cuando una persona de una comunidad campesina fallece, su velorio generalmente se realiza en su casa y el rito de la despedida, puede durar hasta unas cuarenta y ocho horas. Todos los vecinos y vecinas nos acercamos, compartimos, conversamos, nos reímos y lloramos, pero por sobre todo se acompaña al féretro velándolo toda la noche. En distanciamiento social nada de esto puede pasar, ni siquiera se hace posible abrir una iglesia.

Para los creyentes, sabemos que Dios está en todas partes, pero en una comunidad rural, acceder a una iglesia se constituye en el penúltimo cierre del proceso de despedida hasta llegar hasta la última morada en el cementerio. En distanciamiento social, y según nuestro rito católico, darnos la paz entre vecinos y vecinas no fue posible, pero por nuestros ojos, la emoción de la despedida se manifiesta y se comunica.

Sabemos que ya vendrán nuevos días, ya se abrirán iglesias y escucharemos campanas batir o hermanos evangélicos con sus guitarras transitar por las tranquilas calles de un domingo de un pueblo rural.

La comunidad cambia, se reconfigura, se habitúa, pero no se acostumbra a esta nueva realidad, sino que como comunidad permanece, recuerda, siente.

En memoria de nuestro querido vecino, que por años compartió con diversas generaciones de nuestra comunidad de San Gerardo, Río Claro.

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

EnglishFrançaisDeutschहिन्दीPortuguêsEspañol