Opinión: “Los miedos que acarrea la crisis sanitaria”
Fernando Codoceo, Dr. en ciencias políticas e investigador de proyectos FIC: Migración y Educación y Migración y Salud de la Universidad Católica del Maule.
Al momento de escribir esta columna de opinión se registran poco más de 227 mil muertes en el mundo por contagio del Coronavirus Covid-19. Pese a que la cifra es escalofriante, desde distintos horizontes se proporcionan perspectivas que buscan poner en contexto la verdadera profundidad de la pandemia.
Esta sería no solo epidemiológica, sino que, a través de ella, hemos podido evidenciar nuevamente la fragilidad y la precarización de nuestros sistemas sociales y lo que ello significa para la vida humana.
Es el miedo lo que mayormente define esta crisis sanitaria, miedo a la muerte, a las amenazas del despido laboral, a los portadores del virus, a la incertidumbre, a perder el estatus, a lo que pueda suceder con nuestros hijos, en definitiva, miedo al futuro.
Y como siempre sucede, las crisis siempre encuentran un “otro” donde descargar el rencor y el miedo a las amenazas. A veces se expresa a través de la violencia directa y, otras tantas, de una manera más mediática y simbólica, pero no menos dañina.
En Chile, como en otras partes del mundo, son las familias inmigrantes las que se han convertido en sospechosas y eso las transforma en uno de los grupos sociales especialmente expuestos a los efectos sanitarios y sociales de la pandemia. El virus nos amenaza a cada uno de nosotros, pero, además recae sobre ellos la violencia de los estigmas, la mayor vulnerabilidad social en la que viven y el menor acceso que tienen a la red pública.
Los proyectos FIC en migración y educación y migración y salud, que se ejecutan actualmente en la Región bajo la dirección de la Facultad de Ciencias de la Educación y el Centro de Estudios para la Inclusión Intercultural de la Universidad Católica del Maule, han logrado sistematizar importante información existente respecto del estado social en que se hayan las familias inmigrantes. Sabemos, por ejemplo, que, en el caso de las familias haitianas, las mujeres que son jefas del núcleo familiar alcanza al 42,9%; que los hogares tendrían un 57% de allegamiento interno y un 22,9% de hacinamiento; que el 40% de ellos posee carencia de adscripción al sistema de salud y un 62,9% en ocupación; es decir, un 62,9% carece de trato igualitario y lo que es peor, el 73,7% de los maulinos cree que la inmigración debiera disminuir.
Algo pasa en nosotros que como sociedad estamos algo enloquecidos y eso viene pasando hace mucho más que apareciera la pandemia. El año 2017, para no ir más lejos, en el informe anual sobre el estado de los Derechos Humanos en Chile se consignaba, con preocupación, que “Un tercio de la población piensa que la mayoría o gran parte de los chilenos considera ser más blanco que otras personas de países latinoamericanos” …desde alguna parte nos han hecho creer que somos distintos, que estamos por arriba, miramos con desprecio a nuestros iguales, perdiendo la dirección ética de la vida que debe acompañar al cuerpo social.
La inmigración constituye un derecho humano fundamental, pero también es cierto que mucha de ella es un efecto de lo que Galtung denomina la violencia estructural…Hoy es tiempo en que se debe hacer más para que los Estados tomen medidas excepcionales de protección en favor de los grupos sociales más golpeados, es el momento en que hablar de la vulnerabildad social debe dejar de ser solo un pasatiempo teórico especulativo, para pasar a ser un compromiso ético más activo, más despierto y más conectado compresivamente con el otro.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.