Opinión: "Las muertes de Giorgio" - Universidad Católica del Maule
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Opinión: “Las muertes de Giorgio”

Opinión: “Las muertes de Giorgio”
17 Ago 2023

Javier Agüero Águila, académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.

(Publicado originalmente en Le Monde Diplomatique)

Existe una frase de Winston Churchill –entre muchas que nos heredó para entender el mundo, la guerra, el incendio de la política, en fin– que siempre admiré por su precisión al tiempo que me intrigó por su eléctrica semántica, decía: “La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez”.

Así, ir a la guerra implicaría un solo desgarro, una sola y última pulsión que nos atrae y nos dispara a la muerte y, entonces, al fin, a lo terminado, a lo biodegradado. En este sentido, la guerra es promesa de un cierto no-retorno que nos transformará en mártires o en canallas, en héroes o en villanos, pero, como sea, será solo una vez la que deambularemos por ese limbo vaporoso y, lo mejor, es que no habrá que dar excusas, recibir los vítores o los escupitajos porque todo se habrá acabado y no hay ninguna experiencia por la cual atravesar, sufrir la humillación o volverse estatua.

Pero la política no, y es, siguiendo a Churchill, el reverso de la guerra. En política se puede morir múltiples veces y cada muerte le lleva una secuela; una tras otra. Secuelas que marcan, se imprimen, se archivan, y que en innumerables marchas fúnebres se acumulan transformándose en el acopio de una vergüenza. Entonces, la gran mala noticia, es que se resucita, en espiral interminable, para volver a ser acribillado, linchado, lanzado a la plaza pública y así exhibir el cadáver saciando la sed de una venganza que solo fue aplacada en el carnívoro proceso del sacrificio; el mismo que trae de vuelta una suerte de paz armada en la que la política encuentra su perímetro natural y puede, de esta forma, continuar.

A Giorgio Jackson le tocó morir por segunda vez (y seguro no será la última). Desde el momento tántrico en el que se sedujo por su propia alquimia moral del joven sin pecado, no fue sino el cebo, la pista de caza, el conejo en el canódromo de gran parte de la clase política que vio en él la posibilidad de ajustar el deseo tanático de la venganza. De esta forma, Boric no tuvo más que sacarlo de la SEGPRES (muerte 1) y lanzarlo fuera del anillo del poder medular del gobierno, pero consolándolo con el Ministerio de Desarrollo Social. Sin embargo, con este desplazamiento no se acabó, ni de asomo, el hambre ominosa de la jauría que ya le había soltado la muerte nuevamente y que no dejaría que su altanería manceba discurriera sin cobrársela, sin cogotearlo, sin ponerle el navajazo en el corazón de la noche y en una calle ni tan oscura, porque también lo subieron al cadalso a plena luz del día. Entonces acusación constitucional –la segunda– y, ante ésta, renuncia de Giorgio; formalmente adiós al gobierno que ayudó a formar y a construir (muerte 2).

El filósofo René Girard escribía en su libro La violencia y lo sagrado (1972) que “Sólo es posible engañar la violencia en la medida de que no se la prive de cualquier salida, o se le ofrezca algo que llevarse a la boca”. Pues bien, para detener la violencia de la venganza, en el caso de Jackson, hubo que darle a la política algo para fagocitar, algo que fue él mismo. No es que la violencia con esto desaparezca, sino que, como algunos insectos, vuelve a su crisálida, a una suerte de hibernación, en el que su hambre es intersticialmente aplacada pero que siempre estará al acecho, espectralmente, pero ahí, en el amago de que puede volver a desmadrarse como una furia omnívora que buscará su ración de sacrificio; de lo contrario: la venganza total. Con esto, al menos por un tiempo, la violencia dormirá satisfecha.

Lo de Jackson no fue “un gesto de generosidad” como se acostumbra decir en estas situaciones tan propias del “buencriancismo” del léxico político. Tampoco que “dio un paso al costado por el bien del país”… nada; solo lugares comunes, escenas ultra-revisitadas que se resuelven como ritos útiles para esconder los verdaderos patrones de la política: violencia, venganza, sacrificio. Y así…

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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