Opinión: “La otra pandemia que se nos viene”
Dr. Patricio Maragaño Lizama, cardiólogo intervencionista del Hospital Regional de Talca y académico del Departamento de Ciencias Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Maule.
A propósito de la publicación en el European Heart Journal, sobre una encuesta mundial a cardiólogos y enfermeras cardiovasculares de seis continentes, sobre su percepción de la realidad local de sus hospitales respecto a cómo la pandemia de Covid-19 ha influído sobre la atención de pacientes consultantes con patologías cardiovasculares graves (infartos al miocardio y accidentes cerebrovasculares). En términos generales, esta encuesta viene a confirmar la percepción de todos quienes trabajamos a diario con pacientes que están cursando Infartos al Miocardio (IAM), en términos que hacen referencia a una preocupante disminución de las atenciones hospitalarias por estas patologías, con tasas de disminución de incluso más de un 40% en las prestaciones asociadas a estas enfermedades.
Desde el inicio de la pandemia Covid-19, cardiólogos de todo el mundo han alertado a la comunidad científica mundial sobre la disminución de los ingresos hospitalarios por enfermedades cardiovasculares. Lamentablemente, esta disminución de las consultas no parece deberse a una disminución en la incidencia de estas enfermedades potencialmente mortales, de hecho, ha ido de la mano de aumento en los reportes de muertes súbitas domiciliarias en dos o incluso tres veces en tiempos de pandemia, respecto a lo observado en el mismo período del año anterior.
Por otro lado, existe creciente evidencia de que los pacientes que consultan por algún tipo de enfermedad cardiovascular, lo hace con un tiempo de demora muy superior a lo recomendado y a lo observado en la prepandemia, lo cual hace menos efectivas las terapias de tratamiento de estas dolencias, la mayoría de las cuales son claramente “tiempo-dependientes”, ello ha traído consigo un aumento en el riesgo de muerte debido a complicaciones graves y un aumento en las secuelas definitivas como puede ser la insuficiencia cardiaca invalidante.
Muchos pueden ser los motivos para explicar lo detallado en los párrafos previos, desde el temor al contagio, el estado de confinamiento, la ocupación y “preocupación” del sistema sanitario pleno en la pandemia y sus consecuencias, estado de estrés permanente por el alejamiento de las familias, por las situación económica, hasta cambios en hábitos (aumento del consumo de cigarrillo y alcohol), disminución de la actividad física, menor acceso a fármacos de uso crónico, menor acceso a controles médicos preventivos y probablemente hayan muchos otros factores.
Lo cierto es que no podemos dimensionar todavía todas las consecuencias sanitarias en el área cardiovascular, que tendrá una pandemia que está muy lejos de terminar y es muy probable que suframos un retroceso al pasado en 40 o 50 años en lo que se refiere a tasas de mortalidad y morbilidad cardiovascular.
Sería recomendable, en la medida de lo posible que:
– Retomemos hábitos de vida saludable
– Los pacientes en tratamiento continúen con sus terapias habituales
– Se retomen los controles de prevención cardiovascular
– Se realicen chequeos preventivos a pacientes en situación de riesgo cardiovascular
– Frente a la aparición de síntomas de alerta como dolor al pecho o dificultad para respirar sin causa aparente, se realice una consulta precoz en el sistema de salud.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.