Opinión: "La ilusa pasión por la normalidad" - Universidad Católica del Maule
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Opinión: “La ilusa pasión por la normalidad”

Opinión: “La ilusa pasión por la normalidad”
29 Abr 2020

Benoit Mathot, director del Departamento de Teología y del Centro de Investigación en Religión y Sociedad (CIRS) de la Universidad Católica del Maule.

Estos últimos días, un nuevo concepto surgió de la agenda del Presidente de la República Sebastián Piñera: la nueva normalidad. Por una parte, a través de este concepto problemático, que fue después transformado en “plan de retorno seguro”, el mandatario expresó el deseo más profundo de muchos ciudadanos en el contexto de la crisis sanitaria que está afectando nuestro país.

En efecto, ¿cómo no aspirar a una cierta regularización de las condiciones de existencia, ya sea a nivel personal, educacional, económico? es decir: ¿a un cierto retorno de la vida cotidiana, mediante el estricto respeto de las medidas sanitarias? Por supuesto, aspiramos a una cierta regularización (no de nuestras vidas, sino de nuestras condiciones de existencia), eso sí, y más que nunca. Sin embargo, si el concepto de “normalidad” intenta expresar una aspiración que compartimos todos, indica al mismo tiempo más y otras cosas.

La palabra normalidad nos sugiere una serie cuestiones como, por ejemplo: ¿de qué normalidad hablamos? En efecto, universalizar y naturalizar este deseo de retorno a la normalidad sería olvidar que para muchas personas la supuesta “normalidad” significa, antes de todo, sufrir condiciones de vida, de salud y de trabajo indignas de un país –¿supuestamente? – desarrollado como Chile. Segundo, ¿en qué medida la nueva normalidad será verdaderamente nueva? ¿No sería más bien, la misma normalidad de siempre, pero con condiciones de austeridad aún más severas? Tercero (y eso es la pregunta que más me interesa) ¿qué se expresa, casi inconscientemente, en el uso de la palabra “normalidad”? Dicho de otra manera ¿qué realidad viene designar este elogio de la normalidad?

En realidad, pensamos que un estado de cosa es normal cuando coincide con lo que debería ser. Por ejemplo, es normal que esta persona actúe de esta manera, porque su comportamiento corresponde efectivamente a lo que se espera de ella (a su misión o a su rol social). Entonces, hay normalidad cuando hay coincidencia, adecuación, correspondencia entre una cosa y lo que se espera de esta cosa. En el mundo neoliberal que nos toca vivir, estos procesos de adecuación son exigencias que son siempre más potentes, y en este contexto todo lo que viene hacer disfuncionar la mecánica planificada debe ser corregido, anestesiado, desvitalizado.

Sin embargo, como personas nos caracterizamos justamente por una inadecuación fundamental entre lo que somos efectivamente y el marco ideal de lo que estamos llamados a ser. Ya en la Carta de San Pablo a los Romanos aparece esta constatación: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (7, 19). Más que algo que podríamos superar con más virtudes, esta frase dibuja los contornos de nuestra humanidad. ¿Y qué pensar de nuestra relación al lenguaje, que nos sitúa siempre, por ejemplo, en una no-coincidencia insuperable entre lo que decimos efectivamente y lo que nos gustaría expresar? Como lo vemos, la normalidad nos confunde en relación a lo propiamente humano.

En conclusión, vemos cómo nuestra humanidad se caracteriza, en su profundidad y en su fundamento, por una distancia (signo de un exceso, de un inintegrable) que tiene que ver más bien con una a-normalidad de la especia humana que con una supuesta normalidad que podríamos alcanzar, o de la cual podríamos gozar sin ninguna ambigüedad. Al final, es nuestra humanidad real, frágil y vulnerable, que se ve violentada a través de este elogio típicamente neoliberal de la normalización.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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