Opinión: "La culpa es de los migrantes" - Universidad Católica del Maule
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Opinión: “La culpa es de los migrantes”

Opinión: “La culpa es de los migrantes”
28 Abr 2020


Dr. Javier Agüero Águila, director del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.

Hace un par de días vimos cómo una comunidad haitiana instalada en Quilicura (Santiago de Chile) fue tristemente víctima de un brote de Covid-19 (33 personas) y consecutivamente llevada a una suerte de cadalso mediático y social. Se les identifica, por parte de los vecinos del sector, como personas irresponsables que no respetan cuarentenas de ningún tipo, se saltan las normas de seguridad sanitarias constituyéndose, finalmente, en un peligroso polo de contagio para la población. Me pregunto primero: ¿la cuarentena los respeta a ellos? ¿contempla, dentro de sus medidas, la alimentación diaria de cientos de hombres, mujeres y niños que mueren si no salen en búsqueda de alimentos? No nos engañemos, la reacción de los vecinos “chilenos” no tiene que ver únicamente con que se salten las medidas sanitarias, sino porque son haitianos, negros, extraños, y probablemente en su tribal negritud escondan alguna maliciosa magia –obviamente negra– que se ritualiza secretamente en contra de la población “nativa” mientras ésta duerme.

Para quienes hemos sido migrantes, sabemos que esta condición entraña una violencia y sobre todo inseguridad. Los migrantes siempre serán sujeto de sospecha y son, generalmente, el vaciadero donde las comunidades o los países depositan su desconfianza. Tal como lo señala Marc Crépon en su libro La cultura del miedo II. La guerra de las civilizaciones (2010), el migrante tiene miedo, un profundo miedo toda vez que se le somete a la pesadilla de la indocumentación, al trabajo precario, al hacinamiento, a la no participación política, en fin.

En la misma línea, y como lo señala el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad en un hermoso artículo titulado “Estado, nación e inmigración. El orden nacional ante el desafío de la inmigración” (2008), la existencia del migrante está atravesada por la “la ilusión de lo provisorio”: vive de paso, siempre en tránsito y nada le pertenece. Esto debe ser entendido como una violencia frente a la ilusión del migrante por arraigarse, pero, también, como un atentado psíquico que lo atrinchera en una suerte de espacio y tiempo bizarro, el no estar ni aquí ni allá a la vez, puesto que lo que asume como definición sustancial de sí mismo es su condición provisoria, descartada de cualquier adherencia a derechos que le permitan establecerse y radicalmente alienante.

La experiencia del mundo, aquí, no podría sino ser la de la exclusión, la marginalidad, el borde, la zona del no-pertenecer y, por lo tanto, la experiencia de existir de una manera incompleta. ¿Seguiremos haciendo de los migrantes, hoy en versión “era del Coronavirus”, el mejor de los chivos expiatorios para exorcizar nuestras propias miserias como sociedad?

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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