Opinión: “¿Estamos midiendo bien el uso del tiempo en Chile?”
Javiera Cubillos Almendra, María Haydée Fonseca Mairena y Alejandro Marambio Tapia, investigadores del Centro de Estudios Urbanos Territoriales (CEUT) y académicos de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule.
(La presente nota se enmarca en el proyecto UCM-IN-23205)
Hace unos días se dio a conocer que el Premio Nobel en Economía 2023 fue otorgado a la economista Claudia Goldin (Universidad de Harvard), lo que marca un hito histórico en el reconocimiento de las contribuciones que las mujeres han hecho al ámbito económico. Goldin se convierte en la tercera mujer en recibir esta distinción desde su instauración en 1969, uniéndose a Elinor Ostrom (2009) y Esther Duflo (2019). Más importante aún, el reconocimiento llega “por haber avanzado en nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”, según indicó la Real Academia de las Ciencias de Suecia.
A lo largo de sus investigaciones, Claudia Goldin ha desentrañado la evolución de los ingresos de las mujeres y su representación en el mercado laboral a través de los siglos. En sus más recientes trabajos, la economista advierte que se observa una importante diferencia de ingresos entre mujeres en la misma ocupación, y que surge en gran medida con el nacimiento de un/a primer/a hijo/a. Esto indudablemente nos lleva a reflexionar sobre las labores de cuidado, las que siguen siendo principalmente asumidas por las mujeres, y también sobre las desigualdades en los usos del tiempo.
Las desigualdades entre hombres y mujeres se refuerzan con otras que remiten a los niveles de ingresos, al territorio habitado, la nacionalidad, la ocupación, la etapa del ciclo vital y al nivel educativo alcanzado, entre otras, tal como lo plantea la perspectiva interseccional. Serían, entonces, diferentes factores –no sólo el género o no sólo la clase social— los que configuran las experiencias individuales de desigualdad o exclusión social, proporcionándonos una perspectiva integral para abordar diferentes problemáticas, entre ellas, la medición de los usos del tiempo.
En Chile, como en muchos otros países, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) se presenta como una herramienta valiosa para entender las variaciones en cómo las personas distribuyen su tiempo entre trabajo remunerado, no remunerado, ocio, estudios, movilización, entre otras actividades.
Haciendo eco de la propuesta de la interseccionalidad, es imperativo que la ENUT se adapte a los actuales debates en la materia para identificar no sólo las diferencias en el uso del tiempo entre hombres y mujeres, sino también entre subgrupos de la población. La incorporación de esta perspectiva en la encuesta y en la forma de definir el muestreo que se asume representativo de la realidad nacional permitirá una comprensión más profunda y matizada de las desigualdades laborales y de cuidado que enfrentan las mujeres, y otros grupos sociales, en diferentes contextos. Particularmente, nos parece fundamental integrar la diversidad territorial presente en el país al momento de implementar la encuesta, pues nuevamente se toma como referencia la realidad urbana metropolitana, y será esta la que definirá las principales políticas gubernamentales en la materia.
Cuidar no es una práctica homogénea a lo largo del territorio nacional, hay sectores de la población que deben destinar más tiempo a estas labores, debiendo aguantar peores condiciones y contextos de cuidado, y postergando parte del tiempo que podrían destinar al ocio o la recreación. Si preparar alimentos y asear el espacio que se habita ya implica una inversión de tiempo importante, principalmente para las mujeres, esta labor se complica aún más cuando no se cuenta con un sistema de agua potable o cuando los principales lugares de abastecimiento se encuentran alejados del hogar. Como este, existen muchos otros ejemplos que dan cuenta de cómo el territorio puede afectar sustantivamente los usos del tiempo y, por tanto, la pobreza de tiempo que tiende a concentrarse en determinados grupos. De acuerdo al informe de la Fundación SOL (2022), “Tiempo Robado”, quienes trabajan más de 67,5 horas semanales –ya sea remunerada o no remuneradamente— son pobres de tiempo, siendo un 53,1% de las mujeres y un 38,5% de hombres quienes se encontrarían viviendo una pobreza de tiempo. Así, sería interesante acceder a información desagregada que permita comprender la heterogeneidad de usos de tiempo al interior del colectivo de mujeres. Por ejemplo, conocer cómo afecta la pobreza de tiempo a mujeres que habitan territorios rurales o a aquellas que transitan constantemente entre espacios rurales y urbanos.
La condecoración de Claudia Goldin nos recuerda la relevancia y la necesidad de profundizar en investigaciones que consideren las múltiples dimensiones de la equidad de género en el mercado laboral y otros ámbitos de la economía. Invitamos a reflexionar sobre los hallazgos de Goldin y a trabajar conjuntamente hacia la incorporación de un enfoque interseccional en la ENUT.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.