Opinión: "EL DILEMA DE LA INFORMACIÓN" - Universidad Católica del Maule
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Opinión: “EL DILEMA DE LA INFORMACIÓN”

Opinión: “EL DILEMA DE LA INFORMACIÓN”
12 Ago 2022


Alejandro Bravo, estudiante del Magíster en Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule.

¿Quién diría que la información, en lugar de acercarnos al conocimiento, nos haría más ineptos? Cada día y en todo momento somos bombardeados por información que proviene de los medios de comunicación y las redes sociales. Y al parecer somos un blanco fácil. Las estrategias de marketing de las que hacen uso, sobre todo para los titulares, provocan que cedamos dócilmente debido a nuestra curiosidad. Además, el fenómeno de “lo viral” ha generado que la información se esparza de forma veloz a niveles exponenciales. Pero no me mal interpreten. Con lo anterior no pretendo desdeñar la información así sin más. Mi intención no es esa. Mi intención es que en estas cortas líneas reflexionemos en torno a las implicancias de la información: sus consecuencias, sus contradicciones y eventuales riesgos. Es lo que yo he llamado “el dilema de la información”.

Nadie puede negar que vivimos en una época en la que acceder a la información es muy fácil. Basta con un simple clic y ya está. La información se despliega ante nosotros, la compuerta se abre y los datos fluyen de forma estrepitosa. Sin darnos cuenta nos vemos arrastrados en un caudal de imágenes, sonidos, palabras, frases, opiniones, pronósticos y conspiraciones. Estamos expuestos a tanta información, y de todo tipo, más de la que podemos procesar. Por ello es necesario filtrar, separar el grano de la paja. Pero ¿acaso lo hacemos?

Debido a la excesiva cantidad de información y al “poco tiempo” del que disponemos, es común que optemos por leer los titulares y unas cuantas líneas más de las noticias que llaman nuestra atención. Si la noticia es muy extensa buscamos otro medio que la presente de manera breve, o lo que es mejor, buscamos un video para no tener que leer. Aunque la mayor parte del tiempo esto no es necesario, puesto que los titulares y los videos aparecen en nuestras pantallas sin que los busquemos. Aun así, nos inclinamos por seleccionar el más corto que haya. ¡El tiempo apremia! Si nos podemos informar por un video de 60 segundos en lugar de ver una noticia completa que dura 25 minutos, preferimos ver el video corto. Y si nos impacta, ¿qué hacemos? Inmediatamente “lo compartimos”, sin siquiera comprobar su veracidad. Si está en un medio o alguien me lo envió ¡Lo que dice debe ser cierto!

Los dos párrafos anteriores muestran, el primero, dos características de la información, y el segundo, tres formas en las que interactuamos con esta. Las dos características son: el fácil acceso y la gran cantidad existente; y las tres formas en las que interactuamos con la información son: la preferencia por lo breve, la necesidad de compartir la información que nos impacta y el escaso ejercicio de comprobación de la veracidad por medio del contraste con fuentes diversas. El fácil acceso a la información y la gran cantidad son características que se presentan obvias, y por ello no requieren de mayor análisis. Distinto es lo que ocurre con la manera en la que interactuamos con la información. De esto muchas veces ni siquiera somos conscientes. Veamos lo que implica cada una de ellas.

La preferencia por la información breve se debe a que pasamos nuestros días cada vez más ocupados realizando múltiples actividades. Incluso en nuestro “tiempo libre” nos encontramos llevando a cabo dos o más tareas simultáneamente. ¿Quién no ha estado viendo una serie mientras responde un correo electrónico urgente, al tiempo que está pendiente de la comida que dejó calentando en la cocina? Con semejante ritmo de vida informarnos es una tarea que debe ocupar el menor tiempo posible. Y los medios lo saben muy bien. Hoy, el formato de presentación de la información tiene la característica de ser breve. Aunque es evidente que si la información se acorta se pierde “información” contextual sustantiva. Ver solo el tráiler de una película no equivale a haberla visto entera, por muy simple que sea su trama.

Por otro lado, la necesidad de querer compartir la información que nos impacta se debe, entre otros motivos, a que por lo general apela más a nuestras emociones que a nuestro intelecto. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado compartiendo una noticia apenas leyendo nada más que el título? Si una noticia despierta una emoción fuerte en nosotros nos sentimos impulsados a enviársela a todos nuestros contactos al instante. Incluso, en muchos casos nos aventuramos en añadir una descripción de cosecha personal con la finalidad de dirigir a nuestros interlocutores a que interpreten la noticia tal y como nosotros lo hemos hecho. Si esto es así, ¿quién nos asegura que la información que ha sido compartida a nosotros no acarrea sesgos interpretativos previos? Esto está en directa relación con el siguiente punto.

Creámoslo o no, solo en muy pocas ocasiones la información que nos llega a través de una noticia refiere a los hechos tal y como son. Pero pocos se toman el tiempo de contrastar diversas fuentes para tener, al menos, un mayor grado de certeza respecto a la veracidad de una noticia. Muchos no son conscientes de que la información que es transmitida por los medios oficiales y no oficiales ha recibido un tratamiento editorial específico. Es decir, ha sido interpretada antes de que nos llegue. El uso de ciertos verbos, adjetivos o determinadas expresiones puede cambiar bastante el sentido de una frase. No es lo mismo decir “bajó el dólar” a decir “se desplomó el dólar”. Más delicado es cuando la información no se puede corroborar en el presente debido a que refiere a eventos futuros e inciertos, como por ejemplo, las consecuencias de la aprobación de una ley. Por eso es fundamental tener cautela, y saber diferenciar entre la información que da cuenta de un hecho de la que da cuenta de la opinión sobre un hecho. Es claro que ambas no son lo mismo.

Últimamente son los propios medios los que nos advierten de tener cuidado en no ser engañados por las “fake news”. Nos dicen “¡infórmate!”, “que no te engañen”. Sin embargo, los medios oficiales y no oficiales siguen difundiendo información de manera tan acelerada que muchas veces no son capaces de verificar los datos antes de emitirlos, o no se toman el tiempo para hacerlo. De hecho, hay medios que tienen por objetivo exclusivamente el desinformar; esto es lo que ha sido estudiado por la agnotología. Pero además de las “fake news” hay otros fenómenos que se dan en torno a los efectos de la información. Se conoce como “cámara de eco” a la práctica de compartir las noticias que nos impactan solo con las personas que piensan de forma similar a la nuestra. Por lo tanto, se genera una retroalimentación cerrada en donde se refuerzan las creencias propias y quedan anuladas las que son contrarias. También están los “filtros burbuja” que es como se conoce a la manera en la que los algoritmos de internet seleccionan lo que nos muestran en función de las búsquedas previas, lo cual provoca que la información que nos aparece se corresponde únicamente con la que hemos visto antes. De esta forma se establece un cerco informativo y un aislamiento temático.

En un escenario como este, informarnos requiere de cautela y pensamiento crítico. La información es útil cuando es veraz. Reflexionar sobre el dilema de la información no es un asunto baladí, especialmente si pensamos en lo que estamos próximos a vivir como país. El 4 de septiembre se decidirá si se aprueba o se rechaza el texto para una nueva constitución y de nosotros depende votar informados. Ya pasó el tiempo en el que la información era un privilegio exclusivo de solo unos pocos. Mucho se ha dicho y mucho se ha especulado, pero para no caer en la desorientación podemos resolver nuestras dudas yendo a la fuente. En este caso, la fuente es el texto que contiene la propuesta de nueva constitución. No optemos por la brevedad de la información ante un asunto tan determinante. No permitamos que las noticias sensacionalistas nos hagan tomar decisiones irracionales. No nos dejemos influenciar por las interpretaciones que hacen otros. No sea que la información, en lugar de acercarnos al conocimiento, nos haga más ineptos.

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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