Opinión: El camino del sufrimiento, el amor y la conciencia social
Pedro Severino González, director de la Escuela de Ingeniería Comercial de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule.
El aumento vertiginoso de los casos de contagio de COVID-19 en Chile ha conducido a la implementación de estrategias que buscan aplanar la curva, como: distanciamiento social, cordones sanitarios, cuarentenas itinerantes, confinamiento, entre otros. Es usual ver en la televisión a autoridades sanitarias y políticas que desde hace meses han entregado fechas de posibles mesetas y, una eventual caída en la tasa de contagio. Situación deseada que no ha ocurrido, posicionando a nuestro país en indicadores que despiertan el interés de las organizaciones ligadas con la salud y la prensa internacional. Cuestionando el adecuado actuar de los personeros responsables de la salud pública chilena. ¿Existe un manejo paralelo de información?
Por otro lado, son innumerables las consecuencias que ha provocado el COVID-19 en el tejido social y empresarial debido al aumento del número de casos de contagios diarios y, las medidas sanitarias propuestas por el gobierno; conduciendo a la pérdida de empleo, aumento de la pobreza, caída de la productividad nacional, entre otros. Aumentando la inseguridad, estrés, ansiedad y cambios de estado de ánimo que han dañado profundamente a nuestra sociedad. Lo que motivo a la mesa social Covid-19 junto al Ministerio de Salud promover un plan de salud mental.
Es preciso señalar que, en general, las estrategias propuestas por Ministerio de Salud han conducido a la develación del nivel de desarrollo y maduración de la conciencia social y responsabilidad social de la población chilena. Es opinable y, cuestionable las acciones ejecutadas por grupo de personas que, al parecer consideran que el COVID-19 no es una enfermedad mortal y, por eso, es usual ver en los canales de comunicación encuentros, fiestas y celebraciones que atentan contra la salud de cada uno de nosotros. Ahora bien, por otro lado, existe un número de personas que salen a las calles producto de la subsistencia, producto a que el ingreso monetario es diario y, sin esas sobreexposiciones no tendrían productos que comer. ¿Está apareciendo la hambruna? ¿Existe una extrema pobreza oculta?
Por su parte, las consecuencias del COVID-19 ha conducido a la segregación y la delimitación de las fronteras que dividen las clases sociales. Debido a que las personas de escasos recursos están obligados a tomar medidas para poder alimentar a sus familias, en cambio las personas de mayores recursos pueden desde trabajar en sus casas hasta comprar sus alimentas por internet. Es triste ver, como en Chile, existen marginaciones que motivan a la investigación y no a la aplicación real de políticas que resuelvan las necesidades de la población.
Por otro lado, la conciencia social, es la capacidad del reconocimiento de nuestros actos y, como estos influyen en los demás. La conciencia social es una alerta que forjamos tras nuestras experiencias de vida que permiten estimular la sensibilidad social, lo que conduce a la ruta del dolor, dolor del otro que es mío a la vez. Lo antes señalado, configura todo el actuar de una persona que siempre tiene en su imaginario valores como la solidaridad, empatía, tolerancia, alteridad, otredad y la esperanza.
Por su parte, la responsabilidad social subyace de las acciones que cotidianamente desarrollamos producto de nuestras interacciones sociales. Lo cual conduce al comportamiento ético y socialmente responsable. Permite, identificar aquellos aspectos de nuestra vida diaria sobre el cual tenemos implicancias y, sobre los cuales podemos influir, contribuyendo a través de un desenvolvimiento natural y no forzado, al bienestar colectivo de toda la sociedad, lo que deja de lado la discriminación, segregación e injusticia social.
El camino del sufrimiento. No todas las personas tienen instalada la capacidad de sentir el dolor de otras personas, debido a que existe una brecha inmensa entre el yo y el otro, entre mis problemas y los problemas de los demás. Lo que se puede asociar a una persona que se encuentra en constante lucha contra otras personas o contra el mundo entero, nublando la cooperación y colaboración como una gran familia que cohabita una casa común, lo que tiene sus bases en la desconfianza, avaricia y envidia. Es por ello que, es preciso que podamos desarrollar la capacidad de convertir el dolor ajeno, como dolor propio y, por consiguiente, nuestro dolor. Lo que conduce a la senda del sufriendo por la gran responsabilidad que posee una persona; por siempre estar presente ayudando a los demás, sobre todo a los más desafortunados y desposeídos.
Ahora bien, es preciso imaginar un último adiós. Cada día nuestras autoridades sanitarias entregan cifras de personas que lamentablemente se han contagiado y, también un número de personas que han fallecido en las últimas 24 horas. El adiós es una expresión de despedida, en donde dos personas no volverán a encontrarse jamás, es un evento doloroso que provoca la aparición de lágrimas que corren por nuestras mejillas, vibraciones de voz, aumento en los latidos de corazón, descenso en el volumen de voz. En relación a lo antes indicado ¿Estamos preparados para despedir a un ser querido? ¿Lo antes indicado no será suficiente para premeditar nuestro comportamiento?
Finalmente, el amor es un valor, es una virtud, es un medio y un fin que permite el cuestionamiento de nuestro propio actuar, permite el desarrollo de la conciencia social y la plenitud de la responsabilidad social. El amor permite el cultivo de valores que nos pueden ayudar a mitigar el número de contagios y el control de los efectos emocionales como consecuencia de los abates de la crisis sanitaria. El amor tiene la capacidad de configurar todo nuestro actuar ya que permite entrar al camino del sufrimiento producto del reconcomiendo de que yo vivo, por que el otro vive, y ese otro, vive en mí y junto a mí.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.