Opinión: “Baja habilidad lectura de los futuros profesores: ¿Alarma infundada o desafío real?”
Por Carla Muñoz Valenzuela. Académica, Dpto. Psicología UCM, Investigadora principal del Núcleo Milenio para la Ciencia del Aprendizaje e Investigadora responsable Fondecyt (Psicogénesis de la motivación lectora).
La prensa nacional recientemente titulaba sobre la baja habilidad lectora de quienes son docentes en formación y la poca capacidad de comprensión de un paper académico. El estudio sobre el cual se realizó la nota de prensa, no solo no permite generalizar, sino que, además, no tiene en cuenta toda la evidencia científica nacional disponible sobre la temática.
Recientemente, en la prensa nacional se publicó un llamativo titular sobre la “baja habilidad lectora” de los futuros profesores, dado que “muchos no comprenden un paper académico”. Una información periodística que, no solo es imprecisa, sino que se basa en una investigación que no tiene en cuenta evidencia científica sobre otros factores que afectan al proceso lector y que interpelan la formación de docentes.
En primer lugar, si nos remitimos al estudio sobre el cual se genera la nota de prensa, este solo contempló una muestra de 72 estudiantes de Pedagogía de una misma institución. Generalizar a partir de este dato acotado, resulta como mínimo, impreciso. No podemos sacar conclusiones sobre el nivel lector de toda la población de futuros docentes del país con base en una muestra tan limitada.
Segundo, dado que se trataba de una muestra de estudiantes de primer año de universidad, afirmar que “muchos no comprenden un paper académico”, implica ignorar una realidad insoslayable: son estudiantes en formación. Un artículo científico requiere algo más que el manejo de la lengua materna para ser comprendido en profundidad y ese algo forma parte de la formación especializada a la que estarán expuestos durante el trayecto formativo en la universidad (adquisición de lenguaje técnico específico, análisis de datos, lectura extensiva de fuentes científicas). Es esperable entonces que la Universidad genere instancias explícitas para el desarrollo de habilidades de lectura crítica y especializada.
En tercer lugar, hace cerca de 30 años, la literatura internacional identificó un problema serio: la desmotivación progresiva por la lectura tanto recreativa como académica. Una situación que puede observarse desde la enseñanza básica en adelante y que no hace sin empeorar conforme se avanza en el ciclo educativo.
Este fenómeno también afecta a los futuros profesores. Una investigación de nuestro equipo realizada en Chile, financiada por ANID, mostró que la desmotivación por la lectura se produce, incluso, durante la formación pedagógica. Algo similar ocurre con la curiosidad intelectual del futuro profesor. Estos datos deberían interpelar a los formadores (y no solo a la calidad del estudiantado que ingresa).
Lo que sabemos hoy, en Chile, es que las lecturas que se realizan en la formación pedagógica son fragmentarias (extractos de obras sin contextualización adecuada); tareas mecánicas de lectura (reproducir información sin mayor análisis). A estas tareas de baja exigencia cognitiva, hay que preguntarse por el tipo de lecturas al que está expuesto el futuro profesor durante su formación. ¿A qué modelos lectores?
En efecto, la lectura directa de investigación científica es poco frecuente y la formación no les está dotando de capacidades para leer información estadística de manera autónoma. ¿Cómo podrán estos futuros profesores tomar decisiones fundadas en evidencia para la mejora de aprendizajes en el aula?
Esta situación debe interpelar a los formadores de profesores para que revisen sus métodos de enseñanza de la lectura en contexto académico. Los cursos de alfabetización académica no resuelven el problema de la baja comprensión ni habilitan a una mejor relación con la lectura en el trayecto personal y profesional del estudiante.
Es necesario re-pensar el lugar de la lectura y escritura en el curriculum de formación docente como un eje transversal y no solo materia de una asignatura “remedial”.
A este respecto, vale la pena recordar las palabras de Gabriela Mistral: “La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente”.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.