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Dr. Cristhian Almonacid Díaz, director del Magister en Ética y Formación Ciudadana de la Universidad Católica del Maule.

La gran crítica que realiza Nietzsche en su texto “Sobre verdad y mentiras en sentido extra moral” consiste en que la razón se construye a través de un lenguaje fundando en metáforas. Estas metáforas devienen en conceptos, que intentan “atrapar” aquello que llamamos realidad, perdiéndose en el acto de conceptualización, las singularidades y las diferencias de aquello a lo que los conceptos refieren.  ¿Por qué estamos dispuestos a ceder ante la pérdida de lo diferenciador y lo diverso? La respuesta del filósofo será: porque gracias a este proceso el ser humano puede hacer frente a las inclemencias del devenir y el cambio permanente.

Aunque, claramente, lo que acabo de traer a colación responde a otro tipo de discusión filosófica, de orden más epistémico crítico, conviene pensar el punto cuando hablamos sobre los derechos humanos. Los DDHH, en estricto rigor, son declaraciones universales que tienen el régimen de todo concepto, es decir, aluden, en su fondo, a un ser humano que no existe en ninguna parte, sino únicamente en lo que estamos siendo, cada una y cada uno en cada momento y a normas que no existen en estricto rigor, más que como ideas reguladoras de convivencia social y política. Es decir, que exista el “papel” de la declaración universal, no es igual a decir que los DDHH existan de hecho y concretamente en la organización y la vida de las sociedades. En este campo vital, la práctica política se desenvuelve como ejercicio de poder, y a este ejercicio, solemos exigir el respeto a los DDHH, pero como sabemos ya en nuestra experiencia, la exigencia legítima no siempre repercute en su cumplimiento efectivo.

La distancia entre la idea reguladora DDHH y su cumplimento, a mi modo de ver, solo puede acercarse mediante una actividad permanente de acuerdo entre nosotros mismos, un acuerdo entre inteligencias para la materialización de los DDHH en la realidad. Así vistas las cosas, la certeza a la que aspiramos, cabe tanto la memoria sobre hechos pasados, como el irrestricto respeto a los DDHH en el presente y el futuro. Esta certeza con tinte intemporal se logra diligentemente en tanto llega a ser creadora, innovadora, hecha palabra y tematización cultural. Los DDHH entonces se vuelven una predisposición y una aspiración que conduce a elaborar la idea mediante la palabra para transformarla en acontecimiento permanente y para estructurar los hechos pasados, presentes y futuros, en el encuentro de nuestras racionalidades.

Nuestro Magister en Ética y Formación Ciudadana ingresa a este año académico 2022 con dos noticias importantes: primero, como programa, hemos querido dar un fuerte impulso a pensar y tematizar sobre los DDHH. Esperamos con ello colaborar en la instalación cultural de este horizonte, tanto en nuestras actividades de vinculación como en la realización de tesis que permitan aportar educativamente en la promoción de los DDHH.  La segunda noticia, es que, recientemente, hemos sido acreditados por la Comisión Nacional de Acreditación. Este logro se ha conseguido como un esfuerzo mancomunado, un reconocimiento a nuestros esfuerzos académicos, pero también como un compromiso de seguir implementando nuestro programa con altos estándares de calidad.

Esperamos con todo, ser un aporte en la humanización de nuestras acciones y de la sociedad de la que somos parte.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.