Opinión: “Adam Smith y los Pandora Papers”
Dr. Cristhian Almonacid Díaz, director del Magister en Ética y Formación Ciudadana de la Universidad Católica del Maule.
Hablar de Adam Smith es en la mayoría de las conciencias anti neoliberales, invocar a la personificación del mal. El llamado padre de liberalismo clásico, elaboró en “La riqueza de las naciones” (1776) la doctrina económica que promueve el libre mercado como el escenario en el que las personas, con plena libertad, se esfuerzan en buscar su propio interés aumentando sus beneficios sin mayores regulaciones institucionales. Esta estructura sería la clave del progreso económico de las naciones, pues el libre mercado se convierte en la mano invisible que favorece, a la larga, el bienestar general. De manera que, a ojos vistas de la teoría, las noticias de los Pandora Papers sería un resultado “natural” del sistema imperante.
Donde arrecia el capitalismo salvaje, puede quedar la idea que no existe atisbo de estructura moral que ponga coto al interés individual en el mercado. Sin embargo, se suele pasar por alto que Smith en su obra llamada “La teoría de los sentimientos morales” publicada por primera vez en 1759, desarrolló un esquema profundamente moral que propendería a la fundamentación de la normatividad ética que limitaría y obligaría las conductas humanas.
Los especialistas en el pensamiento de Smith, están de acuerdo en leer estas dos obras con un enfoque unitario. Bajo esta perspectiva, hasta para el ideólogo originario del liberalismo, no todo vale en los movimientos financieros. Como datos de la causa, Adam Smith fue ante todo profesor de filosofía moral y se desempeñó como funcionario del sistema de Aduanas en Escocia, cobrando impuestos y persiguiendo a los contrabandistas. Desarrolló en su teoría moral una repulsa contra la tesis de Hobbes que se funda en la idea que antes del Estado, no existiría criterio moral en la conducta de las personas. Para Smith, los sentimientos morales, en especial el de simpatía que lleva a las personas a ponerse en las circunstancias del otro, se constituyen en el pivote del “espectador imparcial”, un recurso tendiente al autocontrol para el respeto a los intereses ajenos. El sentido de justicia para Smith es vital y este sentido lo deposita en los mismos individuos invitados a preguntarse ¿Cómo seré juzgado por personas imparciales si supiesen todo lo que hecho por mi propio interés?
De manera que para aquellos que enrolan ideológicamente a Adam Smith para “justificar” su inmoral comportamiento que los lleva a usufructuar en movimientos financieros más bien clandestinos con el fin de evadir impuestos, hay que decirlo, están tremendamente equivocados. Adam Smith se escandalizaría por lo que hoy tenemos como modelo de ultra liberalización. Promovería, seguramente, la moderación de la conducta económica, lucharía contra la concentración y el monopolio y contradeciría las lecturas extremistas que pretenden guiarse por el “todo vale” para el acrecentamiento de su capital. Estas facciones que han llevado a connotados personajes públicos, incluido el actual presidente de Chile, a estar en la palestra del juicio moral incluso legal, corrompen el sentido de justicia que toda sociedad necesita para que la economía se desarrolle también con un sentido ético primordial.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.