A un mes de la pascua del Papa Francisco: el legado de un pastor universal

El 21 de mayo se cumple un mes desde la pascua del Papa Francisco. Su partida dejó una huella profunda en la vida eclesial y en el corazón de millones de fieles alrededor del mundo.
Desde Roma, testigo privilegiado de los funerales y del ambiente espiritual que envolvió a la ciudad eterna tras la noticia, el Pbro. Pablo Gajardo, profesional docente de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule y estudiante del Doctorado en Teología Bíblica de la Pontificia Universidad Gregoriana, ofrece una reflexión íntima y teológica sobre lo que significó este pontificado y lo que viene para la Iglesia. “Nunca había visto tanta gente en la Plaza de San Pedro”, comenta. “Fue una demostración palpable de la universalidad y unidad de la Iglesia”.
– ¿Cómo se vivió en Roma el fallecimiento del Papa Francisco? ¿Qué ambiente se percibió en el Vaticano y entre los fieles?
Durante la semana previa, Roma estuvo marcada por las celebraciones del Misterio Pascual. La aparición del Papa para la bendición Urbi et Orbi fue un momento de alegría, pero también de preocupación por su salud. Al día siguiente, con el comunicado oficial de su partida, la tristeza fue evidente en los rostros de los fieles. El lunes de Pascua —feriado civil en Italia— se tiñe habitualmente de celebración familiar, pero esta vez se vivió con el dolor de la noticia. Los medios graficaron bien ese ambiente: miles se acercaron a la Basílica para expresar su cariño y agradecimiento al Papa.
– ¿Tuvo la oportunidad de participar en alguno de los ritos fúnebres o actividades litúrgicas? ¿Cómo le marcó esa experiencia?
Hubo dos momentos especialmente significativos. El primero fue el miércoles, cuando el Papa fue trasladado a la Basílica Vaticana. Las filas eran enormes, incluso de noche. Yo llegué a las 21:00 y entré cerca de la medianoche. Allí me encontré con Mons. Andrés Ferrada, Secretario del Dicasterio para el Clero, quien me permitió acercarme y orar muy cerca del Papa. Llevé en mi corazón las intenciones de quienes no pudieron estar presentes.
El segundo momento fue el sábado, día del funeral. Concelebré la misa, que comenzó a las 10:00, pero tuve que salir de mi residencia cinco horas antes debido a los controles y las filas. Si resumiera la experiencia en dos palabras serían: universalidad y unidad. Nunca vi tanta diversidad en San Pedro: razas, lenguas, países. Fue una expresión real de que el Papa es principio de unidad para la Iglesia universal.
– Desde una perspectiva teológica, ¿cuál considera que fue el principal aporte doctrinal o espiritual del pontificado de Francisco?
Fue un pontificado largo y lleno de enseñanzas. Destaco su constante llamado a ser una “Iglesia en salida”, que nos recuerda la misión de evangelizar. Francisco puso el acento en la misericordia de Dios y la acogida para todos. También promovió una Iglesia más sinodal, una preocupación por el medio ambiente y una voz profética frente a los conflictos actuales, invitándonos a una fraternidad universal.
– ¿Cómo cree que el Papa Francisco será recordado en la historia de la Iglesia?
Como un pastor alegre y sencillo, un profeta en su tiempo. Vivió y predicó la misericordia no solo con palabras, sino con gestos concretos.
– ¿Tuvo la oportunidad de participar en algún encuentro o actividad litúrgica con el Papa Francisco? ¿Cómo le marcó esa experiencia?
Sí. En su viaje apostólico a Chile en 2018, me designaron para acompañarlo con el micrófono en la Misa del Parque O’Higgins. Poder abrazarlo antes de la celebración fue muy emotivo. Después, pensé: este pequeño servicio ayudó a que su voz resonara en tantos corazones.
– Francisco fue un Papa profundamente latinoamericano. ¿Cree que su pontificado abrió un nuevo horizonte para la Iglesia en América Latina?
Sin duda. Fue un Papa que marcó nuestro continente, retomando el espíritu de Aparecida. Puso énfasis en los pobres y marginados como lugar teológico, en una misión evangelizadora en clave sinodal. Su liderazgo fue un impulso profundo para nuestra Iglesia latinoamericana.