La principal clave para mejorar el uso de los signos de puntuación está en un aprendizaje gramatical orientado a competencias
Claudio Garrido Sepúlveda, doctor en Filología Española por la Universidad de Barcelona y académico del Departamento de Lengua Castellana y Literatura de la UCM explicó la importancia del uso correcto de los signos de puntuación.
La entrevista se realizó en el marco del Taller de Actualización Idiomática: Sintaxis y Puntuación, realizado por el académico a estudiantes, profesores y periodistas.
¿Cuál es la importancia del uso correcto de los signos de puntuación?
En primer lugar, desde luego, está la importancia vinculada con la precisión que se requiere en los intercambios comunicativos de la modalidad escrita. En este sentido, la puntuación constituye una pista certera, por parte del escritor, respecto de cómo el lector debe interpretar las estructuras sintácticas o los segmentos discursivos de un texto. Por lo mismo, en un nivel más social, hay un acto de empatía en querer entregar las mejores claves hermenéuticas posibles, cada vez que intervenimos comunicativamente en un soporte gráfico. En segundo lugar, estimo que hay un valor patrimonial, pues no se trata meramente de respetar las leyes idiomáticas que dictamina una autoridad lingüística externa, sino que estamos ante principios que también emanan de una sabiduría implícitamente colegiada y que luego las academias de la lengua reconocen. Desde este punto de vista, todos los hispanohablantes heredamos y reproducimos un legado de convenciones ortográficas que nos pertenecen.
¿Los signos de puntuación reducen las posibilidades de que se produzca ambigüedad en un escrito?
Es cierto que la puntuación permite soslayar algunas ambigüedades del plano escrito. Un ejemplo clásico de este punto lo encontramos en el evangelio. En Lucas 23:41 leemos las palabras con que Jesús, desde la cruz, animó a uno de los ladrones: ἀμήν σοι λέγω σήμερον μετ’ ἐμοῦ ἔσῃ ἐν τῷ παραδείσῳ. Este fragmento podría traducirse ad litteram como “En verdad te digo hoy conmigo estarás en el paraíso”. Dado que en el griego antiguo no existía un sistema tan específico de puntuación, es difícil determinar si el adverbio hoy modifica al verbo digo o si, por el contrario, depende del verbo estarás. En rigor, constituye un caso de polisemia sintáctica. Las implicaciones doctrinales de una u otra lectura pueden incluso generar cismas en la cristiandad. Lo mismo puede ocurrir, con menor impacto, en secuencias como “Si lees la carta mañana te ayudaré a escribir la respuesta”. Sin embargo, convendría matizar que la ambigüedad del plano escrito no depende exclusivamente de la puntuación y, de igual modo, la capacidad para resolver ambigüedades no es la única ventaja del uso correcto de comas y puntos.
¿En qué se basó principalmente el taller que impartió?
El taller de sintaxis y puntuación buscó generar actualización idiomática en un público amplio: estudiantes, profesores, comunicadores y, en definitiva, cualquier persona interesada en mejorar su producción textual. Lo interesante del taller es que no consistió meramente en entregar un acopio de reglas, sino que efectuamos un recorrido por la sintaxis del español trazando implicaciones en el uso de los signos de puntuación. La premisa fundamental es que, contrario a lo que muchas veces se piensa, la puntuación no es primariamente un reflejo de las pausas o silencios de la oralidad, sino que es, en esencia, un código al servicio de la sintaxis, es decir, de las estructuras gramaticales de la lengua. Por lo mismo, el taller funciona casi como una apología de la importancia de la gramática en el aula, disciplina que en las últimas décadas ha sido —trágicamente, a mi juicio— marginada de los programas educativos.
¿Cuáles son los errores más frecuentes en el uso de los signos de puntuación?
Si, desde mi experiencia como docente y editor, tuviera que señalar una lista de los errores de puntuación más frecuentes, sin duda añadiría la coma que se usa para separar el sujeto y el predicado, es decir, casos del tipo: El vendedor de relojes que tenía un negocio en el centro de la ciudad, tuvo que cerrar su tienda. También señalaría el uso desmedido de comas para separar enunciados, es decir, casos en que lo correcto sería el empleo de puntos seguidos. Asimismo, hay mucha confusión sobre el uso del punto y coma, y sobre la relación entre los marcadores del discurso y la puntuación.
¿Las redes sociales influyen en el aumento de estos errores en la puntuación?
Honestamente ignoro si es una pregunta que ha sido explorada mediante investigación empírica, pero a juzgar por la historia de nuestra lengua, no veo una relación evidente en el uso de redes sociales y las dificultades con los signos de puntuación. Incluso, tales medios podrían concebirse como una oportunidad para el ejercicio de prácticas discursivas espontáneas, es decir, si el comentario de Instagram, la publicación de Facebook y el diálogo por WhatsApp se direccionan oportunamente, bien podrían contribuir a mejorar la ortografía.
¿Cómo se puede mejorar el uso de los signos de puntuación? ¿hace falta que los docentes profundicen más en ello con sus alumnos?
Estimo que la principal clave para mejorar el uso de los signos de puntuación está en un aprendizaje gramatical orientado a competencias. Me atrevo a señalar que no hay un camino más efectivo. En ocasiones, se señala la lectura como otro impulsor de la escritura, idea con la que ciertamente concuerdo. Sin embargo, el potencial de la lectura se limita al aprendizaje por intuición o por imitación. Por sí sola, la lectura no puede equipar a un escritor para un uso objetivo y consciente de la puntuación. La sintaxis oracional y la gramática del texto, en cambio, sí que aportan fundamentos objetivos para liberar la conciencia de un escritor o editor a la hora de suprimir o no cierta coma. Por lo tanto, desde mi perspectiva, si un docente desea trabajar en serio la puntuación de sus estudiantes, primero debe preocuparse por que su comprensión de la sintaxis española sea rigurosa y, segundo, tendría que enseñar gramática en el aula. Al respecto, intuyo que, para que los docentes enseñen más gramática, lo que hace falta es que las bases curriculares le confieran un lugar de prominencia en el aula de lenguaje, tal como ocurre en países como España, contexto en que la reflexión gramatical es incluso controlada en la prueba de acceso a la universidad.