Pamela Chávez Aguilar, académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile guio el diálogo de la comunidad universitaria junto al gran canciller UCM, Monseñor Galo Fernández Villaseca.

Como un maestro en el sentido docente que quiere compartir la luz de las naciones, describe la figura de San Agustín de Hipona, la académica de la Pontifica Universidad Católica de Chile, Pamela Chávez Aguilar, quien lideró el diálogo del encuentro con el pastor de la Universidad Católica del Maule (UCM) el jueves 19 de enero, organizado por la Pastoral Universitaria en el Aula Magna Monseñor Carlos González Cruchaga del Campus San Miguel en Talca.

En la oportunidad, la Licenciada en Filosofía, entregó pistas para el diálogo de la comunidad tomando como referencia a San Agustín de Hipona -354 d.C. 430 d.C.- bajo la invitación de reflexión respecto a los desafíos del cambio de época.

“Intentamos buscar perspectivas que nos sirvan para valorar y orientar nuestra propia reflexión en perspectiva sobre nuestra época”, comentó, agregando que “es una época de crisis, sentimiento permanente que trae la modernidad y notamos ciertas señales en nuestro tiempo que nos intranquilizan, deterioro ambiental, cambio climático, inestabilidad política y económica en varios países, crisis migratorias, conflictos y guerras, entre otros”, dijo.

En la oportunidad, junto con agradecer la participación de la comunidad en este momento de diálogo, Monseñor Galo Fernández Villaseca, señaló que “estos espacios permiten fortalecer los rasgos que tenemos como Universidad Católica que posee una orientación propia de servicio desde lo que no es propio como lo es la riqueza del evangelio (…) nos ayuda además a pensar los desafíos que tenemos nosotros en la tarea que tenemos de enfrentar y aportar en la época que nos toca vivir”, expuso.

San Agustín y el cambio

Para la invitada, son cinco puntos los que pueden resumir de alguna manera las claves con las que hizo frente San Agustín al cambio de época que le tocó vivir. En primer término, Mirad de frente los acontecimientos.

“Es necesario no esconderse ni negar el carácter devastador de los acontecimientos, asumir los fracasos y nombrarlos como tales con disposición a aprender, no maquillar las crisis. Segundo es dar espacio a la pregunta, la perplejidad y la duda (…) San Agustín no evadió las preguntas incómodas ni la crítica, sin ella no existe posibilidad de abrirse al crecimiento. Tercero, reconocimiento de sí mismo y de la propia fragilidad, Agustín era un genio del pensamiento filosófico teológico, pero también un ser humano excepcional, apasionado y de profunda comprensión interior y autoconocimiento, capaz de enfrentar su error y su fragilidad, de confesar su propia miseria ante él mismo, ante Dios y los hombres, no temía a exponer, no se amurallaba en su opinión, su imagen o intereses”, afirmó.

En cuarto lugar, destaca la búsqueda de sentido y la búsqueda de Dios y finalmente, en quinto lugar, comunicación, diálogo y enseñanza. “La herramienta de Agustín era el pensamiento y la palabra que dirigió a sus fieles en los sermones y en cartas a quien le presentaba sus dudas o pedía aclaración, en el discurso con el que intervenía en debates apologéticos, en sus cuidados escritos que pusieron los cimientos de una parte importante de la teología cristiana, en el diálogo con sus amigos, con su hijo y con su madre, siempre dispuesto a enseña, dialogar, pensar y escribir”, compartió.

“Si tuviera que nombrar la vocación de San Agustín diría que fue maestro, en el sentido de docente, que quiere poner en contacto a quienes estaban delante de él lo que para él era la luz de las naciones”, indicó.

Créditos: Equipo DIRCOM