Experta UCM advierte sobre la necesidad de mostrar los efectos negativos de una mala alimentación en las campañas preventivas
Cecilia Olivari, académica de Psicología UCM y experta en Psicología de la Salud explica que las personas no se perciben vulnerables y, por tanto, no comprenden la conexión que hay entre las conductas nocivas y el desarrollo de enfermedades.
La población chilena está enferma. No es una percepción, es una realidad según las cifras oficiales del Ministerio de Salud. El 31,2 por ciento de la población es obesa, el 27,3 por ciento tiene hipertensión arterial y el 10 por ciento padece de diabetes. A ello se suma que el 89 por ciento de las personas es sedentaria.
Con ese escenario en materia de salud, la llegada de la pandemia por COVID-19 dejó a la población particularmente vulnerable. Sin embargo, durante el confinamiento los hábitos alimenticios no mejoraron. El último estudio de Elige Vivir Sano evidenció que mensualmente, una familia de 3,3 miembros puede consumir, en promedio, 23,4 litros de bebidas azucaradas, 17,5 kilos de pan y 5,1 kilos de dulces.
Cecilia Olivari, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica del Maule y experta en Psicología de la Salud advierte que esas cifras evidencian “una falta de conocimiento respecto a las consecuencias que traen los malos hábitos”. Y es que esa tendencia en la alimentación ha empeorado con la última década y ha llevado a Chile a encabezar la lista de los países mayor índice de sobrepeso y obesidad de la OCDE.
¿Cómo revertir esta situación? “Cuando se hacen campañas se presentan las ventajas y beneficios de las conductas saludables lo cual está bien y, de hecho, es necesario hacerlo; pero también se deben dar a conocer las consecuencias nocivas que trae mantener este tipo de comportamientos a mediano y largo plazo”, explica Olivari.
De acuerdo con la académica “las personas se perciben poco vulnerables a desarrollar enfermedades, son poco conscientes de que pueden enfermarse y no hacen la conexión entre el régimen alimenticio con la diabetes u otras patologías”.
Esto tiene que ver con la típica frase “de algo hay que morir”. Cuando la persona se siente saludable en el momento y no percibe que vaya a presentar problemas de salud de forma inmediata, no considera relevante modificar su conducta.
“Por ello es tan necesaria la educación de la población sobre los beneficios y los efectos negativos de sus hábitos nocivos”, enfatiza Olivari quien añade que “cuando alguien, por ejemplo, ya tiene un sobrepeso importante y presenta signos como dificultad respiratoria o se fatiga fácilmente, ahí es cuando la persona comienza a darse cuenta de que su condición está ligada a la dieta”.
Cambio de hábitos
“Recordemos que los hábitos de cualquier tipo se instalan muy tempranamente en la vida y eso lo vamos a repetir siempre y va en directa relación lo que lo que los padres vayan modelando en sus hijos”, explica Cecilia Olivari.
Por eso, ofrecer frutas y verduras a los niños es importante. “Todos aquellos alimentos que son altos en azúcares, grasas e hidratos de carbono tienden a generar una sensación placentera y por eso cuesta tanto dejarlos, pero si en un grupo familiar se instala una alimentación con más fruta y verdura, los niños adquieren esta costumbre y aprenden que estos alimentos también son agradables al paladar”.
En el caso de los adultos que ya están sufriendo las consecuencias o que tienen una enfermedad crónica instalada y desea generar un cambio en su vida, la experta señala que “la persona debe estar motivada y tener claridad de que debe hacer ese cambio. Cuando lo decide, normalmente lo hace porque ya está viviendo consecuencias negativas”.
Añade que “debe fijarse metas y acudir a un especialista para evaluarse y abordar su situación de forma integral con profesionales de la salud. “Si hay hábitos motivos que llevan muchos años instalados o que ha intentado muchas veces cambiarlo sin éxito, requiere del apoyo de un nutricionista que le pueda enseñar a alimentarse; si hay mucha ansiedad de por medio también puede acudir a un psicólogo”.
“El apoyo familiar es fundamental, sobre todo en aquellas personas con una enfermedad declarada y allí se requiere una familia educada en cuál es el problema de salud, cuáles son los hábitos que se deben modificar y cómo pueden ayudarla”, puntualizó.