Entrevista: “Este ha sido más bien un proceso ‘restituyente’”
Con proceso “restituyente” el filósofo Javier Agüero, académico de la Universidad Católica del Maule, se refiere a que durante la actual discusión para contar con una nueva Constitución se ha repuesto “el poder de los partidos y de la oligarquía”.
(Publicado originalmente en Diario Talca)
Para Javier Agüero, académico del Departamento de filosofía de la Universidad Católica del Maule, todo está perdido en lo que respecta al actual proceso constituyente. Habla de un proceso “restituyente” que repone “el poder de los partidos y de la oligarquía típica”, y lo acusa de estar “viciado y vaciado de legitimidad”. También, sostiene que, si la propuesta es rechazada, lo que parece ser -asegura- lo más probable, irónicamente, quien “volverá a ganar será Jaime Guzmán, el guzmanismo, la Constitución del 80; demonio difícil de exorcizar, casi imposible”.
Queda muy claro lo que va a votar Javier Agüero el próximo 17 de diciembre en el plebiscito de salida.
Mientras tanto, el pasado miércoles, el Consejo Constitucional despachó la propuesta de nueva Constitución para que sea revisada por la Comisión Experta.
¿Cuál es su análisis sobre el proceso constituyente en Chile hasta ahora y cuánto han afectado las divisiones políticas en el éxito de este proceso?
“Creo que este ha sido más bien un proceso ‘restituyente’, en el entendido que después que la Asamblea no logró hacer emerger una nueva Constitución —en la que efectivamente entraron a los espacios decisivos sectores de la sociedad civil que jamás tuvieron la posibilidad de deliberar sino más bien de ‘ser deliberados’—, lo que operó fue un reponer el poder de los partidos y de la oligarquía típica que vio cómo, ahí donde tradicional e históricamente lo tuvieron, de alguna forma con la Asamblea se les evaporaba. Entonces llevaron adelante un encapsulamiento de todo el proceso haciendo volver el poder a la zona de decisión, digamos, clásica”.
¿Es un tema pendiente la participación ciudadana en este proceso en términos de legitimidad del mismo?
“Claro, es un proceso viciado y vaciado de legitimidad. La ciudadanía ha tenido espacios monitoreados y gestionados de participación (lo que indica un tipo de participación exangüe y bizarra, no sé si le puede llamar como tal en realidad) y, en ningún caso, como es lo regular en la historia de Chile, este recorrido último se ha soportado sobre la base de un despliegue soberano. Como te señalaba, al ser este un órgano, primero, de 24 expertos definidos por el Congreso —por ambas cámaras—, después por la elección de un grupo de consejeros/as puestos ahí por los partidos, pues en nada se diferencia de una clásica elección de diputados o senadores. La ciudadanía, el pueblo, la gente o como quiera llamársele fue, de nuevo, enviada al margen y de aprobarse este artefacto constitucional —que todo parece indicar que no— será, a mi modo de ver, una confección política extrañísima conducida, y esta también es la ironía de la historia y la política, por quienes no querían una nueva Constitución: la extrema derecha”.
Dado el contexto de polarización política en Chile, ¿cree posible se pueda lograr un consenso en la elaboración de una nueva Constitución que refleje las diversas voces y necesidades de la sociedad?
“A consensos se puede llegar, pero serán fruto del hermetismo tradicional de la clase política, ‘dispositivos’ — por citar a Michel Foucault— oligárquicos y restituyentes. En ningún caso lo que operará será la construcción de un documento legítimo, anclado en la soberanía popular y su capacidad de deliberar; la ciudadanía no estuvo invitada a la fiesta de las decisiones definitivas, esa que tiene que ver nada menos que con su propio futuro. Será lo mismo de siempre, insisto; y esto es lo triste, ver cómo, nuevamente en Chile, la historia la dibujan unos pocos, a su medida y que terminan por llevarse todo el botín (digo esto de manera figurada por supuesto, porque el botín aquí es un país completo). Es irritante a la vez que notable la capacidad de la oligarquía para restituirse, reproducirse y reacomodarse una y otra vez, generando el escenario justo para la articulación de simulacros de legitimidad”.
¿Cuánto han aportado hasta ahora los constituyentes por el real éxito de este proceso? ¿Ve que existe una real preocupación por parte de los actores participantes por promover la unidad y la reconciliación en el país?
“Han aportado de acuerdo a sus intereses. Hemos visto que el proceso se ha transformado en una suerte de guerra de guerrillas en la que la principal manija la tiene la derecha ‘tradicional’ —siempre me ha inquietado esta idea, porque ¿cuándo la derecha no ha sido tradicional? – y, sobre todo, la extrema. Se habló tanto del atrincheramiento en el proceso anterior, de la radicalización y lo obtuso de ‘la izquierda’ y, ahora, salvo que todos/as son más elegantes y típicos, se ha consolidado progresivamente un documento más conservador que el que tenemos y con una dosis aumentada de neoliberalismo. A la derecha que se define como moderada no le ha quedado otra que seguir el pastoreo de los sectores ultraconservadores quienes tienen la capacidad de veto y, obvio, prefieren apoyar a Kast y compañía (por quién ya votaron en la segunda vuelta presidencial) que echarle agua al molino del gobierno. Lo más irónico de todo es que si esta Constitución se rechaza, quien volverá a ganar será Jaime Guzmán, el guzmanismo, la Constitución del 80; demonio difícil de exorcizar, casi imposible. Su figura, junto a José Piñera, es quien definirá la re-pactación de la sociedad civil con el neoliberalismo y sus indicaciones pro-oligárquicas”.
¿Ve que existe una real preocupación por parte de los actores participantes por promover la unidad y la reconciliación en el país?
“La reconciliación es un fetiche de la transición, como también lo fueron otras palabras tales como perdón, verdad, justicia, en fin. Entre todas forman un léxico que es solo eso, verbo. No puede haber reconciliación en un país donde se dice que Pinochet fue un estadista o que la Venda Sexy es una leyenda urbana de cara a las/ los miles que aún esperan por saber algo, o encontrar un resto de sus familiares desaparecidos/as. Este proceso reveló y dejó al descubierto algo que se intuía, pero no se decía por miedo a las réplicas y al juicio histórico, me refiero a una derecha descaradamente golpista y pinochetista que, ahora sin complejos, da cuenta de su verdadero habitus”.
En su opinión, ¿cuáles son los aspectos clave que deben abordarse en la nueva Constitución? En el sentido de garantizar cosas esenciales, como por ejemplo promover una sociedad más justa, equitativa y sustentable para todos los chilenos y chilenas.
“Para ser franco, los aspectos esenciales para construir una sociedad, digamos, más justa, estaban instalados en la antigua Asamblea: paridad, medioambiente, reconocimiento y restitución de los pueblos originarios, la reivindicación de las mujeres y de las minorías de género y, sobre todo, un Estado social y democrático de derecho que dejara atrás, en algo, la furia neoliberal que nos caracteriza. En fin, todo lo que la revuelta de octubre puso por primera vez en la historia de Chile como prioridades en un momentum constituyente. Pero se falló, no se entró a la disputa política, se acuartelaron y descansaron en sus mayorías circunstanciales. Para ese momento la derecha ya se había armado y ganaba la batalla comunicacional, con fakes o como sea, pero ya había leído el naipe. La derecha siempre es más efectiva cuando se ve amenazada. Si no es por vía institucional, siempre le quedará la tropa. Aunque hay que ser justos y decir que este no es el caso (hasta el momento y eso espero). Las FFAA parecen no pretender entrar, presionar o auspiciar a un sector específico.
Partiendo de la riqueza de los pueblos originarios y la heterogeneidad de la sociedad actual en Chile, ¿cómo puede abordarse el desafío de incorporar la diversidad cultural y social en la nueva Constitución?
“Es que es muy difícil ahí donde lo que tendremos, de aprobarse, es una Constitución más conservadora de la que se tiene. Estamos haciendo frente a una gran ‘restauración conservadora’. Es la extrema derecha la que dirige todo y arrastra a ‘Chile Vamos’. Frente a eso, se endurece aún más la sociedad chilena o nos quedamos con lo que tenemos que, igualmente, es del horror. Veo que sea cual sea el escenario que sostenga la trama, lo que nos queda es organizar la decepción y volver a pensar en una sociedad o ciudadanía que se conecte con su destino y re-conozca que la democracia, también, se juega por fuera de los márgenes institucionales; haciéndose ver, notar y, al mismo tiempo, volviendo a recuperar su aliento reivindicativo. Gilles Deleuze, el filósofo francés, hablaba de ‘agenciamiento’, esto es la unidad entendida como heterogeneidad. Desde aquí partiría todo; en el despliegue político-histórico de una diferencia agrupada. Por ahí podría emerger el horizonte de un nuevo proyecto. Sin embargo, pienso, primero hay que salir de la desilusión del país que muchas/ os quisimos pero que, y es triaste, no llegó a ser.
Crédito: Diario Talca.