Cuentos y música: creando un mundo para recordar y acercar a los niños a la lectura
María Teresa González Muzzio, académica de la Universidad Católica del Maule.
Durante los primeros años de vida es crucial ofrecer a los niños experiencias que se graben en su memoria, y que puedan ser recordadas con una connotación positiva. Memoria y emoción se encuentran estrechamente relacionados, son procesos clave en el aprendizaje que pueden favorecerlo u obstaculizarlo.
Pensando en el aprendizaje relacionado a la lectura y, en especial, en el escaso interés que demuestran las personas actualmente por los libros, lo anterior cobra sentido. Cada vez se lee menos a los niños, la lectura ha sido reemplazada, por ejemplo, por un televisor, un dispositivo electrónico, redes sociales saturadas de imágenes. La lectura, en los recuerdos de un número importante de personas, está vinculada a la realización de una prueba de comprensión, a tener que memorizar personajes, ambientes, episodios, a leer largos textos que muchas veces no lograban captar el interés personal. En este escenario, la lectura escasamente puede ser asociada a una vivencia emocional positiva y significativa.
¿Cómo enfrentar esta realidad?, ¿cómo acercar a las personas a la lectura de una forma que realmente deje huellas imborrables y los transforme en ávidos lectores a futuro? La respuesta, desde la Educación Parvularia, nos presenta múltiples opciones. Una de ellas es llegar al niño, un pequeño lector, desde una experiencia que le llene de sensaciones, que impulse su imaginación y creatividad, que le envuelva en un mundo que quiera seguir descubriendo.
La opción que en este caso hemos explorado en las experiencias que desarrollamos con las estudiantes del curso de artes musicales en segundo año de la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Católica del Maule, es la conjugación de la música y los cuentos, preparando cuentos sonorizados. Una narración sencilla, cautivante, sorprendente, original, combinada con un mundo de sonidos que invita al niño a abstraerse de la realidad y a entrar en la narración a través del ambiente sonoro que la acompaña. En este caso, sonorizar es ambientar una escena con los sonidos adecuados (Riaño y Díaz, 2011), lo que implica pensar también en movimientos y acciones, el uso de la voz, sonidos corporales, de objetos e instrumentos, que transportan a un mundo de sensaciones, imágenes y emociones al vivenciar la narración.
El desarrollo de estas experiencias, que podríamos considerar, en palabras de Díaz, Boop y Gamba (2014) como “entretejidas en medio de placer y goce, ayudan a provisionar el cerebro y demás órganos del cuerpo…” con una sensibilidad y habilidades especiales que favorecen sin duda todo aprendizaje. El estímulo que generan los diversos procesos musicales y lingüísticos repercute en el niño y puede despertar emociones, sentimientos, recuerdos, además de llegar a transformar el estado de ánimo, disposición y percepción de quien participa de la experiencia, tal como lo evidencian diversos autores al estudiar la incidencia de la música en los procesos cognitivos cerebrales.
Nuestra vida, desde el vientre materno, está llena de sonidos, ritmos, armonías, contrastes, intensidades y tonos diferentes. Somos seres musicales. Los recuerdos asociados a la música tienden a permanecer intactos por muchos años, incluso en casos en los que se afecta la memoria. Hay sonidos y piezas musicales que fácilmente nos transportan en el tiempo, nos hacen revivir emociones y recordar pequeños detalles que de otra forma sería muy difícil.
Por tanto, podemos pensar que una combinación ideal, provechosa en este caso para favorecer una aproximación más positiva al mundo de la lectura, es la que se genera de trabajar en forma integrada con la música y los cuentos. Si a ello agregamos el placer que naturalmente caracteriza al juego, como actividad propia de los niños, podríamos tener en nuestras manos una herramienta que sin duda impactará positivamente en su vivencia y futuros recuerdos. Su cercanía con el mundo de los libros podría estar marcada, entonces, por una huella emocional favorable, que esperamos les lleve a futuro a ver los libros con otra perspectiva, no sólo como objeto de lectura y estudio obligado, sino también, como una forma de volver a encontrarse consigo mismo.
Si agregamos que esta experiencia se lleve a cabo en una biblioteca pública, como es en este caso, la Biblioteca Óscar Ramírez Merino de Curicó, abrimos una puerta que a veces no nos atrevemos a cruzar. La experiencia, a muchos les hace ver este espacio como aburrido, demasiado silencioso, en el que prácticamente no pueden hacer nada más que sentarse ver innumerables páginas y páginas frente a sus ojos. Así pensado, claramente no es muy atractiva la experiencia. Sin embargo, en nuestra propuesta, rompemos con la estructura clásica y tradicional que se piensa al escuchar la palabra “biblioteca”. Generamos un espacio de interacción, de alegría, de sonido, más allá del que se produce al voltear una hoja. El niño ve que la biblioteca le permite también vivir una experiencia agradable, que frente a sus ojos tiene cientos de libros, cada uno con un mundo por descubrir.
Todo esto, nos lleva a cultivar la esperanza, fundados en la certeza de que dejamos una huella en sus recuerdos, en su emoción, en su imaginación y los acercamos más al mundo de la lectura, los libros, las historias, la música, los juegos, todo un mundo que seguramente no olvidarán.
Referencias:
Riaño y Díaz (coord.) (2011). Fundamentos musicales y didácticos en Educación Infantil. España: Publican Ediciones Universidad de Cantabria.
Díaz, Boop y Gamba (2014). La música como recurso pedagógico en la edad preescolar. Revista Infancias Imágenes, pp. 102-108, vol. 13 No. 1.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.