Columna: " Sombras del bienestar: en tiempos de hedonismo “El deber es el amor visible” (Gabriela Mistral)" - Universidad Católica del Maule
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Columna: ” Sombras del bienestar: en tiempos de hedonismo “El deber es el amor visible” (Gabriela Mistral)”

Columna: ” Sombras del bienestar:         en tiempos de hedonismo “El deber es el amor visible” (Gabriela Mistral)”
21 Ago 2025

Dr. Marcelo Pinochet Ayala Académico Depto. de Ciencias Sociales Universidad Católica del Maule.

(Publicado originalmente en Comunicando)

Nuestra Premio Nobel, profundamente influida por su fe y vocación pedagógica, entendía el deber como una forma concreta de amar: no como imposición, sino como manifestación del cuidado por los otros. Entonces, podríamos entender que el deber no se refiere solo al cumplimiento de las normas o leyes que sustentan nuestra vida en sociedad, sino a una actitud interior que nace del amor al prójimo y al bien común.

En este tiempo, recordamos esta frase como crítica al hedonismo y al individualismo. Y lo hacemos en un momento particularmente sensible, a pocas semanas de haberse revelado un uso extensivo e indebido de licencias médicas con fines personales, sin considerar el impacto que ello genera en el sistema estatal, en el prestigio de la función pública y en la confianza en las instituciones. Se trata, en el fondo, de una renuncia al deber como expresión concreta de la solidaridad, que erosiona los vínculos éticos que sostienen la vida de nuestra comunidad. En las últimas semanas, Chile ha sido testigo de una controversia que, si bien está siendo examinada caso a caso, revela una fractura profunda en nuestra cultura cívica. Lo que podría parecer una anécdota más dentro del extenso repertorio nacional de escándalos, dista de ser baladí. Este episodio se suma a varias otras polémicas recientes, como los denominados casos “convenios” o “fundaciones”, y pone en evidencia una preocupante normalización de prácticas éticamente cuestionables que, insisto, afectan de manera directa al bien común y debilitan los fundamentos de la confianza social.

Entonces surge un llamado a la conciencia cristiana: si el amor no se traduce en actos responsables, justos y transparentes, entonces se vuelve abstracto, vano o impreciso. En cambio, cuando el deber se vive como amor visible (como servicio y respeto por lo común) se convierte en testimonio cristiano.

El individualismo radical es el virus más difícil de vencer

No se trata únicamente de la falta de fiscalización o de los vacíos en los procedimientos estatales. El problema es más profundo: hemos comenzado a tolerar, e incluso justificar, el aprovechamiento personal a costa de lo colectivo. En una sociedad donde el hedonismo y el individualismo se han vuelto estilos de vida aceptados (y hasta promovidos), la noción de responsabilidad social se diluye. La frase “yo me las arreglo” reemplaza al “nos cuidamos entre todos”.

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, advierte que “el individualismo radical es el virus más difícil de vencer” (FT 105). También, en Laudato Si’ el Santo Padre nos recuerda que “todo está conectado” (LS 91) y que el mal uso de los bienes comunes -como podría ser el presupuesto público- alcanza incluso a quienes se creen ajenos, como una brisa que atraviesa muros invisibles. Cuando un funcionario público, un trabajador o un ciudadano cualquiera abusa de los recursos del Estado, no solo comete una falta administrativa: hiere la confianza social, debilita la solidaridad y erosiona la justicia.

Quienes leemos estas líneas estamos llamados a ser levadura de una cultura diferente, donde la ética no sea una carga, ni tampoco una imposición, sino una expresión genuina del amor al prójimo. En síntesis, es urgente recuperar el sentido del deber como expresión concreta del amor. El Catecismo de la Iglesia Católica, nos entrega las siguientes recomendaciones para considerar este vertiginoso tiempo como una oportunidad de mejorar la vida social: Fomentar la educación en la responsabilidad social (CIC 1916), rechazar toda forma de corrupción y abuso de poder (CIC 2409) y promover la justicia y la solidaridad como pilares del bien común (CIC 1928-1942).

Muy lejos de ser meras abstracciones doctrinales, estas enseñanzas se levantan como faros en la niebla de nuestro tiempo, ofreciendo caminos de discernimiento allí donde la confusión se ha vuelto una norma. La recuperación de estos principios no se limita a la esfera confesional, sino que se proyecta como una exigencia cultural y política (podríamos decir “mínimos sociales”) orientada a la reconstrucción de un tejido social basado en la justicia, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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