Columna de reflexión: Proselitismo y adoctrinamiento político.
Dr. Rafael Miranda Rojas, académico de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule.
La cercanía de la segunda vuelta electoral en nuestro país ha tenido entre sus implicancias el apoyo irrestricto (o no) a las dos candidaturas presidenciales. Diversas agrupaciones y personas han manifestado abiertamente su apoyo y, en paralelo, convocado a votar por el candidato de su preferencia. En ese contexto, una arista de análisis relevante es cuándo esos apoyos se transforman en proselitismo y adoctrinamiento político, lo que por supuesto exige definir ambas nociones y establecer casos paradigmáticos así como casos límite (difusos o vagos), en vista a evaluar el ámbito de acción de dichas prácticas. Como es de esperar, no hay definiciones unívocas al respecto y muchas de ellas dependen de la postura que se defiende: lo que es proselitismo para algunos/as podría no serlo para otros/as, y lo mismo aplicaría para el adoctrinamiento. Un ejemplo de definición de proselitismo (centrado inicialmente en el ámbito religioso) la ofrece John Fletcher(2014). Proselytism. Ecumenica, 7(1–2), 67. El autor sostiene que este término denota una:
“…conducta expresiva realizada con el propósito de intentar cambiar las creencias religiosas, la afiliación o la identidad de otra persona” (Stahnke 255). Esencialmente, hago algo con el objetivo de que adopte mi posición”
En ese sentido, el mero hecho de expresar la postura o el candidato que se apoya es proselitismo, más aún si invito a otros a votar por la postura o candidato (Quede para otra ocasión una reflexión sobre el carácter secreto del voto instaurado en el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu, ver https://www.bcn.cl/historiapolitica/elecciones/detalle_eleccion?handle=10221.1/62727&periodo=1833-1891)
Podría afirmarse que parece extraño esto sea un problema, considerando la aceptación amplia que actualmente tiene el hacer proselitismo, incluso “sin condiciones”. Es interesante también tener presente la etimología, προσήλυτος, que el texto de Fletcher desarrolla y que podría resultar iluminadora. A su vez, un ejemplo de qué se entiende por adoctrinamiento político lo ofrece Berger:
“El adoctrinamiento político consiste en persuadir a las personas para que adopten determinadas creencias, ideas, valores e ideologías relacionadas con la política y la gobernanza.” (Berger, A. (2017). Political indoctrination. En F. Moghaddam (Ed.), The SAGE encyclopedia of political behavior (pp. 617-617). Disponible en https://sk.sagepub.com/reference/the-sage-encyclopedia-of-political-behavior/i8374.xml )
Por su parte, nuestra Universidad Católica del Maule declara en dos de sus normativas lo siguiente:
“Estará prohibido a todo académico, en el desempeño de sus funciones universitarias, cualquier tipo de discriminación arbitraria y/o de proselitismo político” (Decreto de Rectoría 144/2018. Reglamento del Académico, Art. 11°)
y
“La libertad y autonomía académica no autoriza a la Universidad como tal, ni a sus miembros, para realizar, fomentar o amparar actos incompatibles con el ordenamiento jurídico, ni para realizar en sus recintos actividades conducentes a propagar directa o indirectamente, adoctrinamiento político partidista” (Decreto de Gran Cancillería 3/2014. Estatutos Generales, Art. 9°)
Sin embargo, la normativa UCM no define qué es proselitismo político ni qué es adoctrinamiento político, lo que torna complejo determinar si un acto específico es o no proselitismo, no existiendo una definición explícita de qué lo constituye. Además, establecer restricciones a esta prohibición en el primer caso demanda especificar cuándo un académico actúa en el desempeño de sus funciones y cuándo no. Sea como sea, esa restricción indica que no es el proselitismo per se el problema, sino el que se haga desde el rol institucional que le compete al académico, en tanto académico. Solo en ese sentido parece comprometer a nuestra Universidad Católica del Maule el convocar a votar por determinado candidato presidencial actualmente, independiente del candidato y/o la posición política por la que se invita a votar (lo que es importante para que este tipo de normativas no se comprendan, paradojalmente, como una defensa de una postura específica en detrimento de otra u otras)
Más preciso aún, no se sanciona el proselitismo per se, sino su desarrollo en el ámbito universitario ¿Por qué es así? ¿Qué se intenta proteger al prohibirlo? Una posición epistémica como el intuicionismo permitiría afirmar que es así porque parece lo correcto; esto no basta pues requiere mayor fundamentación, aún si intuitivamente parece fuera de duda qué es correcto y qué no. Desde una perspectiva filosófica, se trata de que esas razones no se comprendan como razones post hoc, con la crítica directa de que ello corresponde a una racionalización, un tipo de reduccionismo conceptual. Quizás otro ejemplo ayude a precisar este punto. Está fuera de discusión que el acoso sexual está y debe estar prohibido, y así ha sido regulado recientemente en nuestra Universidad Católica del Maule (Decreto de Rectoría 71/2018). En este caso, a diferencia de los de proselitismo y adoctrinamiento, sí se define explícitamente acoso sexual en la normativa citada. En su artículo 2° se enuncia que es:
“…cualquier comportamiento verbal o físico, que una persona realice por cualquier medio, ya sea requerimientos de naturaleza sexual, no consentidos por quien los recibe y que amenacen o perjudiquen su situación académica…”
Ello muestra la relevancia de la definición tanto para determinar el alcance de la eventual acción, y a su vez dejar claridad y necesidad de su prohibición, según sea el caso. Un ejemplo claro (no vago o difuso) de cuándo sí habría proselitismo en el desempeño de sus funciones parecería ser la docencia universitaria, específicamente el uso de la misma con fines específicos de carácter proselitista. Un ejemplo más difuso parece serlo cuándo, en su rol de académico (de modo explícito) se difunde una posición política específica. Sumando y restando, en la práctica esto redunda en que la eventual normativa se torna inaplicable en esos casos límites, y en los eventuales casos más prístinos se tensiona con otras aristas igualmente relevantes, como por ejemplo la libertad y autonomía académica que, de todos modos, los Estatutos esclarecen no autoriza adoctrinar en ese caso (ver artículo citado previamente y el artículo 8 º).
Dicho lo anterior ¿Por qué prohibir el proselitismo y el adoctrinamiento político? La respuesta inicial es que en su libertad y autonomía, nuestra Universidad Católica del Maule así lo ha definido desde sus autoridades y órganos colegiados respectivos. Parece estar claro, entonces, que es sabio y prudente respetar democráticamente las distintas y diversas posturas en discusión actualmente, y que la simplificación de las opciones conduce a la extraña consecuencia que solo una de las dos es legítima y válida, lo que difícilmente es democrático. Sugiero (a quienes se interesen) profundizar en la ya famosa paradoja de la intolerancia (Popper, Karl. 1945/2013. The Open Society and Its Enemies, Vol. 1 & 2. Ed. Princeton: Princeton University Press), probablemente esta paradoja está implícita en enunciados como el de “ultraderecha” o “extrema izquierda” que se oyen y leen recurrentemente en las últimas semanas, lo que haría necesario en mor de la democracia, reducir las dos opciones válidas a una. Todos tenemos la responsabilidad de que el Chile del mañana sea mejor que el de ayer, quizás es momento de confiar en que cada uno/a votará responsable e informadamente en esta segunda vuelta electoral.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.