Columna: ¿Puede la filosofía en Chile resistir a su propia automarginación? - Universidad Católica del Maule
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Columna: ¿Puede la filosofía en Chile resistir a su propia automarginación?

Columna: ¿Puede la filosofía en Chile resistir a su propia automarginación?
23 Oct 2025

Gonzalo Núñez Erices, presidente de la Asociación Chilena de Filosofía de Chile y académico Universidad Católica del Maule.

(Publicado originalmente en Le Monde Diplomatique)

Hace más de una década se ha venido realizando de manera ininterrumpida un evento que cada dos años convoca a todos y todas quienes se dedican a la investigación, enseñanza, desarrollo y promoción de la filosofía en Chile. Personas diversas que contribuyen a estas importantes tareas desde diferentes áreas, intereses y espacios de la sociedad como universidades, escuelas, centros de formación técnica, institutos, centros culturales, instituciones públicas y privadas en todo el país. Este evento lleva como nombre Congreso Nacional de Filosofía.

La Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF) es la entidad responsable, entre otras actividades, de la organización y realización del Congreso. En una asamblea pública y democrática ocurrida en 2009 durante la primera versión del Congreso, la ACHIF fue fundada junto con la votación de sus estatutos con la misión principal de velar por “el cultivo y defensa” de la filosofía en Chile a través de un sentido de comunidad y de colaboración. El Congreso Nacional de Filosofía es, por lo tanto, un momento muy significativo para la escena filosófica chilena que con el tiempo se ha posicionado como un hito tradicional e imperdible para todas y todos quienes se dedican o se interesan por esta disciplina.

Este año 2025, el Congreso se realizará en las dependencias de la Universidad Católica del Maule en la ciudad de Talca entre el 4 y el 7 de noviembre. La Región del Maule será por primera vez anfitriona de este evento donde participarán más de 300 personas de diferentes lugares de Chile y del extranjero, entre académicos(as), docentes, profesores(as), estudiantes pregrado y de postgrado. Adicionalmente, de manera inédita en su historia, el Congreso tendrá un espacio exclusivo para estudiantes de enseñanza media quienes expondrán posters filosóficos junto con sus profesores(as). Esta instancia tiene el propósito de destacar la presencia de la filosofía en las aulas como un lugar fundamental para la promoción de una reflexión crítica y el diálogo de ideas caracterizado por la pluralidad del pensamiento, la tolerancia y la honestidad. Lugar que debe ser permanentemente protegido frente a discursos y acciones que, cada cierto tiempo, procuran minimizar su relevancia en la escuela o, incluso, eliminarla como actividad curricular arguyendo razones que suelen ser más bien ideológicas en lugar de pedagógicas.

El Congreso recibe propuestas que cubren todas las subáreas de la filosofía: fenomenología, hermenéutica, filosofía del lenguaje, filosofía política, ética, lógica, filosofía de la mente, filosofía del arte, ciencia y tecnología, filosofía en Chile, filosofía antigua, filosofía medieval, filosofía moderna, entre otras. Estas se distribuyen en mesas de ponencias donde presentarán alrededor de 220 personas y en simposios con temas autoconvocados con más 100 personas en total. Sin embargo, en cada una de las versiones del Congreso existe siempre una propuesta temática general que busca instalar una reflexión transversal durante toda la jornada a través de sus conferencias principales y de su conferencia internacional que, en esta ocasión, estará cargo de la profesora Teresa Arrieta de la Universidad Nacional de Arequipa en representación de Perú como país invitado. De este modo, en esta próxima versión el título del evento que pretende colocar un tema para el debate es IX Congreso Nacional de Filosofía: La democracia y sus demonios.

El mundo contemporáneo está siendo testigo de diversos pero entrelazados fenómenos globales: migraciones y desplazamientos forzados; guerras y genocidios; desinformación, populismos y posverdad; emergencias climatológicas en la llamada era del antropoceno; el desarrollo vertiginoso de la Inteligencia Artificial; la distancia cada vez amplia entre la ciudadanía y la institucionalidad tradicional; entre otros. En este contexto, la democracia como proyecto político parece estar cada vez más en una situación crítica cuyas respuestas dejan más incertidumbre que respuestas claras para el presente y el futuro próximo. ¿Cuál es entonces el valor que tendría la democracia como modelo político y de gobernanza para las personas en la actualidad? ¿Sigue siendo un ideal regulador de la convivencia humana preferible a otro tipo de sistemas considerados “no-democráticos”? ¿Qué define y qué diferencia a la democracia de otras formas de organización política o compromiso ético-político? ¿Qué tipos de democracias existen? ¿Cuál de ellos es preferible y por qué lo sería? ¿Qué estamos dispuestos a ceder de nuestra libertad individual para convivir en una sociedad democrática? ¿Es la libertad individual compatible con los derechos sociales? ¿Vale realmente la pena luchar por recuperar o mantener una democracia?

Estas y otras preguntas serán parte del IX Congreso Nacional de Filosofía: La democracia y sus demonios. No obstante, la expresión “demonios” refiere a un aspecto aún más acotado para esta propuesta reflexiva. La palabra puede aludir al daimón, el espíritu o fuerza divina de la tradición griega que en la figura de Sócrates aparece como una guía moral sobre cómo ejercer la condición de ciudadano de la polis. Por otro lado, la expresión también podría referir al latín tardío daemonium de la tradición cristiana que representa una entidad maligna que tienta nuestro libre albedrío y, como Mefistófeles en el Fausto de Goethe, nos ofrece pactar poderes ocultos y sobrehumanos a cambio de nuestra alma. ¿Cuáles son entonces los demonios de la democracia en Chile y el mundo actual? Puede ser un ideal ético-político―un tipo de daimón socrático―para un proyecto utópico de sociedad que crea una promesa siempre fracasada: una transición perpetua hacia algo que nunca termina por llegar. Puede ser también un sistema de ideas y garantías políticas con el cual pactamos―como con el daemonium del relato cristiano―a cambio de la restricción de nuestros deseos y pulsiones.

Los demonios de la democracia son, por consiguiente, sus propias sombras, muertos y espectros que la habitan y acechan en su propia casa: aquellos que ocupan los subterráneos de su pasado, los que rondan atravesando los salones que animan su presente, como también los que retornan una y otra vez a golpear sus puertas arrastrando las maldiciones de sus propias profecías. Los demonios de la democracia no son, por tanto, un peligro ajeno a ella misma ante el cual defenderse, sino que una amenaza que reside y se incuba en la intimidad de su propio hogar.

De esta manera, la presente crisis de legitimidad que padece la democracia en el mundo es el resultado de una fuga de sentido que emana desde una de sus propias contradicciones: una voluntad popular atomizada que busca mayor autonomía y emancipación a partir de la identificación con discursos autoritarios arraigados en sus propios fundamentos. La cesión de la libertad plena del individuo por el aseguramiento de la paz a través del monopolio de la violencia en el Estado―tal como lo pensó Hobbes en el siglo XVII―es un hito fundacional del pacto social moderno. Un pacto que instala no solo la amenaza y la competencia mutua que cada individuo representa para los otros, sino que también el miedo como un detonante emocional utilizado por los populismos que brotan desde las nuevas formas de nacionalismos y autoritarismos.

Evidentemente, la tesis de un Leviatán―la figura monstruosa y demoniaca con que Hobbes representó al soberano absoluto―no apaciguó las pulsiones agresivas entre los individuos ni aseguro la paz perpetua anhelada por el cosmopolitismo kantiano. Sin embargo, las democracias contemporáneas siguen reproduciendo el miedo teorizado por Hobbes como un dispositivo político-afectivo que opera a través de la sobreestimulación de la competencia y la desconfianza mutua. En este sentido, la democracia es también un ejercicio de apertura de espacios reflexivos para regresar críticamente a sí misma con la posibilidad de exorcizar sus propios demonios, identificar sus traumas y temores y repensar sus propias profecías. Desde este lugar el Congreso Nacional de Filosofía será una jornada dedicada al pensamiento y el debate de ideas que contribuyan, entre otras cosas, a revisar lo que entendemos por democracia y lo que estamos dispuestos a hacer o no por ella.

Ahora bien, el término “democracia” es amorfo, vago, semánticamente inestable y, por tanto, suficientemente maleable para ser adaptado por cualquier líder de opinión y disputado por cualquier ideología. La democracia, por consiguiente, no solo es un sistema político, sino que también puede ser comprendido como un ideal normativo, una forma de vida, un imaginario social y simbólico, una práctica cultural particular, un ordenamiento jurídico y burocrático de la sociedad, etc. Ninguna definición puede saturar su significado; ningún concepto filosófico es capaz de precisar sus bordes.

No obstante, la existencia de un Congreso―en el que se reúne una amplia diversidad de perspectivas y sensibilidades filosóficas―es una oportunidad para la propia filosofía de salir de su automarginación. La percepción, muchas veces justificada, de la filosofía como algo inútil para los problemas e intereses de la sociedad, o como una práctica elitista que solo busca la autoestimulación intelectual, ha hecho que deje de ser un lugar de referencia para las personas y el debate público. No se trata de romantizar la inutilidad de la filosofía como si fuese una virtud frente a la exigencia moderna de la productividad; ni tampoco alimentar la idea de que el lenguaje filosófico debe ser complejo e intrincado por la supuesta profundidad de los problemas que aborda.

La filosofía posee efectivamente una vocación de marginalidad en tanto que piensa críticamente los discursos culturales hegemónicos, los límites del conocimiento y de lo expresable, las posibilidades y los fundamentos de los fenómenos, los bordes de la condición humana, entre otras cosas afines. Sin embargo, su vocación fronteriza―e incluso contracultural en cierto modo―parece llevar a la filosofía en la actualidad a una marginación de sí misma: desaparecer como una lugar de sentido para la vida de las personas. La hiperespecialización disciplinar, la estandarización de la escritura en el paper científico y la burocratización del pensamiento sujeto a las prácticas institucionales han contribuido a tal distanciamiento. Las consecuencias de esto han impactado también en un creciente menosprecio hacia la docencia, una de las dimensiones más relevantes para la filosofía, al considerar la formación de estudiantes como una pérdida de energía para otras cosas como la producción científica y la gestión burocrática.

De este modo, se ha constituido una cierta subjetividad academicista alimentada―como mencionábamos con Hobbes―con una forma de vinculación con los otros a través de la competencia, el miedo y desconfianza. La filosofía termina entonces como un actividad autorreferencial y narcisista que se regocija en la ilusión de profundidad de un lenguaje indescifrable. El IX Congreso Nacional de Filosofía: la democracia y sus demonios es un evento cuyo sentido es promover un espacio de resistencia a dicha subjetividad que avanza cada vez con más fuerza y menos reflexión crítica. Buscar en el encuentro, el diálogo y la colaboración una forma de repensar a la propia filosofía y su relación con la marginalidad. Desde allí reconstruir el necesario vínculo entre la práctica y enseñanza de la filosofía con la vida misma que nos hace a todos y todas contemporáneos de un mismo mundo.

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