Columna de opinión: ¿Rapa Nui o Isla de Pascua?
Jorge Molina Jara, académico Escuela de Pedagogía General Básica con Mención de la Universidad Católica del Maule, sede Curicó.
La iniciativa parlamentaria presentada el año 2016, que ha sido apoyada, por el gobierno y que en los próximos días será debatida en el Congreso, tendiente a concretar el cambio de nombre de la actual \”Isla de Pascua\” por \”Rapanui-Isla de Pascua\” podría abrir un debate muy interesante a nivel nacional, con respecto a los nombres de distintos lugares.
Esta decisión política de apoyar el proyecto, pone de relieve una problemática muy sentida por distintos barrios y poblaciones, asociado a la instalación o cambios de topónimos (nombres de lugares) por parte de la autoridad y el impacto en la identidad que dichas decisiones generó.
Es sabido que los distintos asentamientos, barrios o ciudades que han construido los seres humanos, han tenido un nombre que las identifica. Esa designación, es definida y estudiada como un topónimo desde la geografía y la lingüística. El topónimo proviene del griego topo= lugar, y nomo= nombre, y ha sido utilizado por las comunidades para identificar los espacios que utiliza, evidenciado una parte de la historia de esa comunidad o de su relación con el territorio. No obstante, esos nombres no siempre han sido fruto de la deliberación de la comunidad, sino más bien impuestos por la autoridad, borrando lo que los habitantes habían generado. Eso ocurrió con Rapa Nui, que, tras la llegada de los holandeses, en 1722, fue re-bautizada como Isla de Pascua, instalando desde el topónimo una nomenclatura que culturalmente no reconocía la población local y que luego, el Estado chileno, tras la ocupación en 1888 encabezada por Policarpo Toro, habría mantenido hasta nuestros días, generando una molestia permanente en los habitantes de ese lugar.
Los cambios de topónimos han sido comunes a lo largo de la historia, pues, muchos de ellos, han cambiado irreversiblemente, tras el surgimiento de una nueva toponimia, mucho más atractiva y elocuente de un espacio y que con su uso, reemplazaría la anterior. Pero también, puede cambiar por decisiones políticas, de autoridades que quisieran extirpar la antigua toponimia, imponiendo una nueva. Al respecto, el geógrafo Joan Tort (2003), indica que “la substitución de la toponimia vigente por una toponimia nueva suele ser, en cualquier territorio del mundo, un hecho correlativo a los procesos revolucionarios y, en general, a los cambios violentos de régimen político” (p.2). María Eugenia Comerci (2012) indica que \”si bien la toponimia es resistente a los cambios, con una persistencia que puede durar más que los monumentos o las tradiciones, los nombres de un lugar pueden cambiar radicalmente tras una decisión política(p.7).
Los cambios de toponimias, por ejemplo, fueron parte de las estrategias de control del territorio, utilizadas por la dictadura cívico militar chilena, a partir de 1973, intentando suprimir nombres de calles, barrios y poblaciones, que tuviesen vinculación con la izquierda marxista que buscaban exterminar, e impusieron una nueva toponimia, vinculada a héroes y gestas militares, legitimando el rol de las fuerzas armadas. Así, hemos tenido decenas de poblaciones denominadas 11 de septiembre o que llevan nombres de militares chilenos muertos en la Guerra del Pacífico. En Arica, estaba la población Venceremos y lo cambiaron por 11 de septiembre; en Viña del Mar, estaba el campamento Salvador Allende y pasó a llamarse Glorias Navales; en Colina, estaba la población Gladys Marín y pasó a llamarse Luis Cruz Martínez; en Huechuraba, la Población Última Hora, pasó a llamarse Villa 11 de septiembre; en Recoleta, la población Angela Davis pasó a denominarse Héroes de La Concepción; en La Granja, estaba la población Lenin y pasó a denominarse población Yungay; en Curicó, estaba el campamento Luciano Cruz y pasó a denominarse José Olano Arismendi; en Talca, estaba la población Luis Emilio Recabarren y pasó a denominarse Sargento Segundo Daniel Rebolledo, etc.
Estos nombres fueron cambiados por decisión política, (ratificado en el decreto ley 362 de 1974) afectando la historia e identidad de aquellas comunidades, expresado en sus topónimos.
Al momento de anunciar el apoyo al cambio de nombre de Isla de Pascua, Sebastián Piñera indicó que, esto implicaba: \”hacer un acto de reconocimiento histórico. Un acto que interpreta muy fielmente los anhelos, los deseos de los habitantes de la isla. Es un acto de reinvindicación\”.
Si las palabras del Presidente, la extendemos como política nacional a todos los barrios en que les fue cambiado forzosamente sus nombres, imponiendo una nueva toponimia, debiésemos iniciar la discusión sobre la recuperación de los nombres de cientos de poblaciones y barrios a nivel nacional, que fueron prohibidos por la dictadura, en virtud del \”reconocimiento histórico\” que anunció el presidente Piñera.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.