Columna de opinión: ¿Quién aún canta a los niños?
María Teresa González Muzzio, académica del Departamento de Formación Inicial Escolar de la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad Católica del Maule sede Curicó.
Sería deseable que todos y cada uno de nosotros, pudiésemos recordar una gran cantidad de canciones aprendidas por tradición oral, desde pequeños. Por ejemplo, canciones de cuna, canciones que acompañaban juegos como saltar la cuerda, canciones interminables que hacían que los minutos pasaran más rápido, o canciones que se aprendían mientras se iba caminando por la calle. ¿Cuántas de ellas recordamos?
En la práctica docente universitaria, es cada vez menos frecuente encontrar jóvenes que recuerden cantos aprendidos solo por tradición oral. Lo que más recuerdan es música de diferentes estilos, autores, e intérpretes escuchada en algún sistema tecnológico. Pero la memoria musical más tradicional se limita principalmente a aquellos momentos en que debieron aprender un baile para la presentación del colegio o a escasas canciones cantadas por adultos en la familia. La excepción la constituyen quienes se encuentran vinculados a grupos folclóricos o bien que participan de celebraciones costumbristas principalmente en el mundo rural.
Esta realidad nos hace advertir dos grandes conflictos que hoy enfrentamos como sociedad y sistema educacional. El primero relacionado con el olvido de valores musicales característicos del folklore nacional y local. El segundo, con valiosos espacios de aprendizaje que se pierden al no generarse algunas instancias de transmisión cultural en especial a nivel familiar. Se advierte, por tanto, una responsabilidad compartida entre familia y educadores, sin dejar de lado, claramente, a la sociedad en general.
La música ofrece una ventana al aprendizaje desde muchas perspectivas. Escuchar una y otra vez una pieza musical, y recordarla hasta que somos capaces de adivinarla con solo escuchar unos acordes, desarrolla habilidades de memoria y la capacidad de atender a los detalles. Las canciones tienen gran riqueza lingüística, diversidad de conceptos, algunas estructuras oracionales más simples, otras más complejas, incorporan figuras literarias, relaciones con la vida diaria, y sensibilizan nuestro oído, amplían nuestros horizontes, entre otras inagotables potencialidades.
No obstante, hoy muchas personas creen que basta con poner un archivo de audio, o un video y con ello “entretenerlos”, pensamos que esto hará que disfruten. Y sí, puede ser que gocen escuchando y viendo un video o pieza musical, pero el valor afectivo del canto de otra persona, la situación que se genera al cantar a un niño, no se compara con el hecho de estar frente a una pantalla. El aprendizaje se genera desde los primeros años a través de la experiencia, el juego y la socialización con otros. Nada reemplazará el canto de una madre, padre o abuelos a un bebé, el canto que acompaña las primeras rondas y juegos de los niños, o el simple canto por el placer de repetir una pieza musical una y otra vez. Asimismo, nada reemplazará el valor de la música como parte del folklore y de nuestra memoria individual y colectiva.
El 22 de agosto se celebra el Día mundial del folklore, establecido por la Unesco desde 1960. Y en particular, en Chile, nos acercamos a celebrar el mes de la patria, oportunidad en que recordamos algunas tradiciones y el folklore de nuestro país. Cabe recordar que el folklore tiene múltiples dimensiones, abarcando costumbres, celebraciones, fiestas, comidas, juegos, música, entre otros. Hoy, en estas líneas, la invitación es a detenerse por un instante en la música, para que, más que ser un recuerdo en una fecha del año, más que solo escucharlo en fiestas patrias, pensemos en rescatar y dar vida a los recuerdos para que no dependan de ser abordados en una unidad específica en el sistema escolar.
Está en nuestras manos, más bien, en nuestras voces, revivir la tradición y el folklore musical, y aprovechar todo su potencial en miras a enriquecer la experiencia de los niños, tanto a nivel familiar como a nivel escolar. Podemos comenzar desde pequeños, recordando canciones para dormir, otras para jugar, otras para celebrar. En este contexto, se valora la idea de que la familia es la primera educadora de los niños, es decir, es la primera llamada a rescatar estos recuerdos y hacerlos parte de su experiencia. Luego el sistema educacional aportará lo propio.
Por ejemplo, algunos títulos o frases para empezar a recordar: “Arrurrú”, “Sal de ahí chivita, chivita”, “En un lejano bosque”, “En alta mar”, “El gorro de lana”, “Allá en la fuente había un chorrito…”, “Tenemos una tía, la tía Mónica…”, “Caballito blanco”, “Por el riel de acero…”, “Volantín, tin, tin…”, “Me su…me su… me subo a la mesa…”.
¿Podremos continuar este listado?, ¿Podremos recordarlo junto a los niños, en el día a día?
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.