Columna de opinión: “El Presidente y el Espíritu Santo”
Benoit Mathot Flamand, director del Departamento de Teología, Centro de Investigación en Religión y Sociedad (CIRS) de la Universidad Católica del Maule.
En una entrevista al diario La Tercera del 29 de diciembre, a las preguntas del periodista “¿Cómo contribuye usted al buen clima cuando algunas de sus intervenciones han exacerbado los ánimos? ¿Se siente parte de la solución del problema?”, el Presidente de la República Sebastián Piñera reconocía efectivamente errores en su apreciación y gestión del estallido social, y terminó su respuesta afirmando: “Y salvo que tuviera conexión directa con el Espíritu Santo, no estoy libre de errores, y he cometido errores”. Seguramente, esta citación del mandatario no es la más importante que haya pronunciado durante esta crisis. Sin embargo, a pesar de su carácter periférico con respecto a los aspectos centrales de la demanda social, como teólogo, no podía dejar pasar esta afirmación espontánea que tiene un carácter explícitamente teológico, porque, según mi opinión, apela a un tipo de religiosidad entendida (y sobre todo distorsionada) desde el neoliberalismo.
En efecto, sabemos que el neoliberalismo tiene esta especificidad de promover la ficción de un mundo completamente positivo en el cual cada uno de nuestros deseos podría posiblemente ser cumplido por la libre acción del mercado. En este mundo imaginario, una serie de conceptos se destacan como las evidencias de nuestra época: armonía, felicidad, eficiencia, pacificación, normalización, control, transparencia, crecimiento, coincidencia, etc. Todos estos conceptos tienden a promover un orden social del cual lo negativo ha sido excluido. Dicho de otra manera, todo fenómeno que tiende a diferir, impedir, resistir, escapar, descoincidir al sujeto de su deseo es percibido como un obstáculo que puede y debe ser superado. Más fundamentalmente, a través de este léxico exclusivamente positivo, nos damos rápidamente cuenta que es la dimensión de falta, que nos constituye sin embargo como seres humanos hablantes, que tiene como horizonte ser superada.
En este panorama neoliberal, que se sostiene en estos referentes simbólicos e imaginarios, la religión, a menudo, aparece como solidaria de esta ideología, promoviendo (y viviéndose como) un “más” (más sabiduría, más saber, más goce) en una vida estresada, o como una seguridad existencial al medio de las incertidumbres cotidianas, o como una respuesta definitiva en medio de tantas preguntas insolubles. En filigrana de esta comprensión neoliberal de la religión, la figura de Dios que aparece tiende a garantizar la posibilidad de un sentido, y por consecuencia, a asegurar la posibilidad (el Presidente Piñera sigue sobre este punto una lógica muy coherente) de ser “libre de errores”, al menos si el sujeto pone su vida en adecuación con este sentido.
Sin embargo, podemos preguntarnos sobre la pertinencia teológica y antropológica de esta “comprensión neoliberal de la religión”, y, en el caso del Presidente Piñera, sobre la pertinencia de esta comprensión de la religión cristiana. En efecto, muchos episodios bíblicos nos presentan un Dios que viene más bien abrir una brecha en el tejido de nuestras certezas; que viene a profundizar y dejar fecunda una distancia en el corazón de nuestras vidas; que viene a ponernos en crisis (en el buen sentido de la palabra), más que a normalizar nuestras vidas por la presencia de un sentido asimilable. Su encuentro provoca la interrupción de nuestros relatos imaginarios y nos hace descoincidir de nuestras fijaciones u obsesiones, pero no provoca una reconciliación a bajo costo o que nos permitiría vivir una vida fuera de los errores.
La religión cristiana nos enseña que el Espíritu Santo (con el que Piñera no se siente en conexión directa) trae a la humanidad el don de la sabiduría. Sin embargo, haciendo eso, esta sabiduría no impide los titubeos ni los errores humanos, sino que nos ofrece el discernimiento permitiéndonos no persistir en el error. Después de más de dos meses de estadillo social, y al momento de comenzar un nuevo año, podemos esperar que esta comprensión del Espíritu Santo acompañe, más que nunca, al Presidente Piñera en su preocupación por el bien común.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.