Columna de opinión: “La responsabilidad de Compartir”
Orietta Dennett Gómez, directora de Comunicaciones de la Universidad Católica del Maule.
La movilización social ya ha cumplido un mes, y con el anuncio de un plebiscito para buscar una nueva constitución, comienza una nueva etapa, en donde las redes sociales, en especial Facebook, Twitter, y sobre todos WhatsApp, toman papel protagónico, al ser la alternativa a los medios tradicionales, y ser la mayor fuente de información de miles de personas.
Las redes sociales también son fuente de conflictos, el exponer ideas no populares es razón suficiente para un linchamiento digital. Además, se comparte contenido de alta violencia gráfica, que repetido una y otra vez genera un ambiente de incertidumbre y ansiedad, que a la larga provoca una merma al movimiento, pues distrae la atención principal, que son las justas demandas y el emplazamiento al gobierno y los Derechos Humanos, por los hechos de violencia gratuita, y la criminalización del movimiento, y desvía la atención del foco principal que es la búsqueda de soluciones sociales.
El término posverdad es un neologismo para nombrar estas mentiras vestidas de verdad, que apelan a la emoción para exacerbar aún más las posturas, haciéndolas extremas. Es propaganda 2.0, que busca reclutar nuevos difusores de ideas extremas, que se replican en redes sociales, generando el estado de alarma constante, y que peor aún, separan las posturas a un nivel irreconciliable, generando el repudio al otro.
Y es lo que vemos hoy en día, se repiten informaciones, generando un repudio constante, o bien, un miedo exagerado al otro, dejándolos de ver como semejantes, quitándoles la humanidad al tratarlos de vándalos, o de fachos (según la postura). Esto no es más que una estrategia, ya lo decía Maquiavelo: “Divide y Vencerás”, estamos tan preocupados de atacarnos mutuamente, que no se propicia la discusión necesaria para generar consensos, y preparar una ruta viable para el fin del conflicto. Las discusiones de fondo pasan a un segundo plano, y la forma se toma gráficamente nuestras líneas de tiempo, con post, memes, videos y fotos, consignas y slogan, apelando a la emocionalidad y a reforzar las ideas de quienes los reciben.
Si algo nos enseñó el escándalo de Cambrige Analitycs, es que no podemos confiar en Facebook como fuente de información. Sus algoritmos reducen las publicaciones de nuestros amigos, restringiéndose solo a los que tenemos interacción, y más aún, mostrando en primer lugar a quienes le damos “Like”. Eso reduce nuestra percepción de realidad a solo una parte de esta, y puede modificar nuestra forma de ver el mundo, y por ende las decisiones que podemos tomar. Las elecciones de Trump, y el Brexit es una prueba de ello.
El llamado es abrir nuestras “burbujas de percepción”, ampliar nuestra mirada, y no borrar de la red social a quienes no opinan con nosotros. Para así tener siempre una mirada distinta, que nos ayude a calibrar nuestras posiciones. No olvidemos que detrás de un Nick hay una persona, por lo que la empatía se convierte en una competencia fundamental para ser un aporte en estos tiempos.
Las noticias o informaciones manipuladas, son tan antiguas como nuestra sociedad, solo que ahora somos parte de la maquinaria de difusión a través de nuestras cuentas, pero también, podemos ser el eslabón que corte la cadena. Ya lo decía Sócrates, antes de compartir cualquier información hay que pasarla por tres tamices: cuestionarse si nos consta que es verdadero, si tiene bondad de alguna forma (que contribuya a mejorar nuestro entorno), o si es de utilidad para el resto. Si no cumple ninguno de estos tres requisitos, es mejor no ser parte de una estrategia de justificar la violencia con más violencia, no nos quedemos en enunciados, no leamos solo los titulares. Seamos parte del cambio que viene con una actitud propositiva, pensamiento crítico, y cuestionar todo lo que recibimos, antes de compartir.