Columna de opinión: Integración Social
Jorge Molina Jara, académico Escuela Pedagogía General Básica con Mención, Universidad Católica del Maule, Sede Curicó.
El proyecto de viviendas sociales, impulsado por el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, que busca entregar una solución habitacional a 85 familias vulnerables, ha generado airadas protestas por parte de vecinos de esa comuna, que no desean colindar con viviendas y familias de escasos recursos, bajo pretexto, de que ese tipo de viviendas, “erosionaría la plus valía de sus hogares”.
Esta situación, pone de relieve un problema de larga data en la sociedad chilena: el clasismo y la discriminación.
El año 2001, el sociólogo Jorge Larraín publicó “Identidad Chilena” (editorial LOM), destacaba el clasismo como un rasgo característico de nuestra sociedad. También, en el contexto del bicentenario, el año 2010, se generaron distintas encuestas (PUC-ADIMARK, CEP, CERC) tendientes a develar nuestra idiosincrasia, reconociendo los propios encuestados, el clasismo como parte de nuestra identidad.
Lo que ha ocurrido estos días en Las Condes es solo la expresión del clasismo, la desigualdad y la discriminación, expresada en los territorios (ciudades) y que tristemente, como sociedad, hemos ido naturalizando.
Parece no impactarnos que tenemos educación y salud segregada socialmente, y esas diferencias sociales, que hemos naturalizado a lo largo de nuestra historia y que las autoridades locales y nacionales parece no incomodarles, también tienen una expresión en las ciudades, pues, se han configurado barrios para distintas clases sociales, sin que ninguno pueda traspasar esas fronteras simbólicas, configurándose guetos y barrios elitistas.
A lo largo de todo el país podemos ver como son segregado y ordenados territorialmente los grupos sociales, desplazando a los pobres e impidiéndoles habitar ciertos sectores: ocurrió en Iquique, donde los pobres tuvieron que irse a habitar a Alto Hospicio; en Peñalolén, se edificaron muros para que los pobres no puedan acceder (ni ser vistos); en Pirque, los parceleros se han opuesto a la construcción de villorrios para campesinos; en Viña del Mar, los pobres fueron desplazados hacia los cerros; está ocurriendo en Curicó, en el sector de Zapallar; al igual que en Talca, en el sector de Las Rastras y alrededores; y Las Condes, es solo una expresión más de ese clasismo.
Como sociedad tenemos que enfrentar y cambiar urgentemente estas problemáticas, desnaturalizando el clasismo, la discriminación y segregación territorial, empezando a pensar, diseñar y construir sociedades (y ciudades) inclusivas y democráticas, en las que ningún ser humano sea excluido o limitado por sus ingresos.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.