Columna de opinión: “Infancia y Naturaleza, Tan Cerca y Sin Embargo Tan Lejos”
Dr. Cristian Aguilar Correa, Departamento de Formación Inicial Escolar de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica del Maule.
No hace mucho, los niños en el pueblo pasaban la mayor parte de su tiempo fuera de casa, jugando a las escondidas, a pillarse o construyendo guaridas. Los niños de la ciudad no eran muy distintos; jugaban en la calle y salían por ahí buscando nuevas aventuras sobre las ruedas de sus bicicletas. Sin embargo, la vorágine de la vida moderna ha logrado desconectar a los niños del exterior. En pocas palabras, las formas en que estos entienden y viven la naturaleza ha cambiado drásticamente.
Los párrafos precedentes, reflejan de cierto modo, algunas ideas de la relación actual niñez y entorno que en los últimos años ha puesto sobre la mesa el educador ambiental R. Louve.
Hoy los niños crecen más desconectados de la naturaleza que nuestros padres y nuestros abuelos. Los aparatos electrónicos, los videojuegos, la televisión y otros escenarios de realidad virtual han ido reemplazando los escenarios naturales. Jugar con tierra, caerse, embarrarse, subirse a los árboles, construir artilugios con elementos naturales, actualmente nos parecen quehaceres peligrosos y comprometedores. Los niños viven estresados y su vida se rige por horarios; en muchos casos, religiosamente definidos: por la mañana a la escuela, luego a talleres, más tarde clases de ballet, después a la escuela de fútbol y los festivos a cumpleaños en centros de eventos y paseos a las grandes tiendas comerciales. Y en casa, juegan dentro de ella pues es allí “donde están los enchufes eléctricos”. Sostiene Louve.
En este contexto los padres también tienen su grado de culpa. El miedo a los extraños, a los insectos ponzoñosos y un sinfín de virus y bacterias, que les pueden acechar en el exterior, los hace reacios a dejar que sus hijos jueguen fuera de casa. De igual modo, el avance urbano, descomunal y sin planificación aparente, ha devorado grandes zonas naturales reduciendo cada vez más los espacios verdes.
Las visitas a parques naturales van en descenso y si a esto agregamos que los tiempos de distracción y juego espontáneo en la escuela han disminuido estrepitosamente llegamos a la conclusión que los niños pasan poco tiempo al aire libre durante la semana.
Louve, indica que el territorio recorrido por un niño de los dos mil es una novena parte del territorio explorado por un niño de los setentas. Como consecuencia prolifera en ellos la obesidad y el tedio, la tensión corporal, así como también, los trastornos de atención, la hiperactividad e, incluso, actos depresivos.
Los pequeños que tienen acceso a la naturaleza y al aire libre -sostiene el autor- aprenden mejor, son más calmados, se comportan de forma más adecuada, son más creativos y dominan mejor el pensamiento crítico. Que los niños pasen más tiempo conectados con la naturaleza llena sus déficits físicos, emocionales, espirituales y valóricos.
Por tanto, es necesario que los niños salgan. Necesitamos para ellos más recreos, más juegos espontáneos en los colegios y más huertos escolares. Necesitamos más acciones fuera del aula, más bosques y más riachuelos donde chapotear. Es necesario que se embarren más y gasten los pantalones en las rodillas, que puedan encumbrarse en los árboles y que se caigan. Que repten, que brinquen hasta saciarse y que ensucien sus uñas con el frescor de la tierra mojada. No robemos a los niños el valor de aquellos primeros días de dulce vagancia que vivimos como padres. ¡Cuando el entorno era nuestro Ritalin!
La naturaleza necesita a los niños. Privarlos de la inspiración procedente de curiosear y explorar libremente, les impedirá verla como parte de su vida. Pues en la naturaleza los pequeños encuentran independencia, imaginación e intimidad. Pues la naturaleza no les roba el tiempo, se los amplifica.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.