Columna de opinión: Fe Cristiana y Covid-19: ¿Y Dónde Quedó la Razón? - Universidad Católica del Maule
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Columna de opinión: Fe Cristiana y Covid-19: ¿Y Dónde Quedó la Razón?

Columna de opinión: Fe Cristiana y Covid-19: ¿Y Dónde Quedó la Razón?
27 Mar 2020

Pbro. Dr. Luis Mauricio Albornoz Olivares, decano de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas de la Universidad Católica del Maule.

Qué duda cabe que el contexto actual invadido por la llegada del COVID-19 nos ha traído a todos nuevas formas de lo presente y modos diversos de comprendernos y situarnos frente a algo que nos supera. Después de lo ocurrido en Asia y la situación que experimenta Europa, se nos revela un desastre de diversa índole que nos impacta día a día. Lo que comenzamos a vivir en Norteamérica, materializado en lo que ocurre en USA y que se comienza a vivir ahora en Latinoamérica, no deja de remecernos. Del mismo modo lo que verificamos en nuestro país en el día a día hace palidecer el rostro de futuro y esperanza próximo que siempre necesitamos para ofrecer sentido a nuestro diario vivir.

El distanciamiento social, la cuarentena y los toque de queda como medidas inclaudicables para aminorar los efectos de la pandemia han sugerido una manera distinta de situarnos y han traído consigo una especie de vacío que se va revelando en espacios de nuestra vida que antes se cubrían con tareas excesivas, ritmos desbordantes, exigencias destructivas y presiones aplastantes. Tanta realidad que nos rodea y que el coronavirus ha develado.

También la falta de Eucaristía comunitaria para el creyente y para el sacerdote ha generado vacío. Algunos con muy buena voluntad, pero con poco orden y escasa creatividad, han intentado ocupar las redes sociales para hacer llegar la celebración de la fe a esos espacios vacíos que se han generado. Otros han llenado los medios con oraciones, llamadas a rezar, Misa por streaming, exposición del Santísimo, imágenes religiosas y otros muchos etcéteras… Detrás de ellos hay otros más, que con humilde devoción y sencillo respeto, intentan seguir estas celebraciones y convocatorias, como si el camino de la fe se agotara en aquello que sucede detrás de la pantalla digital. Quizá se nos olvida que estamos en cuaresma, en tiempo de orfandad y penitencia, en tiempo de tentación y ayuno, en tiempo de vacío y sacrificio, en definitiva, estamos en el desierto, aquel que mantenía al Pueblo de Israel lejos de la tienda del encuentro, donde solo entraba Moisés para hablar con Dios (Ex 33,7-11), y que el Covid-19 nos ha obligado a vivir.

Desde lo estrictamente religioso y bajo una limitada reacción eclesial, se ha dejado desbocar el activismo digital casi como para dar cuenta que estamos haciendo algo. Por las redes sociales corren diversas posiciones y comentarios que erigen precisamente esa idea, como si los héroes del momento fuésemos los sacerdotes por estar haciendo algo por las personas a través de la fe. Todo puede ser necesario, pero no responde a lo esencial del tiempo, lo que puede derivar en una cobertura de los espacios que promueven el consumismo digital desenfrenado, aunque sea religioso. Esto siempre sucederá cuando la razón esté ausente de nuestro creer.

El caso más extremo de expresiones religiosas sin razón ha venido desde San Pedro de la Paz, donde un foco de contagio surgió precisamente en un culto religioso evangélico. En Brasil las iglesias evangélicas continúan sus cultos afirmando que “la fe curará el coronavirus”, en la Diócesis de los Ángeles se ha relativizado la pandemia en razón del culto, el diario “El País” habla de inconsciencia en la religión, y así podríamos multiplicar los ejemplos.. y en medio de todo, seguimos desde lo religioso haciendo lo que se nos ocurre: ha faltado la razón.

Parece que se nos ha olvidado que la apuesta por lo teóricamente coherente también en materia sanitaria es exigible a la fe religiosa, porque el cristianismo es la religión del logos. Logos es un término polisémico, que significa a un tiempo razón, palabra y sentido. Por eso, desde el principio, el cristianismo entró en relación con la filosofía y las filosofías como búsqueda de la verdad y amor por la sabiduría. El evangelio de San Juan lo recapitula desde el Génesis: “Al principio existía el Logos y Logos estaba junto a Dios, y el Logos era Dios; por medio de Él se hizo todo y sin Él no se hizo nada de lo que fue hecho. En Él había vida y la vida era la luz de los hombres… Y el Logos se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,1-3.14).

Para el cristianismo el Logos es Dios. Toda la creación ha sido hecha por el Logos y por Él salvada, en consecuencia, como recordó Benedicto XVI en su inolvidable discurso en Ratisbona, “No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios“. La teología, como disciplina tiene como objeto precisamente “dar razón” de la fe y de la esperanza, en ese Dios personal que se ha revelado a los hombres como Agape, ser inteligencia del amor y del amado, como diría san Buenaventura, o si se quiere, amor que busca inteligencia.

Desde este punto de vista, que termina siendo radical en este tiempo, no hay nada que temer, el Logos está de nuestra parte, y en el areópago de lo digital nos pregunta como ayer a Pablo ¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que proclamas? La fe existe germinalmente allí donde hay una palabra del hombre dirigida o construida en oración a Dios, y esa palabra es la que hoy se levanta en la convocatoria que ha hecho el Papa Francisco para unirnos en oración. Allí donde hay una pregunta, un anhelo, un silencio meditativo, o una espera amorosa de Dios por parte del ser humano, allí surge un embarazo creyente que no tenemos derecho a abortar. Pero todo requiere de un buen uso de la razón, y una aplicación religiosa de lo razonable. Dios no se revela como un ente mágico, que soluciona nuestras precariedades de modo artificioso. Nuestro Dios es el Dios del logos, el Dios de la razón, en consecuencia, es esta la que debe imperar incluso en lo que apliquemos como estrategia creyente, en medio de esta crisis sanitaria que a todos nos toca. Es lo que podemos observar en el decreto recientemente publicado por la Oficina de prensa de la Santa Sede llamado “En tiempo de Covid-19”, donde establece las directrices para la próxima Semana Santa que se celebrará sin fieles.

Por otra parte, este tiempo de dificultad también puede entenderse como tiempo de fe y de gracia, una luz para que nosotros, en nuestra vida humana y cristiana cuando corresponda, paremos un poco, reflexionemos y reconstruyamos lo posible en medio de la crisis. Podemos orar más intensamente, y buscar lo esencial; no puede haber miedo al vacío, aunque sea religioso. En la medida en que nos dejemos empapar por la razón, que no es otra cosa que el Logos hecho carne, podremos avanzar con paso firme, y dejar caer sobre nuestro entornos aquello que no encontramos en lo digital, ni en la frivolidad de los matinales, ni en el desfile de lo político, ni en el desespero de lo mediático. La Cuaresma presente puede devolver la razón perdida a esa fe que buscamos vivir.

 

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