Daniela Arellano, facilitadora Programa PACE del Centro de Apoyo al Aprendizaje de la Universidad Católica del Maule.

Sabemos que nuestros estudiantes provienen de una familia en la que alguno de sus integrantes es un artesano, agricultor, reparador de calzado, pescador o tiene otro oficio que fue aprendido a través de la educación informal, entonces ¿por qué no tomamos en cuenta sus realidades? ¿por qué debemos realizar una enseñanza alejada de esta realidad? ¿no es mejor dar ejemplos a los estudiantes, con los cuales ellos estén familiarizados y se vean rodeados cotidianamente?

Cuando hablamos de contextualizar los aprendizajes hablamos precisamente de esto, del tomar en cuenta el origen de los estudiantes y sus realidades. Sé que para un docente que trabaja con 10 cursos de 35 estudiantes cada uno aproximadamente, es difícil contextualizar para cada caso en particular, pero podemos trabajar con una muestra predominante, de seguro encontraremos el punto exacto en que todos los estudiantes estén familiarizados.

Creo que obtendremos mejores resultados si le pedimos al estudiante que nos explique cómo su mamá o su abuela realiza una manta en un telar, o sus familiares separan la tierra para realizar los plantíos (si es que este es el caso del estudiante) para comenzar a hablar por ejemplo de área y perímetro en la clase de matemática; que cuenten estos procesos para realizar un relato en la asignatura de lenguaje y comunicación o que realicen un estudio histórico de estos procesos, de esta forma nuestros estudiantes adquieren conocimientos técnicos y también culturales.

Siguiendo este planteamiento, tendremos a una familia que se incorporará y formará parte de la educación de sus hijos, no como un ente aparte, sino que partícipe y actor de la actual educación. Además, daremos importancia a los aprendizajes obtenidos de forma informal y transmitiremos estos conocimientos a las nuevas generaciones.

En conclusión, creo que ha llegado el momento de realizar el cruce de la educación informal con la formal, lograr que se reencuentren y se trate a ambas con igual importancia, la experiencia y la teoría; la vida y la educación; la familia y la escuela.

Una vez que obtenemos nuestro título profesional, siempre se nos pregunta cuantos años de experiencia tenemos, y reflexionando vemos que son los que forman parte de la educación informal los que más experiencia tienen y se han ido adaptando, modificando y renovando para producir los productos que el mercado exige hoy, es decir, no tendríamos las cosas que tenemos (zapatos, mantas, pan, pescados, mariscos, leña, etc.) si no fuera por ellos, los que forman parte de este sistema educacional informal.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.