Columna de opinión: Decir “sí”: yo apruebo - Universidad Católica del Maule
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Columna de opinión: Decir “sí”: yo apruebo

Columna de opinión: Decir “sí”: yo apruebo
3 Mar 2020

Dr. Javier Agüero Águila, director del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule.

Hay en todo lo que viene, lo que nos viene como país, una serie de conceptos filosóficos y políticos en juego que debieran tensionarse e intentar que sean “digeribles”. Este no es un ejercicio fácil para la filosofía, la que de alguna manera ha construido –a lo largo y ancho de su historia– un ecosistema lingüístico y de transmisión de ideas siempre complejo, muchas veces autorreferente y sin capacidad de ser leído por el mundo social (en el sentido amplio y extensivo de la palabra).

Ahora bien, no va a ser esta columna la que resuelva este problema que está en la historia y genética de la filosofía misma (la abstracción), sin embargo, tomaremos el riesgo de asumir la densidad de los conceptos filosóficos para ponerlos “a disposición” de alguien –o algo– más que los filósofos/as propiamente tales, entendiendo de antemano que lo que hoy es urgente es pensar un país nuevo, ratificado en su soberanía popular, y en donde las instituciones que emerjan sean el reflejo de un “sí” radical y expuesto a la venida de lo desconocido, al tiempo que incondicional y sin que sea, necesariamente, la respuesta a una pregunta.

El “sí” como afirmación es una apertura completa a lo sin planificación, toda vez que decimos “sí” estamos no solamente afirmando un contexto, sino que también abriendo el espacio para que lo incalculable, lo que excede al momento singular y específico, se despliegue precipitadamente y sin posibilidad de maniobra de nuestra parte. Es lo que sostiene, en cierto sentido, Jacques Derrida en una conferencia en Canadá titulada Cierta posibilidad imposible de decir el acontecimiento (1977): “Hay, pues, en el corazón de la cuestión cierto «sí», un «sí» a, un «sí» al otro que quizás no se halle sin relación con un «sí» al acontecimiento, es decir, un «sí» a lo que viene, al dejar venir”. En resumen, toda vez que decimos “sí”, lo que se gestiona es un imponderable devenir de acontecimientos que pasarán por mucho de los imperativos del contexto, impulsándonos al espacio en donde lo que viene no puede ser predicho ni menos calculado.

¿Podemos pensar este “sí” como el “sí, apruebo” una nueva Constitución para Chile? Sostenemos esto porque lo que se juega el 26 de abril no es solamente, a nuestro juicio, un cambio de un modelo a otro, de un sistema social, político y económico a otro, donde idealmente la sociedad chilena se refunde en torno a un núcleo vinculante, solidario, y al interior del cual se destierren para siempre todas las sombras del individualismo neoliberal que han acechado a este país por tantas décadas: No, no es solamente esto lo que aprobamos (lo que ya es mucho ciertamente), lo que ocurre al marcar la opción “Apruebo”, es decir “sí” a la venida de lo que no tenemos idea que pueda ocurrir, aquello que es una mezcla de destino y errancia o, en palabras del mismo Derrida, “destinerrancia” (1988).

Nos jugamos entonces un país nuevo, pero también uno que no podemos predecir, un país imposible. Esta es la belleza de la indeterminación y la apertura en espiral que nos hereda la deconstrucción derridiana.

Continuemos con esta cita al mismo texto de Derrida: “Los filósofos, incluso cuando no están de acuerdo sobre nada, dicen al final: ´sí, pero finalmente somos gentes que hacen preguntas; estemos al menos de acuerdo en eso, queremos salvar la ocasión de la cuestión’”. Esto nos permite pensar que podemos decir “sí”, afirmar, aprobar, antes de que la pregunta sobre un sí o un no nos interpele. Si el filósofo hace preguntas es porque espera que una respuesta valide la interrogación misma, sin embargo, es posible afirmar sin responder, decir “sí” así, incondicionalmente sin el despliegue siempre insistente de la pregunta. Heidegger, en esta línea, sostenía que “el preguntar es la piedad del pensar” (1969), vitalizando el ejercicio de la pregunta como el alfa y el omega de la filosofía misma. Nos preguntamos ¿es posible saber que algo es afirmativo antes de que se nos interrogue?

Esto es relevante y es donde queremos llegar para terminar. El plebiscito del 26 de abril es procedimentalmente necesario, imperativo e insoslayable. Frente a la pregunta por si queremos una nueva Constitución debemos aprobar o rechazar en tanto ejercicio democrático y formal que legitime un nuevo orden social (o no). Sin embargo, a la pregunta por si queremos un nuevo país donde se exilien los fantasmas de la Dictadura y su círculo civil proclive, Chile ya respondió sin necesidad del protocolo de un plebiscito. Pase lo que pase Chile ya dijo “sí”, “apruebo una sociedad completamente diferente de sí misma siendo sus hombres y mujeres los de siempre”.

Es lo que el estallido social, los millones de chilenos y chilenas, los cientos de ojos mutilados y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos han terminado por asumir: decir “sí” a la venida de lo que no sabemos qué es y respondiendo antes de la pregunta.

Es, a fin de cuentas, decir “sí” a la venida de la justicia en todas sus expresiones.

 

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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