Columna de opinión: Crisis hídrica en Chile, una mirada agroecológica
Dr. Ricardo A. Castro Huerta y el Dr. Mauricio A. Zuñiga Sanchez, académicos de la Escuela de Agronomía de la Universidad Católica del Maule.
El ciclo del agua en los ecosistemas durante mucho tiempo ha sido presentado y comprendido de manera muy simplificada, siempre nos han dicho que el agua evaporada en el océano es trasladada por los vientos hacia los ecosistemas terrestres para luego precipitar y acumularse o fluir superficialmente de vuelta al océano, esta visión es incorrecta e incompleta ya que falta considerar otros aspectos importantísimos de la dinámica del agua en las cuencas hidrográficas.
El año 2012 fue publicado por Gimeno y colaboradores en la revista científica “Reviews of Geophysics” una revisión a nivel mundial sobre las fuentes de las precipitaciones continentales, indicando que, en promedio, solo el 35,4% de la lluvia proviene del océano, mientras que el 64,6% proviene de la evapotranspiración de la biomasa vegetal existente en las cuencas, esto considera bosques y cultivos.
Por otro lado, Falkenmark y Rockström (2010) indican que de la totalidad de agua que precipita, el 65% se mantiene como “agua verde” siendo parte de la biomasa vegetal y su evapotranspiración, ya sea en forma de bosques, pastizales, humedales o cultivos agrícolas y el 35% restante se mantiene como “agua azul”, de esta el 90% se acumula en las napas subterráneas y solo el 10% de ella fluye como agua superficial en ríos y esteros.
Considerando este nuevo paradigma en el ciclo del agua continental, es urgente modificar el sistema de producción agrícola y forestal con el objetivo de aumentar el “agua verde” en los ecosistemas para asegurar su consecuente flujo de agua superficial. Los verdaderos ríos están en el aire y lo generan las plantas, si deforestamos para luego reemplazar con monocultivos simplificados, disminuyen las precipitaciones, por lo tanto acumular mediante embalses lo que va quedando de agua superficial, solo es una solución cortoplacista que además, trae consecuencias desastrosas para los ecosistemas debido a que los ríos no solo transportan agua, sino que también permiten circular sedimentos, nutrientes y biodiversidad, lo cual queda acumulado en el fondo de estos reservorios artificiales, disminuyendo el volumen de agua acumulada en el tiempo y generando condiciones anaeróbicas en la descomposición de la materia orgánica que genera cantidades importantes de gas metano y otros gases de efecto invernadero, además de ser muy riesgoso construir tranques de grandes proporciones en un territorio altamente activo sísmicamente.
En la agricultura está muy arraigada la idea de que los bosques y especies vegetales no cultivadas “compiten” con la producción agrícola, ya sea por el agua o los nutrientes, sin embargo, esto dista mucho de la realidad considerando los nuevos descubrimientos científicos. La solución parte por generar estrategias productivas a nivel de cuenca, que consideren reforestar con una alta diversidad de especies nativas los suelos desprovistos de vegetación, reemplazar los monocultivos agrícolas y forestales rediseñando el agroecosistema estructuralmente, considerando cultivos de cobertura, cercos vivos, corredores biológicos, zonificación productiva según posibilidades o limitaciones del territorio y prácticas que promuevan hacer un uso eficiente del agua destinado para riego agrícola.
Referencias:
Gimeno et al. (2012). Oceanic and terrestrial sources of continental precipitation. Reviews of Geophysics, 50(4), 1–41. https://doi.org/10.1029/2012RG000389
Falkenmark & Rockström (2010). Building water resilience in the face of global change: From a blue-only to a green-blue water approach to land-water management. Journal of Water Resources Planning and Management, 136(6), 606–610. https://doi.org/10.1061/(ASCE)WR.1943-5452.0000118
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.