Columna de opinión: ¿Coronavirus o recesión global?
Eduardo Letelier, académico de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule.
Los medios de comunicación han sido prolíficos en relacionar el denominado Coronavirus y las medidas restrictivas tomadas por distintos países para enfrentarlo, con la inestabilidad que presentan los mercados globales. De esta suerte, da la impresión que en la expansión o en el eventual control de este virus, se juega la economía global y los posibles escenarios económicos que podría enfrentar la Región del Maule durante el presente año. Nada más alejado de la realidad.
Lo cierto es que distintos análisis preveían un deterioro de la situación económica global durante el 2019, con una alta probabilidad de una recesión para el presente año. Prueba de ello es que el Baltic Dry Index, índice de los fletes de carga de las principales rutas marítimas del mundo, mostraba un valor de 2.580 puntos en septiembre del 2019; mientras que, en febrero del 2020, justo antes que el Coronavirus se tomara los medios de comunicación, este índice había caído a solo 400 puntos. Es decir, un real desplome del comercio mundial.
En un curso similar, desde septiembre del 2019, la Reserva Federal ha estado colocando líneas de crédito de emergencia a los bancos de Estados Unidos debido a una fuerte alza de la tasa de préstamos interbancarios, que pasó de 2,2% a 10%. Esta tasa es indicativa de la confianza entre los mismos bancos privados respecto de sus propias capacidades de pago. Un alza de esta magnitud solo puede ser explicada por la existencia de problemas financieros en uno o más bancos “demasiado grandes para caer”, al estilo de lo que fue Lehman Brothers en la crisis de 2008. De hecho, intervenciones de la Reserva Federal en el mercado interbancario no se veían desde tal fecha.
Por la magnitud que ha tenido, distintos analistas le asignan el carácter de un cuarto “relajo cuantitativo”, como se denomina eufemísticamente a los billonarios rescates de la banca privada que han venido realizando los bancos centrales de las principales economías mundiales desde el año 2008.
Para completar el cuadro, cabe señalar la evolución del precio del oro, que sirve de refugio de los inversionistas ante situaciones de incertidumbre como la actual. En particular, la onza de oro ha pasado de los US$1.300 a principios de junio del 2019 a US$1.650 durante el presente mes, cotizando en máximos que no se veían desde el 2011. Pese a diversas manipulaciones ejercidas sobre el precio de este metal para evitar que el dólar se deprecie, este escalamiento de los precios del oro es también correlativo a las decisiones de diversos bancos centrales de incrementar o repatriar sus reservas en este metal, anticipando en los hechos la pérdida de valor de las divisas fiat (i.e. dólar, euro, yen, etc.), ocasionada por las enormes cantidades de dinero emitido para rescatar a la banca privada global.
Considerando estos antecedentes, el Coronavirus solo puede considerarse un catalizador o detonante de los desequilibrios que se han venido acumulando en la economía global, al menos desde el año 2001. Pero en modo alguno debe verse como el factor que explica la actual coyuntura. Para los malpensados, se puede incluso considerar al Coronavirus más bien como una cortina de humo que impide comprender adecuadamente la situación económica, a la par de crear una justificación para nuevas rebajas en las tasas de interés que van en auxilio no de la economía real sino del sector financiero global. Sin ir más lejos, cabe recordar que luego de la crisis financiera del 2008, los titulares de la prensa fueron acaparados por la denominada gripe porcina o influenza AH1N1.
Bajo estas premisas y desde la perspectiva de la Región del Maule sería recomendable ponerse en un escenario más complejo que el vivido en el 2008. Es decir, con una demanda global que cae y un desempleo que se incrementa en el sector agroexportador y sin las holguras fiscales que permitieron incrementar fuertemente el gasto público para capear el temporal de la economía global. El hecho que la autoridad monetaria no haya intervenido en la actual alza del valor del dólar, a diferencia de lo ocurrido en noviembre del 2019, puede ser considerado indicativo de que se anticipa un escenario global más complicado.
En este último sentido, cabría esperar que el estado actual de movilizaciones en Chile a favor de un cambio constitucional y de una agenda social de mayor alcance, tenga un aliciente adicional en un escenario global que se deteriora rápidamente. Pese a la negativa actual de la autoridad a nuevos incrementos del gasto público, el acoplamiento de la situación interna e internacional, tendrá que desembocar tarde o temprano, en un acuerdo político para implementar una política fiscal expansiva sobre la base de una estrategia de endeudamiento, respaldada por una nueva reforma tributaria que permita responder por estos compromisos financieros en el largo plazo.
Esta necesidad se cruza desde ya con la actual reforma previsional, donde corresponde debatir no solo desde el punto de vista del pago de pensiones dignas, sino también desde la perspectiva de la política de inversiones de los fondos previsionales. Pues en la actualidad más de un 40% de los fondos de las AFP está colocado en fondos de inversión globales, expuestos a una crisis financiera que puede hacer que se evapore un 50% o más de los mismos en cosa de días, tal como lo vimos hace una década. En tal sentido, vale la pena observar lo ocurrido en Hungría en el 2010, bajo un gobierno de derecha, donde el Parlamento aprobó una ley que permitió que los cotizantes se cambiaran del sistema de pensiones privado al público, cuestión que determinó una masiva salida de cotizaciones hacia las arcas fiscales y que posibilitó resolver el problema del déficit fiscal.