Columna de opinión: Chile 2019: “el prólogo”
Dr. Javier Agüero Águila, director del Centro de Investigación en Religión y Sociedad (CIRS) de la Universidad Católica del Maule.
Del griego πρόλογος, prologos, la palabra se compone inicialmente del prefijo pro (antes y hacia o en favor de) y logos (discurso, palabra). Sabemos entonces, que se trata de algo anterior a la obra, de un emplazamiento por fuera -antes- de ella en orden a presentar una suerte de programa de lo que vendrá, de anunciar aquello de lo que se hablará en la obra formalizada, es decir, en la obra como logos y corpus textual. Insistiendo, cuando hablamos de un prólogo lo hacemos en relación a todo lo que es preliminar, y al interior del cual se divulgan aspectos que estarán presentes en aquello que viene.
Decimos lo anterior porque es fin de año. Tiempo de cuentas, cuadraturas y diagnósticos.
Sin embargo, y en principio, pensamos que no podríamos ajustar una suerte de balance de lo que ha ocurrido en Chile en los últimos meses. Diríamos, más bien, que cualquier balance es imposible, porque en cada intento de cierre, de conceptualización o categorización, se nos impone una cerradura, una cláusula que desactivaría la emancipación brutal que ha contenido el movimiento mismo, haciéndonos parte de una suerte de ruta preestablecida a la cual se le adhiere, igualmente, un formato ad-hoc. Esto es lo que, precisamente, no podemos pretender: sacar conclusiones definitivas de un acontecimiento que no deja de venir, una y otra vez con múltiples rostros, causas, creaciones y relatos.
Entonces, lo que se ha denominado “estallido social”, no es más que el principio de un futuro a corto plazo que vendrá a manifestarse con la fuerza total de una irrupción aún mayor. Si creemos que lo que hemos visto es feroz, sepamos que solamente es el primer acto de una obra a la que aún le quedan muchos y polisémicos actos que todavía no existen.
Ahora, es importante remarcar que este prólogo que podríamos codificar a modo de un “despertar”, no tiene necesariamente que tener un final feliz para todas/os las/os que, en mayor en menor medida, han luchado por un nuevo país en el cual se destierren para siempre los fantasmas, las instituciones y los relatos que se impusieron en Dictadura y a los cuales la clase política post-Pinochet le puso las guirnaldas. No, la responsabilidad con este prólogo radica precisamente en que no hay que bajar la guardia, en que el futuro no está escrito y asumiendo que, aunque se ha se dado una batalla histórica, descomunal y poética contra el abuso neoliberal, nada está sentenciado y nadie puede asegurarnos que el sueño de un nuevo Chile se da por descontado.
La responsabilidad con este prólogo es, también, con la justicia, al menos con un tipo de justicia que habita más en el ámbito de lo imposible que de lo jurídico (J. Derrida) ¿Puede haber justicia para Gustavo Gatica o Fabiola Campillay (solo por nombrar a dos de los cientos de ojos destruidos en Chile)? De haberla ¿Cuál sería ésta? ¿Hay alguna ley o pena que los haga emerger desde la ceguera, volver a ver y ser lo que fueron antes de que la furia del Estado los alcanzara en forma de balín o chorro guanaquero?
No podemos olvidar el costo que el prólogo de esta obra ha implicado. Una ética de la responsabilidad debe, pienso, guiar nuestros análisis y no cercarlos por la urgencia intelectual de rotular la época. Ningún modelo se ha derrumbado aún, ninguna institución se ha retirado a las estanterías de la historia y no se ha librado, ni por cerca, la última batalla.
De todas formas y sin olvidar a las/os que han caído, ha sido una hermosa primavera: consciente, atenta, viva, joven, vieja, creativa, revolucionaria y pacifista, todo a la vez en una única y brutal sinfonía política liderada por el grito soberano de la ciudadanía. Chile es más país que nunca, de eso estamos seguros.
Despertamos, no dejemos que nos cierren los ojos y que el verano (siempre peligroso) nos encandile y nos nuble la vista. Nada se ha logrado todavía, pero, al mismo tiempo, lo que se nos abre es un inconmensurable horizonte que nos permite creer en que lo imposible, tal como lo hemos visto, se vuelva posible.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.