Ana María González Yévenes, encargada de la Villa Cultural Huilquilemu de la Universidad Católica del Maule.
El origen del bordado se remonta a tiempos inmemoriales. Es un arte que ha sido practicado desde las más antiguas civilizaciones. Esta actividad manual se realizaba para dar respuesta social a la necesidad de distinción de clase que manifiestan los hombres, necesidad que llevó a éstos a adornar sus indumentarias casi tan pronto como se vistieron. Por eso, se cree que el bordado respondió a la necesidad de crear atributos para los jefes, de enriquecer los objetos destinados al culto religioso, y por lo que atañe a la mujer, ella lo utilizó desde un primer momento para realzar su belleza.
Del bordado hay testimonio documental en las Sagradas Escrituras, códices y manuscritos antiguos, además de antiguos historiadores y escritores hebreos, griegos y romanos. Asimismo, fuente de información son las esculturas y bajorrelieves de la antigüedad, donde podemos apreciar los adornos, posiblemente bordados, con que embellecían las indumentarias.
La Biblia ilustra la práctica de esta labor. Por ejemplo, en el libro de Éxodo en la descripción acerca de la construcción del tabernáculo –y después, el templo de Jerusalén que construyó el rey Salomón– aparece especificado cómo debía tejerse, teñir, coser y bordar las cortinas y las cubiertas del tabernáculo. También en el salmo 45 encontramos esta referencia:
Harás la morada con diez cortinas de lino fino trenzado con hilo violeta, rojo y escarlata, y con querubines artísticamente bordados.
Por lo que respecta a Huilquilemu, un grupo de mujeres congregadas por la Villa Cultural de la Universidad Católica del Maule, realizó este oficio en sus dependencias por más de 30 años; desde 1979 hasta febrero de 2010, fecha del terremoto que azotó a nuestro país. Hasta entonces el trabajo lo hicieron con esmero, dedicación, entusiasmo y, sobre todo, con el deseo de compartir vivencias entre ellas, las que plasman en las telas. Todas las semanas, año a año, se reunían en este lugar para cotejar sus bordados, repartirse los materiales que usaban y comentar lo concebido por la imaginación. El sismo las alejó del lugar. Desde entonces, dejaron de ser presencia cultural en la Villa. Sin embargo, el oficio siguió vivo, pero sin la fuerza que da el congregarse para compartir la faena, la amistad y la demanda de quienes gustaban de sus obras. Afortunadamente, el Museo de la Villa Cultural Huilquilemu, preserva desde 1979 una valiosa colección que atesora el oficio desarrollado por las bordadoras, el que corresponde a una expresión de cultura popular; amalgama sus habilidades manuales con ideas e inspiraciones tomadas de la vida cotidiana y del entorno natural. Por eso, entre los recuerdos de escenas campesinas, manifestaciones sociales y religiosas, juegos y actividades laborales del campo, surgen los bordados de estas manos diestras. Las piezas están llenas de color y movimiento. Todas ellas aguardan la anhelada restauración del inmueble patrimonial para ser exhibidas nuevamente para el deleite de los visitantes.
El Museo de Arte y Artesanía de Linares acogió esta valiosa colección y será exhibida en sus dependencias desde el 28 de agosto hasta el 26 de septiembre del presente año.