Análisis académico: "Construir en zonas inundables" - Universidad Católica del Maule
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Análisis académico: “Construir en zonas inundables”

Análisis académico: “Construir en zonas inundables”
29 Ago 2023

Christian López Olivari, Arquitecto, Magíster en Gestión Ambiental Territorial y director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Maule.

A nivel territorial, existen diversos instrumentos que regulan la relación entre la acción del hombre y su entorno, los que varían entre sí dependiendo del tamaño, escala o superficie donde operan. En términos muy generales, estos instrumentos y alcances se encuentran descritos en la Ley y Ordenanza General de Urbanismo y Construcción. A nivel comunal, el Plan Regulador de la ciudad es el instrumento legal que norma su proceso de crecimiento y construcción. Esto lo hace a través de su Ordenanza Local y zonificación planimétrica. Para ello, el instrumento define áreas homogéneas que comparten criterios urbanísticos y define las regulaciones aplicables a cada una de ellas, tales como: estructura vial, usos de suelo permitidos, coeficiente de constructibilidad, ocupación de suelo, sistemas de agrupamiento, altura de la edificación, distanciamientos, entre varios otros aspectos técnicos que son requisitos indispensables a cumplir para el otorgamiento de un permiso de construcción, por ejemplo. Dentro de lo mismo, el Plan Regulador incorpora zonas que denomina “de restricción” que corresponden a áreas restringidas al desarrollo urbano dado a que son asociadas a lugares de riesgo para la habitabilidad de las personas y se encuentran generalmente vinculadas a pendientes fuertes o bordes de quebradas que puedan presentar derrumbes o riberas fluviales, por la posibilidad de inundación de estas por aumento de su caudal, entre otras. Lo anterior, con el fin de evitar la construcción permanente es estos sectores restrictivos, pero más allá de eso la permanencia de personas en ellas, por el riesgo potencial que albergan.

Ahora bien, la pregunta que cabe hacerse es, que dado a que existe un mecanismo que regula la construcción y define zonas de restricción al desarrollo urbano, ¿Por qué existen barrios y zonas importantes de la ciudad que se ven afectadas frente a una precipitación concentrada con el consecuente aumento de caudal e inundación de las mismas?.

Sin ánimo de responder a cabalidad lo complejo de la consecuencia del fenómeno, por las diversas aristas que involucra, se pueden señalar algunas cuestiones que desde el urbanismo son importantes en este proceso.

Reconocer nuestra propia historia urbana. Desde la fundación de las ciudades y pueblos, la relación con el agua y su cercanía ha constituido un elemento clave en la determinación de su localización. La geografía como elemento preexistente ha sido, es y será determinante en las consecuencias de ocupar su superficie, en especial por su cercanía y dependencia del vital elemento.

A modo de anécdota, recuerdo que, a principios de la década del 2000, estando trabajando en la comuna de Licantén, sus habitantes tenían plena conciencia de que cada cierto tiempo el río Mataquito se salía de su cauce aislando a la localidad homónima, teniendo que evacuar desde el plan, hacia los cerros aledaños. Ya en ese entonces, existían relatos sobre el recuerdo del agua en el hospital y plaza central a más de un metro de altura. En la comunidad se albergaba un conocimiento generacional potente, que permitía a partir de la observación del nivel del agua en relación a una marca conocida y preestablecida activar la acción de resguardar sus enseres y prepararse para la llegada del agua. Hay dos lecciones que extraer de esta experiencia. Sus habitantes, por un lado, poseen conciencia de que la fundación de Licantén se realizó en la parte alta de la ribera norte del lecho del río Mataquito y que al cabo de cierto periodo de tiempo el río crece e inunda el plan de la ciudad, evacuando la zona. Segundo, poseían un conocimiento y organización propia, que les permitía como comunidad tomar decisiones considerando el conocimiento empírico del lugar en base a las experiencias de generaciones anteriores y al historial de la localidad. Lo anterior no quita el daño efectivo a la infraestructura y edificaciones históricamente sufridas, pero al menos su plan de acción permitió en ese entonces mitigar en parte el daño a personas y bienes materiales. A partir de ahí, el proceso de recuperación y reparación posterior resultó siempre complejo, pero siempre logrando salir adelante con el apoyo y fuerza de la comunidad.

Otro ejemplo lo constituye la ciudad de Talca, la que fue refundada en 1742 en las cercanías de la intersección del estero Piduco con el canal Baeza (hoy desviado a la altura de la 11 oriente al norte). La ciudad desde su origen fundacional estuvo atravesada por numerosos canales y cursos de agua, hoy inexistentes e incluso, como una especie de amnesia topográfica, han desaparecido de la memoria colectiva de sus habitantes. Este dato no es menor ante el contexto reciente y resulta necesario reflotar. En efecto, el estero Baeza o también llamado Las Toscas atravesaba de oriente a poniente desde El Monte Baeza, llegando hasta el Piduco por la actual calle 2 norte. Desde el norte bajaba entre la actual 6 y 7 oriente el canal El Chorro hasta desembocar en el Baeza y por la actual Circunvalación Río Claro (por el costado poniente del Estadio Fiscal de Talca) el Jenkins y Echeverría, dando curso al posterior canal De la Luz que desembocaba en el Piduco. Por la ribera norte y paralelo al Piduco corría el Canal de la Ciudad a la altura de la actual calle 6 sur, hasta desembocar en él a la altura de la calle 4 oriente. El proceso de saneamiento urbano requerido por la ciudad a principios del siglo XX, que posicionó a la ciudad como la de mayor mortandad comparativa, requirió la introducción de la primera red de alcantarillado y el desvío inicial del Baeza. A partir de aquí se inicia un proceso de secado y desvíos para acoger la nueva infraestructura, urgentemente requerida por lo demás. Adicionalmente a lo indicado, fuera del núcleo fundacional hay que agregar otros cursos de agua existentes hacia la conurbación de la ciudad con Maule como el canal El Cartón y otros de regadío hasta llegar al río Maule y hacia norte el Williams hasta llegar al Lircay.

Respecto a esto último, la topografía del manto superior del suelo más la intervención del hombre sobre esta, ha determinado históricamente el escurrimiento superficial de la aguas, las cuales se han movido siguiendo la lógica de las pendientes por gravedad, lo que sumado a posibles crecidas y desbordes de cauces trae como consecuencia la acumulación de aguas en sectores bajos del manto, lo que no resta importancia a la afectación de terrenos que se encuentran en el trayecto de escurrimiento por el cual transita el agua buscando su salida desde los puntos altos o de desborde a los puntos más bajos y muchas veces coincidente con la preexistencia hidrográfica del lugar.

Frente a esta situación es fundamental poder informarnos y educarnos frente al entorno y espacio que habitamos. Es importante al momento de adquirir una propiedad o llegar a vivir a un lugar identificar y conocer sus potencialidades, beneficios o aspectos positivos como accesibilidad, cercanía a equipamiento, seguridad, etc., generalmente bien comunicados por las estrategias de venta y marketing inmobiliario. Pero también, es necesario informarnos respecto de sus eventuales riesgos con el fin de estar preparados ante un eventual escenario negativo, como podría ser un potencial desastre por inundación.

Otro aspecto periférico, pero no menos importante es la información que finalmente llega a las personas, la diversidad de medios y el rol de las tecnologías en el acceso a ella. En este caso es importante asegurar que la información oficial llegue de manera oportuna a las comunidades, en el sentido de poder tomar decisiones preventivas con antelación, evitando mayores consecuencias y efectos catastróficos. En el caso puntual de una eventual inundación, a modo de ejemplo, aplicaciones de meteorología y modeladores gratuitos del caudal de los ríos (FloodHub de Google, entre otros) permiten, en dispositivos móviles, visualizar gráficamente el comportamiento futuro de los ríos, estimando el incluso el día traspasa el nivel de advertencia y de peligro referencial, información que debe ser utilizada responsablemente, con sentido común, precaución y de manera complementaria a los medios oficiales. Lo importante en cada caso, es tener acceso a información que permita activar acciones preventivas con anterioridad a la ocurrencia del suceso.

Otro aspecto tangencial, pero no menos relevante acusa lo que como sociedad de consumo hacemos con nuestros desperdicios y basuras, una cosa importante es la mantención y despeje de los causes por parte de la autoridad competente, pero no menos significativo resulta en la utilización de los cursos de agua como basurero urbano y depositario de diversos desperdicios y escombros, los que eventualmente dificulta el libre paso de las aguas, pudiendo favorecer y acelerar el proceso de rebalse de los causes.

Este último evento recién vivido propone también una oportunidad de aprender y actualizar el conocimiento que se tiene respecto a este tipo de desastres, pudiendo actualizar diversas bases de datos respecto de las crecidas de los cursos de agua, a nivel de la ciudad evaluar tipologías de construcción, futuras ampliaciones o nuevas zonificaciones en los instrumentos de planificación territorial. El recoger y aplicar en la región y país experiencias de trabajos científicos realizados en otras latitudes del mundo, puede ser una fuente de información relevante a la hora de la toma de decisiones. En este sentido, me permito citar el trabajo del geólogo y cartógrafo Harold Fisk de 1944, quien logra cartografiar de manera detallada el trazado y ancho de todos los cursos y crecidas históricas del serpenteante río Misisipi.

En síntesis, nuestro país y región es un territorio históricamente susceptible de desastres (sismos, inundaciones, derrumbes, erupciones volcánicas, entre otras), por lo que la buena voluntad e improvisación asertiva se agradece siempre; sin embargo, es importante comprender que las lluvias, crecidas y desbordes ocurridos con su consecuente inundación, conforman finalmente una catástrofe con afectación de infraestructura y edificación, por un lado, y de familias y personas por otro. Símil a un sismo, su ocurrencia es gatillada por fenómenos específicos, su magnitud puede variar y es además cíclica, ocurrió en el pasado, puede ocurrir en el presente y ocurrirá más adelante. Por lo tanto, siempre hay aprendizajes que extraer de estas situaciones. Estar prevenido y preparado es fundamental, saber que hacer frente a su ocurrencia y contar, a nivel familiar, con un plan de acción frente a ello puede evitar mayores consecuencias. Decirlo puede resultar sencillo, implementarlo y asimilarlo efectivamente resulta una tarea titánica que requiere de la preparación permanente de todos. En la misma línea, fortalecer y seguir insistiendo en la educación de la prevención de riesgo frente al desastre en los establecimientos educacionales a temprana edad, se hace más que urgente en un país como el nuestro. Tener planes de acción aceptados por la comunidad frente a la ocurrencia de desastres resulta en una cuestión vital en dos sentidos, uno en la prevención y preparación previa a la ocurrencia y segundo, en la mitigación de los daños y consecuencias, posteriores a su ocurrencia. Es de esperar que la salida de sol no nos haga olvidar lo recientemente vivido.

 

“Las opiniones vertidas en el presente análisis son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.

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