ALUMNI DESTACADA, ES RECONOCIDA POR FORMAR PERSONAS “CRÍTICAS, RESPETUOSAS Y CON SENTIDO DE COMUNIDAD”
Bárbara Jara Muza, oriunda de la ciudad de Santiago, egresó en 2009 de la carrera de Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Desde entonces, se ha dedicado a formar personas “críticas, respetuosas y con sentido de comunidad, que tengan como base la dignidad”. En esta entrevista, nuestra Alumni Destacada nos detallará aspectos relevantes de su trayectoria académica y profesional.
¿Existe algún episodio o momento determinante en tu vida que te haya convencido de estudiar Pedagogía en Religión y Filosofía?
— Como estudiante de enseñanza media siempre me apasionó la filosofía, por lo que estaba dentro de mis objetivos; no así la religión. Aunque debo reconocer que siempre estuve ligada a la pastoral, ya que mi madre era catequista. Cuando fui a matricularme estaba entre Psicología y Pedagogía en Religión y Filosofía; entonces decidí ir a conocer la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas. En ese momento, me encontré con un estudiante de cuarto año, quien me comentó de qué trataba la carrera y me di cuenta que era lo mío. Todo esto se reafirmó cuando hice mi primera prepráctica de Religión en sexto básico y vi cómo se iluminaban las caras de los niños cuando les hablábamos de Dios y su enseñanza, descubriendo así que con esta profesión no solo enseñaría contenidos, sino también acompañaría a los niños en su vida, sus creencias y valores y que a la vez tendría un enriquecimiento personal gigantesco que serviría para alimentar mi vocación a diario.
¿Qué fue lo que más te marcó de la carrera?
— En primer lugar, la calidad de los docentes: excelentes profesionales con una formación reconocida. En segundo lugar, la cercanía. En esta Facultad y en la carrera en particular, todos nos conocemos. Siempre hay alguien para ayudar. Existen personas (compañeros, profesores, administrativos) de una calidad humana única, con los que aún se mantiene contacto. Y por último y no menos importante, la calidad de los contenidos que se entregan que realmente nos preparan para el ámbito laboral. Claro, siempre se puede ir mejorando y es labor de uno como profesional el perfeccionarse constantemente, pero aquí nos entregan las herramientas necesarias para formar personas y enseñar nuestras asignaturas de la mejor manera.
¿Qué recuerdas de tu paso por la UCM?
— Siempre recuerdo la UCM con mucho cariño, mi alma mater. Sus áreas verdes, hermosos paisajes y amplios lugares para poder compartir. La cercanía de todos quienes la componen, la amabilidad de sus funcionarios, siempre recibiéndonos con una sonrisa, el espíritu social y de ayuda a la comunidad que siempre la ha caracterizado. En la UCM hay una estructura en la entrada que, a simple vista, es como un arco. Entre los estudiantes hay un mito: quien cruce ese arco, no podrá salir de la Universidad. Una vez, por curiosidad, lo crucé: y aquí estoy, aún en la UCM, ahora como docente. Y la verdad feliz de seguir aquí y de haber cruzado algún día ese arco.
Háblanos un poco de tu experiencia profesional y académica
— Actualmente trabajo en el Colegio Hispano Chileno El Pilar como profesora de Religión y Filosofía, encargada de Pastoral Juvenil y asesora del Centro de Alumnos. También me desempeño como docente de las asignaturas Introducción a la Fe y Ética Cristiana en la Universidad Católica del Maule. Sobre mis estudios, debo decir que la mayoría han sido realizados en esta casa de estudios: Diplomado en Filosofía del Pensamiento Cristiano, Diplomado en Discernimiento Bioético, Magíster en Ciencias Religiosas y Filosóficas (mención filosofía), Magíster en Ética y Formación Ciudadana. Con expectativas de hacer un doctorado en un futuro.
De todos los trabajos realizados hasta ahora, ¿cuál es el que más te ha marcado como profesora y por qué?
— Creo que todos los trabajos en los que he estado me han marcado en cierta medida, pero podría destacar la Fundación Luxemburgo (educación de adultos). Esta experiencia fue muy significativa porque conocí otra realidad de la educación chilena, una realidad muchas veces dura, donde recibía estudiantes de todos los estratos sociales y diversas circunstancias. En ocasiones recibía estudiantes con adicciones, mujeres maltratadas, algunos que horas previas habían sido liberados de la cárcel pero que, aun así, querían ir a clases y superarse. Ahí impartía Formación Personal y Filosofía, pero mi labor iba mucho más allá que simplemente entregar contenidos: ahí escuchaba, apoyaba y más de alguna vez aconsejé para tomar decisiones de vida o muerte en algunas estudiantes. Al salir de esas clases, salía con el corazón gordito por todo el agradecimiento y reconocimiento. Esto marcó un antes y un después en mi experiencia profesional, ya que, al estar en otras realidades, nos damos cuenta de la brecha que se separa cada vez más en nuestra sociedad, ignorando la realidad y valor personal de nuestros estudiantes.
¿Qué valores te gustaría enseñar en la sociedad chilena?
— Los valores que me gustaría enseñar, como mencionaba anteriormente, son el respeto, solidaridad, pensamiento crítico, teniendo como objetivo formar buenas personas, críticas, respetuosas, con sentido de comunidad y con pensamientos sólidos, que sean un aporte a nuestra sociedad, donde cada pensamiento, por muy distinto que sea, se valore y sea respetado y que tengan como base la dignidad, el valor de la persona y la vida en general. Creo que hay que volver a valorizar los valores fundamentales.
¿Qué mensajes podrías dar a los estudiantes de Pedagogía en Religión y Filosofía hoy, y que están ad portas de estar titulados?
— Podría decirles que es un gran desafío la pedagogía en general, aún más en nuestra área y aún más en nuestros tiempos, pero como todo desafío, hay que enfrentarlo de la mejor manera y la vocación va a ser su mejor aliada, además del cariño de los niños. Nunca duden de sus capacidades, son excelentes profesionales, formados por los mejores. Den su ejemplo de vida, ya que los profesores somos ejemplo no solo en la sala, sino en la vida diaria. Sean coherentes y enseñen con cariño para que ese aprendizaje sea más significativo. Y si algún día dejan de amar su profesión, es momento de hacer otra cosa, porque no hay nada peor que enseñar sin pasión.