Alumni destacada y su labor en Prosalud UCM: “Me dieron la oportunidad entregar herramientas a todos estos niños”
La nutricionista de la Univerisdad Católica del Maule, Catalina Zambra, egresó como la mejor de su generación en 2021, fue seleccionada universitaria en atletismo, participó en el primer programa integral de educación nutricional que se ejecuta a través de Prosalud UCM en la Provincia de Curicó; actualmente cursa el Magíster en Salud Pública y es docente supervisora de prácticas clínicas.
La lucha contra los malos hábitos alimenticios ha sido una larga lucha que, hasta el momento y pese a varias políticas públicas, el Maule sigue liderando el ranking de obesidad en el país con un 33,9%, según el Mapa Nutricional de Junaeb 2021. A nivel país, las noticias no son alentadoras, pues según la Encuesta Nacional de Salud de 2017, la sospecha de diabetes pasó de 4,2% en 2003 a 14% en 2016.
En una Región con la infancia más obesa del país, encontrar la fórmula para lograr cambios concretos, es un desafío muy ambicioso. Se lo propuso Prosalud UCM, un programa de vinculación con el medio que busca promover hábitos saludables y, desde su Línea Escolar, implementó en un plan integral de educación nutricional en dos escuelas rurales de la provincia curicana. Catalina Zambra fue una de las nutricionistas que participó en el equipo liderado por René Sandoval, académico de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCM.
En solo cinco meses, durante 2022, el equipo de profesionales logró cambios positivos en el estado nutricional de escolares. Disminuyeron la obesidad severa del 12,14% al 9,3%, la obesidad abdominal disminuyó más de 11 puntos porcentuales y la cantidad de estudiantes con un estado nutricional normal aumentó 2,8%.
En entrevista, la Alumni destacada, de la Facultad de Ciencias de la Salud, explicó cómo fue participar de este programa y los cambios que pudo notar.
¿Cómo fue esa experiencia interdisciplinaria en un programa pionero?
Esa experiencia realmente me marcó. Fue un trabajo un poco más arduo que tuve como profesional, ya que involucró tiempos de viaje, planificación, preparación de actividades… Fue un programa completo, realmente es un programa que abarca varias aristas, es interdisciplinario. Teníamos que trabajar con agrónomos, con la chef, también con estudiantes de la carrera trabajamos, con docentes.
Fue muy gratificante porque tuvimos una buena llegada en ambas escuelas en las que estuvimos participando y, personalmente, con la Escuela de Rayen Mapu de Tutuquén, estoy muy agradecida porque me dieron la oportunidad entregar esas herramientas a todos estos niños que fueron parte del programa. En el momento en que entregaron los resultados, ahí uno ve que realmente sí se lograron los objetivos.
¿Hubo algún cambio visto en los niños y niñas que le haya marcado?
Lo que más me marcó fueron los cambios que tenían con las colaciones. Los primeros días siempre llegaban con alimentos altos en grasas, altos en sodio, realmente había muy baja educación en el ámbito nutricional, los chicos no manejaban ni siquiera qué alimentos son más saludables.
Eso se debe a que no tienen el acceso a esa información, eso depende de muchos factores, de determinantes sociales y psicosociales. Entonces el cambio que hubo en ellos a partir de las instancias de educación me impactó.
Los chicos llegaban muy contentos, me daba mucha energía, estaban muy agradecidos, les encantaba que fuéramos a hacer actividades. Que me dieran las gracias una vez terminado el proceso, ahí me sentí con el corazón lleno después de todo el trabajo que tomó.
Ha estado en discusión desde hace varios años, la necesidad del nutricionista escolar en el país. Usted ya vivió esa experiencia y evidenció los resultados. ¿Es momento de que se potencie esa figura?
Es una profesión que debería estar incluida dentro del ámbito escolar porque es el lugar en donde los niños crecen, es donde pasan la mayor cantidad de tiempo, es un lugar en donde se forman y se forjan también los hábitos. Sería ideal que estuviéramos presentes en este camino de formación de hábitos, nosotros podríamos entregarle las herramientas para que lleguen a tener una buena salud y que, a futuro, no desarrollen, por ejemplo, enfermedades cardiovasculares o crónicas no transmisibles.
Si el programa de Prosalud dio resultados en una pequeña escala, esto se podría replicar perfectamente en todas las escuelas y podríamos tener muchos mejores resultados y mejorar los índices de malnutrición por exceso.
En los últimos años vivimos muchos cambios como sociedad que hacen repensar algunos contenidos de las profesiones para responder a los nuevos desafíos. ¿Cuál cree que debe ser un foco formativo luego de la pandemia?
Lo voy a ver un poco desde la salud pública, ámbito en el que me estoy especializando (cursa el Magíster en Salud Pública UCM, mención epidemiología). Falta un poco más de desarrollo en el tema de la soberanía alimentaria y la sustentabilidad. Es lo mismo que va enlazado a Prosalud. Esto yo lo vi en el pregrado, pero no tan en profundidad, lo vimos en un ámbito más teórico y no lo llevamos tanto a la práctica.
Ahora en el Magíster, me he dado cuenta de que es un tema actual, no solo en el país sino mundial. Nos encontramos produciendo una cantidad de alimentos enorme, nos estamos sobrealimentando, no está bien distribuido, hay países que padecen de hambre y este concepto de soberanía y seguridad alimentaria no lo estamos cumpliendo. De a poco esta temática ha comenzado a estar más presente.