Afectividad y sexualidad en la primera infancia: ¿riesgo o beneficio?
Un proyecto de ley buscaría adelantar la educación en este ámbito que actualmente se imparte des de primero medio. Gerardo Chandía, académico de la Escuela de Psicología UCM, analizó el tema y entregó directrices a los padres.
Actualmente en Chile, a partir de primero medio, los jóvenes comienzan a recibir clases sobre sexualidad. Una situación que podría cambiar luego del acuerdo transversal generado en la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados que, con apoyo del Ejecutivo, se convertirá en un proyecto de ley para adelantar la educación en afectividad y sexualidad.
Pero ¿conviene hacerlo? ¿Es verdad que les entregaría herramientas para alertar a los niños sobre abusos sexuales? De ser así ¿de adultos vivirían una sexualidad más sana? El académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica del Maule (UCM), Gerardo Chandía, considera que sí y explicó que hay diversas investigaciones que también avalan estos postulados.
Para Chandía, cuanto antes se comience a educar en esta área, es mucho mejor. “La afectividad y la sexualidad deben ir de la mano, por ello la educación en este ámbito debe empezar desde que el bebé está en el vientre de la madre porque desde allí se genera un vínculo afectivo”, afirmó.
“Ahora los adolescentes tienen a separar la afectividad de la sexualidad porque solo se les ha educado con este último enfoque. Si se educa a los niños y niñas desde temprana edad de forma integral, desde ahí comenzarán a entender que las relaciones -que después establezcan en la adultez en términos de sexualidad- también tienen un componente a nivel afectivo”, agregó.
¿Cómo, entonces, ayudaría a proteger a los niños y niñas respecto a delitos sexuales? Para el académico la educación sexual con ese enfoque integral desde preescolar, permite “trabajar mucho en prevención porque, por ejemplo, los niños entienden que el cuerpo es privado”, dijo.
Esto último ha cambiado a lo largo de los años pues, en décadas pasadas los padres y educadores solo enfatizaban que los genitales eran privados, sin embargo, el cuerpo en su totalidad debe ser tomado como tal y ser respetado. “Incluso los padres, cuando bañan a sus hijos, deben pedir permiso para tocarlos, para que ellos entiendan que el cuerpo no debe ser tocado por cualquier persona y, cuando sean adultos, comprenderán que no pueden tocar a otro sin su consentimiento”, puntualizó Chandía.
En ningún caso, advierte el experto, la educación sexual temprana con enfoque integral y adaptada a cada etapa de la infancia, provocaría efectos nocivos como relaciones sexuales precoces, por ejemplo. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) desde 2018 advirtió que “La educación en sexualidad tanto en la escuela como fuera de ella, no aumenta la actividad sexual, el comportamiento sexual o los índices de infecciones de transmisión sexual o VIH”.
El académico explicó que “Los papás deben hablar de sexualidad como de cualquier otro tema. Cuando se habla con naturalidad, se está entregando un mensaje a los niños de que la sexualidad es algo sobre lo que puede hablar. Sucede lo contrario si educo en ello como si fuera un tabú”, sostuvo.
De esta manera, no solo se le entregarían herramientas para que puedan advertir de un abuso sexual, sino también “Respecto a todo lo que involucra la sexualidad y la afectividad como violencia en el pololeo, agresiones de otro tipo y, además, cuando sean adultos pueden generar una relación en el ámbito de la sexualidad y la afectividad lo más sana posible”, agregó.
La cigüeña y los sucio
Desde muy temprano, los niños realizan conductas exploratorias que involucran tocarse los genitales “y hay muchos papás que cuando lo ven dicen cosas como: saca la mano de ahí, eso es sucio, es cochino. Finalmente, con ello se entrega el mensaje de que la sexualidad es sucia y no se puede vivir. Los padres deben entender que esa exploración es normal y deben dejar que suceda y cuando van creciendo, dos o tres años, comenzar a explicarles”, indicó Chandía.
Además, es enfático al decir que el uso de nombres coloquiales con los que algunos se refieren a los genitales es un error. “Pene es pene y vagina es vagina, no tienen otro nombre”, dijo.
“Hacia los cuatro o cinco años, los niños empiezan a hacer preguntas sobre su origen o cómo nacieron. En ese punto se cometen errores como seguir hablando de la cigüeña. Los padres deben explicarle al nivel del niño que los bebes vienen por una conducta de los adultos que, en la mayoría de los casos, está basada en el amor entre ellos y que más adelante conocerán más detalles”, puntualizó el académico.